Las aventuras de Juan Cruz
El veterano periodista publica ‘Un golpe de vida’, unas memorias de los últimos años
El periodista Juan Cruz (Puerto de la Cruz, 1948) es una institución en el mundo literario, además de fuente de jugosas anécdotas sobre escritores y editores a la que siempre es bueno acercarse. Editor de Alfaguara entre los años 1992 y 1998, ha sido sobre todo informador –y directivo– en El País, pero también podríamos verlo como novelista, ensayista... Viajero incansable, jubilado imposible, ahora publica Un golpe de vida (Alfaguara), unas memorias muy personales sobre los últimos años, donde mezcla lo personal con lo profesional, lo político y lo literario, la crisis del periodismo con los dolores de sus seres queridos. En resumen, cuenta “cómo un ser humano es transformado en otro ser humano a través del periodismo”.
Una constante que atraviesa las páginas del libro es su adicción al oficio. Ahora ha conseguido que le pongan de nuevo a hacer reportajes, pero la cosa viene de lejos. Le escondía las exclusivas, a la hora de cenar, a su propia esposa, que trabajaba en la radio, por si acaso. Y “a los 55 años, cuando regresé al periódico, no me daba cuenta de la edad que tenía, me puse a competir con los jóvenes, porque soy hiperactivo, y eso generó quejas, yo quería hacerlo todo y me llamaron la atención”.
Algunas afirmaciones serán polémicas, como cuando dice que “El País nunca fue un diario de izquierdas”. ¿Cómo que no? “Era un periódico distinto. En lo económico era conservador, liberal, de mercado. En la política, era institucionalista, quería que este país tuviera instituciones fuertes. En la cultura era regeneracionista, quería traer de nuevo al exilio, hablaba de Celaya, Peter Brook... ¿eso suena de izquierdas? Entonces lo parecía, porque no se hablaba de eso antes, pero era lo normal. Nunca lo vi de izquierdas, era un periódico de corbata, los redactores, eso sí, se emborrachaban, colgaban ikurriñas y fumaban porros, había comunistas, socialistas y creo que dos conservadores, de puertas adentro éramos de izquierdas pero como diario..., ahora hay gente de todo. Creo que los que dicen que son de izquierdas y los que no dicen que son de derechas tienden ambos al centro”.
No se ahorra andanadas a los líderes de Podemos. A Monedero lo trata con una mezcla de ternura y compasión, como “alguien que necesita un líder, solitario, busca cariño”. “Yo quise contar mi decepción de Podemos –prosigue–, había un resplandor que luego vi oscurecido por las personalidades que están al frente, que me parecieron mundanas y engreídas, no fue plato de gusto comprobarlo”. Rechaza “el descrédito que hicieron de la transición como si a España hubiera que reinventarla”. Admite que “a lo mejor me pasé” con las comparaciones con Stalin “pero a mí la palabra patria, cada vez que la oigo, me recuerda a Franco, Mussolini y Hitler”.
Sobre el oficio, lamenta que “hoy, un periodista puede ser corresponsal en Washington viviendo en El Escorial... aunque yo he conocido a corresponsales en Lisboa que jamás se movían de Madrid”. Pide a los profesionales que no se escuden en los defectos de sus medios: “No me imagino al propietario de su diario diciéndole: ‘Oye, haz mal esta entrevista’ ¿verdad? El periodista es el responsable de su texto y debe hacerlo bien”.
La profusión de elementos personales podrá sorprender a quien espere al Cruz periodista. El lector asistirá a descripciones de sus pesadillas o incluso a su primer encuentro con una profesional del sexo. “Todo el mundo ha tenido su primera puta, lo que pasa es que no todo el mundo lo cuenta”, sonríe él.