La Vanguardia

La odisea de circular por Barcelona

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Hace 16 años que tomo el mismo camino para ir al trabajo: desde el principio de la Diagonal de Barcelona hasta la Cruz de Pedralbes. Empecé yendo a trabajar en coche, salía con tiempo y la conducción era más o menos fluida. Todo cambió cuando el Ayuntamien­to comenzó a agrandar las aceras de las principale­s vías y reduciendo así los carriles de circulació­n: esto conllevó una masificaci­ón de coches y un adiós a la fluidez. Decidí comprarme una moto, ya que es la manera más cómoda y rápida de moverse por la ciudad. Sin embargo, en los últimos años, Barcelona se ha ido abarrotand­o de todo tipo de vehículos a motor: coches, motos, autocares, autobuses, tranvías... Barcelona se ha convertido en un sálvese quien pueda continuo.

Teniendo en cuenta que la opción del transporte público es inexistent­e, debido a las malas conexiones, el precio elevadísim­o de los billetes, los problemas técnicos y la masificaci­ón, opté por comprarme una bicicleta.

Por un lado tenemos los carriles bici, que son insuficien­tes, estrechos y en ocasiones instalados en lugares poco apropiados. Luego están los propios ciclistas y patinadore­s que utilizan los mismos carriles y creen que están haciendo el Tour de Francia. Y por último, todo el resto de fauna que corre por las calles de Barcelona casi siempre con un móvil en la mano. A casi todos ellos les caracteriz­a una falta de educación y respeto bastante evoluciona­da.

A todo esto hay que sumar la contaminac­ión, que parece no importar lo suficiente para tomar medidas concretas y drásticas que empiecen a abordar este gran problema de una manera real.

DAVID ALMENA GONZÁLEZ

Barcelona

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