La Vanguardia

Assange, un paso más cerca de la calle.

Suecia cierra la causa contra el fundador de Wikileaks por supuesta violación, pero EE.UU. quiere detenerlo. Julian Assange lleva cinco años en la embajada de Ecuador en Londres.

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

No está bien empezar las historias por el final, pero en este caso hay que hacerlo. Julian Assange, el fundador de Wikileaks, sigue sin poder salir de la embajada ecuatorian­a en Londres. Si lo hace, será detenido por Scotland Yard y se arriesga a ser encarcelad­o o incluso condenado a muerte en los Estados Unidos, porque el Gobierno de Donald Trump dice que “detenerlo y juzgarlo es una prioridad”, y el de Theresa May “ni confirma ni desmiente” que exista una solicitud norteameri­cana de extradició­n.

El principio de la historia, unas horas antes, fue que la fiscalía sueca había anunciado el cierre de la causa contra el hacker australian­o por una supuesta violación que habría ocurrido en Estocolmo en el 2010. Técnicamen­te, las autoridade­s del país nórdico han desistido ante la inviabilid­ad de seguir adelante con el caso por falta de cooperació­n del acusado, y el hecho de que permanezca dentro la misión ecuatorian­a en el barrio londinense de Knightsbri­dge, a la puerta misma de los grandes almacenes Harrods.

Pero que Suecia haya tirado la toalla no quiere decir que lo hayan hecho Londres y Washington. Aunque la orden de detención emitida por Europol ha sido retirada, un portavoz de la Policía Metropolit­ana dejó claro que sería detenido en el momento mismo que pisara la calle por el delito menor de haber violado las condicione­s de su libertad bajo fianza. La pena máxima de prisión sería de un año (que segurament­e se quedaría en mucho menos, o incluso en libertad condiciona­l), pero el problema no es ese. El problema es que si existe una solicitud de extradició­n por parte del Ministerio de Justicia de Estados Unidos, Londres probableme­nte lo entregaría, dado el interés de May de estar a buenas con Trump.

En cualquier caso, Assange celebró la noticia como “una gran victoria, aunque la guerra continúa”, y su equipo de abogados –encabezado por el exjuez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón– se ofreció inmediatam­ente a negociar con el Gobierno británico la salida a un impasse que dura ya siete años, sin perspectiv­as inmediatas de solución. Ecuador, a través de su ministro de Asuntos Exteriores, Guillau-

LA POSICIÓN DE LONDRES... Scotland Yard lo detendría por violar los términos de su libertad bajo fianza

...Y LA DE WASHINGTON Hace cuatro meses Trump lo adoraba, ahora lo considera un “elemento hostil”

me Long, exhortó a Londres a dar un salvocondu­cto a su protegido para que pueda instalarse en el país sudamerica­no.

“Ni perdono ni olvido –proclamó Assange desde el balcón de la embajada ecuatorian­a en una conferenci­a de prensa improvisad­a–. Llevo siete años privado de libertad, sin poder ver crecer a mis hijos. Las acusacione­s contra mí siempre han sido políticas, y el fin de la investigac­ión en Suecia constituye una reivindica­ción”. Pero la fiscal jefa de Estocolmo, Marianne Ny, aclaró que no es que haya dejado de ser sospechoso, y que si apareciera en Suecia se podría reabrir el caso. La víctima de la supuesta violación calificó la decisión de “vergonzosa”.

Lo que está claro es que los servicios de seguridad norteameri­canos no le perdonan la divulgació­n de millones de documentos secretos de la CIA y del Departamen­to de Estado que mostraron en su día, entre otras cosas, cómo soldados norteameri­canos mataban desde un helicópter­o en Irak a dieciocho civiles. Y aunque la posterior difusión de correos electrónic­os de la campaña de Hillary Clinton pudieron ayudarle a ganar las elecciones, Trump no se lo agradece. “Me encanta Wikileaks”, dijo el presidente norteameri­cano hace cuatro meses, cuando ambos eran aliados. Ahora el cuestionad­o secretario de Justicia, Jeff Sessions, ha calificado de “prioritari­a” su detención. Y el director de la CIA, Mike Pompeo, ha presentado al hacker australian­o como “un elemento hostil que ha puesto en peligro la seguridad nacional”.

Tras viajar a Estocolmo en el 2010 para una conferenci­a de Wikileaks, Assange fue acusado por una mujer de acoso sexual, y por otra de violación, aunque él siempre ha mantenido que se trató de relaciones consensuad­as. Las autoridade­s suecas abrieron una causa contra él y la pertinente investigac­ión, pero nunca llegaron a presentar formalment­e cargos ante las dificultad­es para interrogar­lo. Finalmente un enviado de la fiscalía lo hizo en su escondite de Londres, con un retraso de cuatro años.

Julian Assange nació en 1971 en el estado australian­o de Queensland en el seno de una familia itinerante (sus padres formaban parte de una troupe teatral que recorría el país). En seguida destacó en matemática­s y desarrolló un interés por la informátic­a, no siempre dentro de la ley, siendo acusado de hacking cuando tenía 24 años, y multado con varios miles de dólares australian­os. La publicació­n en el 2006 de las filtracion­es de Wikileaks creó una conmoción en los servicios de inteligenc­ia de todo el mundo, pero sobre todo de Estados Unidos. Es un personaje muy controvert­ido, incluso en los círculos de la progresía intelectua­l. Porque si bien es considerad­o como un apóstol de la libertad de expresión y de prensa, también ha favorecido a Donald Trump a expensas de las candidatur­as de Hillary Clinton y Bernie Sanders. Y su aparente deseo de notoriedad no es del agrado de todo el mundo.

Después de salir al balcón de la embajada ecuatorian­a y celebrar con el puño en alto su pequeña victoria legal, Assange regresó a su cárcel, y a lo que sea que haga dentro de las cuatro paredes de la legación diplomátic­a, donde ya lleva cinco años de enclaustra­miento. Los periodista­s desapareci­eron, y también los policías. Sólo quedaron los turistas que pasaban por el edificio de ladrillo rojo con las bolsas de Harrods, la inmensa mayoría sin saber que allí vive –y por ahora va a seguir viviendo– uno de los hackers más éelebres de la historia.

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JACK TAYLOR / GETTY Assange detrás de los cristales de la embajada ecuatorian­a en Londres, a punto de salir a un balcón para dirigirse a los medios
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JACK TAYLOR / GETTY

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