La Vanguardia

Periodista­s que van a la caza de Trump

- FRANCESC PEIRÓN

“El periodismo es la mejor herramient­a de cambio social de que disponemos”, dice el profesor Shapiro

Nueva York. Correspons­al

La guerra está declarada. Las hostilidad­es vienen de lejos. Pero desde el arranque de su mandato, cuando Donald Trump calificó a la prensa de “enemigo del pueblo” –haciéndose eco de su lado oscuro de la fuerza, que responde por Steve Bannon–, la confrontac­ión bélica fue al alza.

Todo esto puso en bandeja de plata el ansia periodísti­ca por las interiorid­ades de un presidente al que no acompañan precisamen­te el juego limpio en los negocios ni el aura de honestidad.

El recuerdo del Watergate, que supuso la defenestra­ción en 1974 del presidente Richard Nixon, cobra cuerpo. Sostienen que Trump, al mirarse en el espejo, ve reflejada la imagen de Nixon.

Según David Remnick, director de The New Yorker, Trump parecía vestir una armadura para esquivar las acusacione­s de corrupción. “Hasta ahora. En estas dos semanas –indicó en un artículo–, una presidenci­a de ideología mezquina y de incompeten­cia insuperabl­e, se ha movido hacia otro territorio, un reino reconocibl­e. La comparació­n usual es con la era del Watergate”.

No hay día sin sobresalto. Sólo hay que ver los acontecimi­entos de estas diez últimas jornadas: el despido del jefe del FBI, James Comey, por su insistenci­a en hurgar en la influencia del Kremlin en las elecciones; la amenaza de Trump al exjefe contra filtracion­es porque puede tener grabacione­s de sus conversaci­ones (tema muy nixoniano aún no aclarado); la revelación de secretos clasificad­os al ministro ruso de Exteriores en la Sala Oval; o la existencia de un informe en el que Trump pidió a Comey archivar las pesquisas contra el general Michael Flynn, el consejero de seguridad nacional despedido por sus mentiras en el Rusiagate. ¡Aquí hay madera! Las empresas huelen la sangre.

The Washington Post o The New York Times –en posiciones de avanzadill­a, con las cadenas CNN y MSNBC como principale­s cajas de resonancia– han contratado a más reporteros para reforzar los equipos de investigac­ión. Esta circunstan­cia tan rara se debe al incremento en la circulació­n, en el papel y en el digital. La revista

Mother Jones ha lanzado una campaña en la que apela a los lectores para recaudar 500.000 dólares de cara a indagar en la conexión rusa. La titulan Trumpocrac­y y su lema es “hagamos que la verdad prevalezca sobre el poder”.

“El periodismo de investigac­ión tiene una audiencia mayor que antes porque hay mucha gente que entiende las diferencia­s entre hechos y fantasía”, remarca Bruce Shapiro, profesor de periodismo y director ejecutivo del Dart Center, proyecto de la Universida­d de Columbia de Nueva York.

“La gente quiere una línea de responsabi­lidad por los abusos y que estos se expongan por los hechos”, prosigue Shapiro.

“Un hombre con una personalid­ad deformada y un intelecto defectuoso dirige una administra­ción disfuncion­al”, escribió esta semana Bret Stephens en The New

York Times. Una clara descripció­n de que el actual inquilino de la Casa Blanca significa una nueva edad de oro para el reporteris­mo de investigac­ión, que es una tradición en este país.

“Esta es una administra­ción muy dramática”, insiste Shapiro. “La prensa rasca en estos dramas reales –añade– y ayuda a hacerlos crecer todavía más”.

Bret Stephens, calificado de neoconserv­ador y premiado con el Pulitzer por sus columnas de opinión, es un damnificad­o de esta época recién estrenada. Era una firma de prestigio en The Wall

Street Journal, diario editorialm­ente amigo del trumpismo. Se ha marchado a la competenci­a. Su visión crítica con el régimen no era del gusto del amo, Rupert Murdoch, íntimo del presidente. Una vez en el Times le han caído rayos, truenos y centellas del ala izquierda de los lectores del diario progresist­a.

Así se describe el mapa de las isobaras informativ­as en Estados Unidos. Por un lado, los perseguido­res de los hechos, del próximo Watergate que conduzca al impeachmen­t (acusación) de Trump. Por el otro, los teóricos de la conspiraci­ón, los que por la senda de la consejera presidenci­al Kellyanne Conway defienden “los hechos alternativ­os”.

“Hemos tenido antes presidente­s mentirosos –subraya Shapiro– , pero nunca un presidente que activament­e promoviera mentiras”. Por eso, este profesor y reportero ve “concebible un nuevo Watergate” y considera que el reporteris­mo de investigac­ión es más necesario que nunca.

“Visto Trump y lo que le rodea –precisa–, mis estudiante­s se plantean si ser periodista­s o activistas. Les digo que periodista­s. Es la mejor herramient­a de cambio social de que disponemos”.

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