Iglesias incluye a Catalunya en las causas de la moción de censura a Rajoy
Podemos registra el reprobatorio al PP y lo culpa de la “extrema tensión territorial”
El giro soberanista de la iniciativa ha gustado a ERC y apela al único grupo que aún no se ha definido, el PDECat
Pablo Iglesias sabe que la moción de censura que Unidos Podemos y las confluencias registraron ayer en el Congreso de los Diputados contra Mariano Rajoy y su gobierno va a ser derrotada, pero aspira a que se convierta en un diagnóstico elocuente y amplificado del estado de la cuestión España. Por eso, entre las patologías con síntomas de cronificación de la política española, que encabeza la corrupción que anega tribunales e informativos, Podemos ha incluido en su moción la “tensión territorial extrema” que ha provocado la gestión del PP y, en particular, su incapacidad para desbloquear la cuestión de Catalunya.
Los reproches de Podemos al respecto son dos, incompetencia e irresponsabilidad, y el remedio indicado, el referéndum: “La acción del PP ha supuesto la ruptura del pacto territorial, a la vez que este partido se muestra absolutamente incapacitado para buscar una solución democrática a la voluntad mayoritaria de Cataluña para decidir libremente su futuro”. Este cuadro clínico, inmediatamente aplaudido por el grupo parlamentario de Esquerra, que se sumó al diagnóstico de los morados, marca aún más la distancia política de PSOE y Podemos, y tiende un puente (y a la vez, provoca un quebradero de cabeza) al grupo parlamentario de PDECat, el único que no se ha posicionado respecto a la moción, atribulado estos días en su compleja danza de acercamiento y confrontación con los morados. En ese baile, la conferencia del próximo lunes de Carles Puigdemont en Madrid –auspiciada por Manuela Carmena y a la que acudirá Iglesias– marca el tempo lento de bailar pegados, mientras que las suspicacias desatadas ante un maliciado cambio de cromos entre PP y PDECat en el Palau, aireada por los comunes, define su airado momento Pimpinela.
“Creo que la moción la vamos a ganar en la sociedad española: la gente votó contra el PP y los engañaron: acabaron dando el gobierno a Rajoy”, decía ayer Pablo Iglesias a la salida de la conferencia que compartía con Perry Anderson y Susan Watkins, editores de la revista New
Left Review. Esa factura por permitir la investidura de Mariano Rajoy, lejos de liquidarse, ha ido haciéndose más onerosa para el PSOE y Ciudadanos debido al diluvio de causas abiertas e indicios de corrupción sistémica y a las intrigas del Ministerio de Justicia, reprobado por el Pleno del Congreso. España ha perdido el título de campeona de la estabilidad del sur de Europa, laboriosamente levantado por el PP en estos meses, para volver a convertirse en un factor de incertidumbre, con el gran partido socialdemócrata abierto en canal y el gobierno regional de Madrid, otrora plaza infranqueable del PP, a un par de imputaciones de perder el sostén de Ciudadanos. El indiscutible triunfo de lograr el apoyo del PNV y el coaligado canario del PSOE, Nueva Canarias, a los presupuestos, apenas ha logrado afianzar una precaria sensación de consistencia de la legislatura, y ahí es donde Iglesias pretende enmarcar el debate de la moción de censura, que quiere convertir en un potente emisor de señales de alerta de fragilidad estructural hacia Bruselas, aun con sus casi nulas posibilidades de prosperar.
Irene Montero, portavoz parlamentaria de Unidos Podemos, negaba ayer por enésima vez que el propósito de la moción sea aplicar sal y limón a la herida abierta de la socialdemocracia, a 48 horas de sus primarias –Podemos trata de verter su moción fuera de las dinámicas de partido y proponerla como expresión y vehículo del caudal de impaciencia y malhumor que recorre el país–, pero, amén del riesgo evidente que asumirá Iglesias, enfrentado al granítico parlamentario que es Mariano Rajoy, otro de los factores imponderables del recorrido de este órdago es la elección de nuevo secretario general del PSOE. En la formación morada admiten que si se cumple el temido augurio que a estas horas estremece las paredes de Ferraz y el renacido Pedro Sánchez se hace con el mando, el desenlace de la moción de censura es una pura incógnita.