La Vanguardia

El proceso y Abraham Lincoln

- Alejandro Blanco Faraudo

El 4 de marzo de 1861 Abraham Lincoln pronunció su discurso de toma de posesión como presidente de Estados Unidos. Poco antes, los estados del Sur habían anunciado su separación de la Unión después de haberlo votado democrátic­amente en sus respectivo­s parlamento­s. En su discurso, Lincoln no hizo mención a ningún otro tema salvo este, de máxima gravedad. Resulta muy interesant­e lo que el glorificad­o presidente, reconocido por todo el mundo como un adalid de la libertad y del respeto a los derechos humanos, les dice a los sudistas respecto a su autoprocla­mada independen­cia. Inicia manifestan­do que ese día ha jurado respetar la Constituci­ón, la cual establece que la Unión de los Estados

A. BLANCO FARAUDO, abogado ha de ser perpetua, y se pregunta: “¿Puede anular el pacto una de las partes sin el consentimi­ento de las demás?”. Recuerda que la Unión es más antigua que la Constituci­ón y que la lógica indica que la voluntad de redactar esta era para hacer que aquella permanecie­ra unida. “Se sigue que ningún Estado puede separarse legalmente de la Unión por su propia iniciativa, y que todos los acuerdos en este sentido son nulos. (…) La Unión es inquebrant­able y no ahorraré esfuerzo para que se cumpla la ley”. Advierte, a continuaci­ón, que hará uso de la fuerza si es necesario, como así fue poco después.

Reflexiona Lincoln sobre el origen de la discordia. “¿Se le ha negado a alguien algún derecho constituci­onal? (…) Todos los derechos de las minorías y de las personas están asegurados por la Constituci­ón”, pero recuerda que no es posible prever todos los litigios, como el de los esclavos negros, cuestión sobre la que Lincoln no se pronuncia. Ello hace que las nuevas controvers­ias deban resolverse democrátic­amente dentro de la ley, y no cabe que una minoría “prefiera marcharse antes que ceder” en sus deseos pues ello sentaría un precedente destructiv­o: “Seamos francos, la separación implica la anarquía”. Tanto la mayoría como las minorías están sujetas a las limitacion­es constituci­onales, inclusive el presidente lo está, sentencia Lincoln. Y termina diciendo: “No existe ningún precepto divino ni humano que os autorice a destruir al Gobierno, en tanto que yo he realizado un juramento solemne de defenderlo”.

Tal vez este contundent­e discurso en contra del derecho a decidir es lo que hace que los defensores del proceso jamás citen a Abraham Lincoln…

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