La diatriba socialista
APedro Sánchez le ha ocurrido aquella famosa transmutación erótica del poder pero en su fase inversa: se ha vuelto interesante cuando lo ha perdido. Lo cual, por supuesto, no implica que, si mañana recupera la secretaría general del PSOE, vuelva al sopor de antaño. Al contrario, creo que su tránsito por el duro asfalto le ha dado una nueva perspectiva del presente y una mirada lejana del futuro que no poseía antes de ser guillotinado. Es decir, el Pedro Sánchez de estas primarias es más complejo, más creíble y, sin duda, más sugerente que el que protagonizó el cisma de Ferraz. Y, al tiempo, la Susana Díaz de estas mismas primarias no sólo no ha transmutado en un producto más interesante, sino que ha consolidado los malos augurios. Susana es lo que parecía, tendente a peor. Pedro es más de lo que sabíamos, tendente a mejor.
Los sustantivos están ahí, cual evidencias de la transmutación: modernidad, honestidad y coherencia. Y empiezo por la modernidad. Si antes del golpe de Estado Sánchez era un líder político de la pomada, instalado en el atrio del poder y eficazmente tutelado por los padre padrones de la constelación socialista, hoy es un príncipe descalzo, decapitado por el poder y obligado a bañarse en las aguas revueltas de la realidad. Y esa purificación de realismo le ha llevado a la convicción de que el viejo PSOE del siglo XX, como el resto de los partidos socialistas vecinos, es un muñeco roto, de gran armadura y parafernalia, pero falto de alma, completamente alejado de la trinchera ciudadana.
Mientras doña Susana es el sistema en mayúsculas, ese sistema apadrinado por los descamisados del puro, los yates y los colegas iraníes, Pedro Sánchez es un outsider que deberá labrarse nuevos aliados y nuevos relatos. Y esa condición en la frontera del poder le puede permitir entender las cuitas del socialismo del siglo XXI. Desde luego, es más Macron que Fillon, sin caer en la trampa de un Mélenchon. Susana Díaz, en cambio, usa la retórica izquierdosa de Mélenchon, pero piensa como un Fillon a la derecha.
Además, respira una honestidad larvada en el vacío y sin puertas giratorias, que es muy valiosa en estos tiempos de desconfianza política, y también en ese punto gana por goleada a su contrincante, tan sinuosa como populista. Si sumamos la valentía de mantener la coherencia de sus postulados (incluso a la contra, como es el caso de considerar a Catalunya como nación), y el detalle nada menor de ser el más odiado del peperismo, blanco y en botella, ciertamente se ha vuelto interesante. Interesante y correoso. Más allá de comprarle los argumentos, Sánchez parece un líder político para una era nueva, capaz de romper el pensamiento único que anestesia la política española, y, sobre todo, capaz de ilusionar a los suyos. Veremos si gana o… si lo dejan ganar, que ya sabemos que los caminos del patriarcado socialista son inescrutables.
Susana es lo que parecía, tendente a peor; Pedro es más de lo que sabíamos, tendente a mejor