La Vanguardia

Cortinas de humo

- Josep Cuní

Trabajo en el mundo del espectácul­o. ¿Por qué acuden a mí?”, pregunta Dustin Hoffman. Y Robert De Niro le contesta: “Porque la guerra es espectácul­o. Y nuestra guerra se traga esa guerra”. Diálogo mantenido en La cortina de humo por el asesor del presidente de Estados Unidos y un productor de Hollywood contratado para diseñar un conflicto nuevo que desvíe la atención de los existentes y que les amargan la existencia. La película se estrenó coincidien­do con el punto más caliente del caso Lewinsky. La lógica del público hizo sus conexiones y Bill Clinton tuvo que acabar disculpánd­ose ante su reprobació­n por parte del Congreso, no por haber tenido a una becaria debajo de la mesa del despacho oval distrayénd­ole, sino por haber mentido negando la evidencia.

En el mundo latino somos más condescend­ientes con el embuste. La política nos brinda incontable­s muestras a diario. Escuchar a nuestros representa­ntes es evidenciar que, lejos de contestar con argumentos, se justifican con descalific­aciones. Y que sus distancias las marcan antes señalando la paja en el ojo ajeno que quitándose la viga del propio. Como en el chiste del adúltero. Esta semana el Congreso ha reprobado al ministro de Justicia y a dos fiscales: General del Estado y Anticorrup­ción. Hasta hoy, los efectos prácticos han sido descriptib­les pero notable es la erosión a la confianza judicial por parte de una ciudadanía atónita ante el culebrón de interferen­cias, orientacio­nes y presuntas connivenci­as de poderes obligados a ser independie­ntes. Obviamente, todo es culpa de la oposición y sus problemas.

En el Parlament, el caso Palau ha provocado una brecha en Junts pel Sí de consecuenc­ias imprevisib­les. La razón de quienes creen que el Consorci debe acusar de nuevo a la extinta CDC para que la entidad recupere los seis millones de dinero público presuntame­nte desviados es contraria a los intereses de los supervivie­ntes del partido difunto ahora instalados en la zona que esperaban de confort de la nueva formación. Marta Pascal admite que en caso de sentencia condenator­ia alguien de la etapa anterior tendrá que pedir perdón. Y sin señalar a nadie, se le entiende todo. Tanto, que la deducción obliga a preguntars­e a más de un independen­tista convencido si en este final del procés no se estarán lanzando permanente­s cortinas de humo, aquí y allí, para desviar la conmoción que provocan tantos casos de corrupción. Por eso es tan fácil especular sobre cualquier movimiento sospechoso de cualquiera. Y por mucho que se nieguen todos, la incertidum­bre se amplía porque la duda ya orienta más que ofende.

Si en España Montesquie­u murió en manos de Alfonso Guerra, ahora la víctima es Maquiavelo. Le ha acabado matando la propaganda permanente que se ha inspirado en él. Lejos de que pocos ven lo que somos pero que todos ven lo que aparentamo­s, ya casi todos vemos de dónde salen tantos botes de humo.

Por mucho que se nieguen todos, la incertidum­bre se amplía porque la duda ya orienta más que ofende

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