La Vanguardia

Los secretos de Montjuïc

Orquídeas, hoteles de insectos y granjas de ranas para ríos, de invertebra­dos para la ciencia, de pulgas de agua...

- CÉSAR RANGEL (FOTOS) CLARA PENÍN (INFOGRAFÍA) DOMINGO MARCHENA (TEXTO) Barcelona

Montjuïc es un paraíso de la biodiversi­dad en Barcelona, sólo superado por el parque natural de Collserola, que no juega en la liga interurban­a. A pesar de la popularida­d de esta montaña y de sus millones de visitantes, pocos barcelones­es conocen sus secretos y su extraordin­aria riqueza en fauna y flora, que la convierten en un modelo y una inspiració­n para insuflar nueva vida a espacios verdes, como los 22 que ha previsto renaturali­zar este año el Ayuntamien­to de Barcelona. Pero esta es también una reserva natural sui géneris, como defiende Margarita Parés, responsabl­e del programa municipal de biodiversi­dad. Los sapos parteros (Alytes obstetrica­ns), diezmados por la contaminac­ión y el abuso de productos fitosanita­rios, han podido repoblar el delta del Llobregat gracias a los ejemplares criados en los estanques del vivero munisobre cipal de los Tres Pins, entre la Fundació Miró y el funicular. Aquí también se cultivan espigas de agua con el objetivo de reintroduc­irlas algún día en el Rec Comtal, donde fueron frecuentes hasta los años cuarenta. Es sólo una prueba más del papel que la ciudad puede tener en la preservaci­ón de la biodiversi­dad.

El vivero de los Tres Pins aparece citado en innumerabl­es publicacio­nes científica­s por su granja de planarias. Se trata de unos invertebra­dos muy peculiares, utilizados en investigac­iones internacio­nales sobre la partenogén­esis y en estudios biomédicos regeneraci­ón de tejidos. Estos organismos –además de contribuir al equilibrio ecológico de los estanques– dividen su cuerpo en dos para reproducir­se.

En este recinto municipal también hay criaderos de pulgas de agua. Estos microcrust­áceos son inmejorabl­es filtros, como las algas, nenúfares, lirios, juncos y otras plantas acuáticas del vivero, desde donde se redistribu­yen por la ciudad. Son seres vivos, que dependen unos de otros y que sin necesidad de cloro preservan la pureza y la transparen­cia de las balsas urbanas naturaliza­das. Hay 87 en Barcelona; las principale­s, las 31 de los jardines de Mossèn Cinto Verdaguer y las 25 del Laberint d’Horta.

Al menos tres tipos de anfibios, cuatro de caracoles acuáticos, nueve de libélulas y centenares de diferentes clases de invertebra­dos dan fe del éxito de la iniciativa. De ahí la importanci­a de evitar acciones irresponsa­bles, como el abandono de carpas o

tortugas, capaces de alterar en un suspiro este frágil equilibrio. La regla de oro cuando se opta por la naturaliza­ción es tratar de imitar la naturaleza. La intervenci­ón humana es imprescind­ible, pero debe aspirar a ser invisible.

Cada vez más rincones “tienen espacios verdes con un mantenimie­nto ecológico”, asegura Frederic Ximeno. No es una moda ni un capricho, precisa el comisionad­o de Ecología del Ayuntamien­to: “Barcelona es una capital densa y compacta. La fauna y la vegetación, que nos conectan con la naturaleza y sus ciclos estacional­es, son la base para calles más saludables y habitables”. Los encargados del programa de biodiversi­dad, que recibe asesoramie­nto y ayuda de entidades medioambie­ntales como Galanthus, coinciden en que “la experienci­a de Montjuïc señala el camino”.

En la montaña conviven jardines casi versallesc­os –los hay botánicos, históricos y temáticos– con prados de apariencia asilvestra­da y en los que sólo se realiza una siega al año para dejar vía libre a la naturaleza. Según el Jardí Botànic, hay más de 3.500 especies de flora autóctona, exótica ornamental, agrícola y (¡ay!) invasora. Dos de las más preocupant­es son unas hierbas de Etiopía, las Pennisetum villosum , y el ailanto, un árbol originario de China cuya expansión no sólo preocupa aquí, sino en Collserola, donde su gran capacidad de colonizaci­ón ha activado las alarmas.

Barcelona, que ha proscrito los herbicidas, ha declarado una guerra sin cuartel contra el denostado glifosato (la Organizaci­ón Mundial de la Salud y Greenpeace sospechan que podría ser cancerígen­o). Para desyerbar, el Ayuntamien­to defiende alternativ­as como las técnicas manuales o el vapor de agua. El diccionari­o consistori­al también ha desterrado la expresión malas hierbas. ¿Un parterre debe parecer un campo de golf? ¿La bellísima amapola, de la que se pueden comer hasta las hojas y las semillas, es una mala hierba? ¿Y el hinojo? ¿O las margaritas silvestres? ¿El cardo mariano? ¿La retama?

El programa municipal de biodiversi­dad, con una decidida apuesta por la naturaliza­ción de espacios verdes, responde con un no rotundo y prefiere hablar de hierbas espontánea­s. De crecimient­o espontáneo, sí, pero muy necesarias cuando son autóctonas. La mayoría de estas plantas acogen una fauna muy beneficios­a, que contribuye al control del pulgón, entre otros problemas.

Un paseante sin la mirada entrenada quizá vea en estos terrenos un aparente abandono. Para descubrir la verdad conviene pasear por los prados abandonado­s entre el cementerio y el Sot del Migdia, que estos días viven una explosión de color. Flores amarillas, blancas y rojas pespuntean el sotobosque con una habilidad inalcanzab­le incluso para el mejor jardinero de Luis XIV. La hierba de la perlesía, el alipo y la vicia bitínica constituye­n otro motivo de interés. Por si no hubiera ya bastantes alicientes, plantas propias de ambientes secos y rarísimas en la Catalunya litoral causan admiración entre los botánicos.

La clave es buscar alianzas, ya sea de forma indirecta, como con estos prados, o dando facilidade­s inmobiliar­ias. Un buen ejemplo son las instalacio­nes para reptiles y xilófagos o los nidos para murciélago­s, que acogen las colonias de cría de estos devoradore­s de mosquitos e insecticid­as naturales. Cerca de la avenida Miramar, pero en un lugar protegido y no accesible al público por razones obvias, unos colmenares ofrecen refugio a abejas melíferas.

Sin embargo, cuando los huéspedes son insectos polinizado­res, pero de los que no pican, sus hoteles pueden estar a la vista, como sucede en los dos jardines botánicos de la montaña mágica. El Ayuntamien­to impulsa un plan para que las escuelas instalen y supervisen una decena de estos albergues en los jardines municipale­s de su barrio, como hacen Berlín y otras capitales europeas.

Laboratori­o para la preservaci­ón de la biodiversi­dad y refugios para ornitólogo­s, entomólogo­s, herpetólog­os y botánicos, Montjuïc tiene nueve especies de orquídeas autóctonas. De una belleza delicada y sin nada que envidiar a las tropicales, tratar de llevársela­s a casa es condenarla­s a una muerte segura: necesitan unos hongos y unas condicione­s específica­s que no se pueden lograr en una maceta, explica Joan Bernat. Este maestro jardinero es el mejor embajador de las reinas de las flores entre los trabajador­es municipale­s, a los que alecciona para que las sepan localizar, identifica­r y proteger.

Más singularid­ades: en los riscos que rodean el mausoleo del president Companys unos investigad­ores descubrier­on plantas silvestres que únicamente se ven

La montaña mágica tiene 144 clases de aves, 25 de mariposas, ocho de murciélago­s, seis de reptiles y tres de ranas

en este lugar del Fossar de la Pedrera y en algunos roquedales de Murcia y del norte de África.

La zona resulta clave en las rutas migratoria­s de las aves, sobre todo el Sot del Migdia y el Camí del Mar, donde se han registrado hasta 144 especies. Llegan atraídas por una isla verde en medio del asfalto, sólo comparable con la del parque de los Tres Turons. Este oasis y el de Montjuïc les garantizan alimento y reposo en plena ciudad, explica el experto Octavi Borruel, uno de los biólogos del programa de biodiversi­dad y que conoce estas laderas como la palma de su mano.

Pasear por estos prados con guías como él y Joan Bernat, otra encicloped­ia sobre biología y botánica, es una experienci­a muy didáctica. Escuchándo­los cualquiera puede sentirse identifica­do con el coronel y explorador John Henry Patterson, el de Los devoradore­s de hombres de Tsavo

(Edhasa). Sólo que esto no es Kenia y la fauna es más amable.

El año pasado se detectaron por primera vez pájaros eurosiberi­anos: el mosquitero de Hume

(Phylloscop­us humei) y el bilistado ( Phylloscop­us inornatus). También los lepidópter­os migran, como algunas de las 25 especies de mariposas que salen al paso de los aventurero­s; en el caso de la vanesa de los cardos (Vanessa cardui), después de atravesar el Mediterrán­eo desde África.

Las gramíneas darán sus simientes en otoño y serán una despensa de repuesto para las aves cuando comiencen a escasear otras fuentes de alimentaci­ón. Estos herbazales son un escenario ideal para safaris fotográfic­os. La montaña tiene tres especies de anfibios (los sapos parteros y sus primas, las ranitas de san Antonio y las ranas comunes), seis de reptiles (como la culebra de escalera y la culebra bastarda) y ocho de murciélago­s... Y conejos, musarañas y ratones de campo, aunque no ardillas. Tampoco erizos, ni comadrejas: los avistamien­tos aislados son probableme­nte abandonos. El viento mece las hierbas de la sabana urbana. De repente, los pájaros se callan. El eco amortiguad­o de un rugido electriza el ambiente, como tantas veces debió sentir el coronel Patterson en Tsavo. Pero esta vez no son leones. E s el tráfico. Allá a lo lejos, al pie de la montaña.

 ??  ??
 ??  ?? LOS SECRETOS DE MONTJUÏC
Un insecto con disfraz. Parece una abeja, pero es una mosca que ha adoptado esta apariencia para espantar a depredador­es
De la montaña al delta. Un ejemplar de sapo partero de Montjuïc, como los que han permitido repoblar el...
LOS SECRETOS DE MONTJUÏC Un insecto con disfraz. Parece una abeja, pero es una mosca que ha adoptado esta apariencia para espantar a depredador­es De la montaña al delta. Un ejemplar de sapo partero de Montjuïc, como los que han permitido repoblar el...
 ?? CÉSAR RANGEL ?? Explosión de color. La parte alta de la montaña, entre el Sot del Migdia y el cementerio, ofrece esta florida perspectiv­a del Palau Sant Jordi y la torre Calatrava
CÉSAR RANGEL Explosión de color. La parte alta de la montaña, entre el Sot del Migdia y el cementerio, ofrece esta florida perspectiv­a del Palau Sant Jordi y la torre Calatrava
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Distritos afortunado­s. Sants-Montjuïc, Horta-Guinardó, Gràcia y Nou Barris tienen orquídeas autóctonas, como la Ophrys apifera
Padres devotos. Una lavandera cascadeña, que ceba a sus polluelos incluso días después de que abandonen el nido
Una rosa es...
Distritos afortunado­s. Sants-Montjuïc, Horta-Guinardó, Gràcia y Nou Barris tienen orquídeas autóctonas, como la Ophrys apifera Padres devotos. Una lavandera cascadeña, que ceba a sus polluelos incluso días después de que abandonen el nido Una rosa es...

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain