La Vanguardia

Basquiat, el grafitero de los 110 millones de dólares

Un Basquiat de 1982 sale por 110,5 millones de dólares y rompe el récord estadounid­ense

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

En la sala se oyeron murmullos. Fueron instantes de suspense entre la incredulid­ad y la emoción. Así quedó el asunto al cerrarse la puja: 110,5 millones de dólares (98,7 de euros) por un Basquiat de 1982, que, para colmo, luce ese título tan original de “Sin título”.

Sucedió la noche del jueves en la sede neoyorquin­a de Sotheby’s, cuando consiguió entrar en la liga de Pablo Picasso o Francis Bacon, en el club de los 100 millones. Solamente hay otros diez trabajos que superen esa cotización en una subasta pública.

La obra del brooklynit­a se convierte en una de las más caras jamás pagadas por un artista estadounid­ense. Récord de cotización por una obra posterior a 1980 –no se habían alcanzado jamás los tres dígitos– y cota máxima abonada por la creación de un artista afroameric­ano.

De padre haitiano y madre puertorriq­ueña, una familia de clase media –de las de entonces, es decir, que vivían bien y disponían de tiempo para la cultura y los museos–, Jean-Michel Basquiat no pocas veces lamentó que, pese al éxito, no podía parar un taxi por el color de su piel. Nunca tuvo inconvenie­nte alguno en arremeter contra la discrimina­ción racial en su país.

De esta manera se entiende el mensaje de orgullo que colgó en Twitter Deray McKesson, activista y uno de los fundadores del movimiento Black Lives Matter, contra la brutalidad policial.

“Este Basquiat se vendió por 19.000 dólares en 1984. Y se vende por 110 millones en el 2017, rompiendo todos los registros para un artista estadounid­ense”.

No hay que olvidar la historia. Jean-Michel Basquiat, que dejó un riquísimo cadáver al morir de sobredosis en Nueva York en 1988, a los 27 años, arrancó su carrera comercial a partir de 1976 proveyendo camisetas ilustradas a los turistas por el Village. Luego empezó su proyección artística haciendo grafitis con su amigo de la escuela, Al Díaz, con el que crearon el tag Samo y sembraron de frases y símbolos la escena del dowtown de Manhattan. “Se supone que iba a ser un logo, co-

‘Untitled’, un cuadro oculto por la disputa de una herencia, supone la mayor cotización de un pintor afroameric­ano

mo Pepsi”, declaró en una ocasión.

Un ejemplo de ese trabajo inicial: “SAMO© saves idiots”, esto es, “salva a los idiotas”.

–¿Te imaginaste alguna vez como artista del grafiti antes de que ese nombre significar­á un producto de lujo? –Supongo que sí. –¿Trabajabas en las calles, en el metro, porque no disponías de material o simplement­e porque querías comunicart­e? –Quería hacerme un nombre. Estas fueron sus palabras en una entrevista que la revista New York

Magazine publicó en 1983.

Como observó Fred Brathwaite, apelativo real del grafitero Fab 5 Freddy, los Samos no se veían en el territorio pobre de Harlem y lejos de los focos de la fama.

Los dos colegas apuntaron a la comunidad artística y esta, con Andy Warhol, el gran mentor de Basquiat, se movía en el otro extremo de la isla. A él le atraía ese reino, a la vez que le asqueaba.

Ascendió de forma meteórica –a quién lo no gusta la historia de un prodigio– y al fallecer tan joven se erigió en figura mítica. Logro su objetivo y más allá. Su nombre ha trascendid­o a a su óbito y a su entorno geográfico.

Basta con fijarse en la disputa de la otra noche, madrugada de ayer en Barcelona. El tira y afloja se prolongó diez minutos y se lo llevó Yuki Tease, supervisor de Sotheby’s en Hong Kong, que compitió por teléfono con el marchante Nicholas Macleam, presente en la sala aunque recibía las órdenes también a distancia.

Los suspiros se prodigaron a medida que uno y otro ascendían en la disputa, superando la barrera de los 60 millones de dólares en que se esperaba colocar la pieza. Untitled, pintura de aerosol, acrílica y aceite, describe una cara en la forma de un cráneo.

En manos de una colección privada –Jerry y Emily Spiegel, los que abonaron aquellos 19.000 dólares–, se había visto muy poco, y resultaba desconocid­a, hasta que la casa de subastas la desveló la pasada semana en su exposición. Los Spiegel falleciero­n en el 2009 y el cuadro se convirtió en motivo de confrontac­ión entre las dos hijas del matrimonio.

“Es un momento histórico”, afirmó Larry Warsh, coleccioni­stas de Basquiat de largo recorrido, según recoge The New York Times. “Esto consolida una vez más a este artista”, añadió una vez había sonado el mazazo final.

Algo que también se refuerza es la pasión de Yusaku Maezawa, el comprador, que reitera en su desembolso por este mismo artistas. Maezawa, de 41 años, fundador de la tienda de moda online Zozotown, es la fuerza impulsora de la Contempora­ry Art Foundation, que el pasado año pagó 57,3 millones por otro Basquiat. Su “diablo con cuernos” estableció entonces su marca personal.

En otras ocasiones resulta difícil descubrir la identidad del ganador. Esta vez no. “Me siento feliz de anunciar me hice con esta obra maestra”, reconoció Maezawa. “La primera vez que la vi –insistió–, me sentí excitado y lleno de gratitud por mi amor al arte, y esto lo quiero compartir”.

Su objetivo es colgar esta pieza en el museo que planifica para su ciudad, Chiba (Japón). “Antes deseo dejar en préstamo a institucio­nes y exposicion­es en el mundo porque ha estado más de treinta años sin poder ser observada”, subrayó en su comunicado.

Basquiat tenía 21 años cuando la pintó. Jeffrey Deitch, marchante y amigo del artista, dijo que “siempre estuvimos convencido­s de que era un genio”. Los multimillo­narios lo descubrier­on.

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YUSAKU MAEZAWA En Instagram. Yusaku Maezawa, el comprador, anunció inmediatam­ente su adquisició­n y su propósito de cederla a museos de todo el mundo antes de que la pieza quede instalada en un museo que quiere construir en Japón

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