Periodistas que van a la caza de Trump
“El periodismo es la mejor herramienta de cambio social de que disponemos”, dice el profesor Shapiro
Nueva York. Corresponsal
La guerra está declarada. Las hostilidades vienen de lejos. Pero desde el arranque de su mandato, cuando Donald Trump calificó a la prensa de “enemigo del pueblo” –haciéndose eco de su lado oscuro de la fuerza, que responde por Steve Bannon–, la confrontación bélica fue al alza.
Todo esto puso en bandeja de plata el ansia periodística por las interioridades de un presidente al que no acompañan precisamente el juego limpio en los negocios ni el aura de honestidad.
El recuerdo del Watergate, que supuso la defenestración en 1974 del presidente Richard Nixon, cobra cuerpo. Sostienen que Trump, al mirarse en el espejo, ve reflejada la imagen de Nixon.
Según David Remnick, director de The New Yorker, Trump parecía vestir una armadura para esquivar las acusaciones de corrupción. “Hasta ahora. En estas dos semanas –indicó en un artículo–, una presidencia de ideología mezquina y de incompetencia insuperable, se ha movido hacia otro territorio, un reino reconocible. La comparación usual es con la era del Watergate”.
No hay día sin sobresalto. Sólo hay que ver los acontecimientos de estas diez últimas jornadas: el despido del jefe del FBI, James Comey, por su insistencia en hurgar en la influencia del Kremlin en las elecciones; la amenaza de Trump al exjefe contra filtraciones porque puede tener grabaciones de sus conversaciones (tema muy nixoniano aún no aclarado); la revelación de secretos clasificados al ministro ruso de Exteriores en la Sala Oval; o la existencia de un informe en el que Trump pidió a Comey archivar las pesquisas contra el general Michael Flynn, el consejero de seguridad nacional despedido por sus mentiras en el Rusiagate. ¡Aquí hay madera! Las empresas huelen la sangre.
The Washington Post o The New York Times –en posiciones de avanzadilla, con las cadenas CNN y MSNBC como principales cajas de resonancia– han contratado a más reporteros para reforzar los equipos de investigación. Esta circunstancia tan rara se debe al incremento en la circulación, en el papel y en el digital. La revista
Mother Jones ha lanzado una campaña en la que apela a los lectores para recaudar 500.000 dólares de cara a indagar en la conexión rusa. La titulan Trumpocracy y su lema es “hagamos que la verdad prevalezca sobre el poder”.
“El periodismo de investigación tiene una audiencia mayor que antes porque hay mucha gente que entiende las diferencias entre hechos y fantasía”, remarca Bruce Shapiro, profesor de periodismo y director ejecutivo del Dart Center, proyecto de la Universidad de Columbia de Nueva York.
“La gente quiere una línea de responsabilidad por los abusos y que estos se expongan por los hechos”, prosigue Shapiro.
“Un hombre con una personalidad deformada y un intelecto defectuoso dirige una administración disfuncional”, escribió esta semana Bret Stephens en The New
York Times. Una clara descripción de que el actual inquilino de la Casa Blanca significa una nueva edad de oro para el reporterismo de investigación, que es una tradición en este país.
“Esta es una administración muy dramática”, insiste Shapiro. “La prensa rasca en estos dramas reales –añade– y ayuda a hacerlos crecer todavía más”.
Bret Stephens, calificado de neoconservador y premiado con el Pulitzer por sus columnas de opinión, es un damnificado de esta época recién estrenada. Era una firma de prestigio en The Wall
Street Journal, diario editorialmente amigo del trumpismo. Se ha marchado a la competencia. Su visión crítica con el régimen no era del gusto del amo, Rupert Murdoch, íntimo del presidente. Una vez en el Times le han caído rayos, truenos y centellas del ala izquierda de los lectores del diario progresista.
Así se describe el mapa de las isobaras informativas en Estados Unidos. Por un lado, los perseguidores de los hechos, del próximo Watergate que conduzca al impeachment (acusación) de Trump. Por el otro, los teóricos de la conspiración, los que por la senda de la consejera presidencial Kellyanne Conway defienden “los hechos alternativos”.
“Hemos tenido antes presidentes mentirosos –subraya Shapiro– , pero nunca un presidente que activamente promoviera mentiras”. Por eso, este profesor y reportero ve “concebible un nuevo Watergate” y considera que el reporterismo de investigación es más necesario que nunca.
“Visto Trump y lo que le rodea –precisa–, mis estudiantes se plantean si ser periodistas o activistas. Les digo que periodistas. Es la mejor herramienta de cambio social de que disponemos”.