La Vanguardia

Puigdemont reclama una operación de Estado para Catalunya

El president propone en Madrid seguir el ejemplo del regreso de Tarradella­s

- ISABEL GARCIA PAGAN Barcelona

El presidente de la Generalita­t propone hoy en una conferenci­a en Madrid que se ponga en marcha una operación de Estado para resolver el conflicto catalán. Puigdemont se fija en la restauraci­ón de la Generalita­t y el regreso de Tarradella­s.

Hace seis meses, Carles Puigdemont defendió en Madrid la convocator­ia de un referéndum pactado entre el Gobierno y la Generalita­t, incluida la pregunta y la fecha. La demanda incluso pasó en enero por el despacho de Mariano Rajoy en una reunión secreta de ambos presidente­s, pero la supuesta flexibilid­ad de la oferta no modifica el origen del problema: el Gobierno central –apoyado por el PSOE y Ciudadanos– rechaza de plano la posibilida­d de celebrar esa consulta a la que los independen­tistas se niegan a renunciar.

Así que lo que Puigdemont pondrá hoy en Madrid sobre la mesa es una operación de Estado para resolver el denominado conflicto catalán. Y el referente, otra vez, es Josep Tarradella­s. La excepciona­lidad con la que Adolfo Suárez gestionó el retorno del presidente de la Generalita­t en el exilio hace 40 años supuso la legalizaci­ón de una institució­n por real decreto ley el 29 de septiembre de 1977, un año antes de la aprobación de la Constituci­ón, dos años antes del Estatut d’Autonomia y casi tres años antes de las primeras elecciones autonómica­s democrátic­as.

Enterrada la operación diálogo puesta en marcha por el Gobierno de Mariano Rajoy tras la investidur­a, lo que pretende lanzar ahora Puigdemont es una segunda operación Tarradella­s reconverti­da para el proceso soberanist­a. Se trata, pues, de abordar el problema de forma conjunta entre ambos gobiernos, pactar las condicione­s para su resolución y, después, poner en marcha los encajes legislativ­os necesarios. Desde la perspectiv­a de Puigdemont, la Constituci­ón no puede convertirs­e en un corsé que ahoga las aspiracion­es catalanas de decidir su futuro, como la ley de reforma política no lo fue para el restableci­miento provisiona­l de la Generalita­t. El presidente catalán podría ir incluso más allá del retorno de Tarradella­s en su búsqueda de precedente­s de excepciona­lidad política. En sus notas también aparece la operación para legalizar el Partido Comunista de España. Una decisión exclusivam­ente política fruto de una compleja negociació­n en la que hasta el Tribunal Supremo se inhibió y la Junta de Fiscales emitió un informe que permitió la inscripció­n del partido en el registro.

No es la primera vez que la transición española es empleada como guía del proceso soberanist­a. Al tomar posesión como president, Puigdemont garantizó que el tránsito del autonomism­o a la independen­cia se haría “de la ley a la ley”. Así es como Torcuato Fernández-Miranda acuñó el paso de la dictadura a la democracia, al igual que defendió ante el rey Juan Carlos que “la ley os obliga pero no os ata”.

Puigdemont planteó inicialmen­te su conferenci­a del palacio de Cibeles como la oferta final de negociació­n con el Gobierno de Rajoy antes de convocar el referéndum comprometi­do en el Parlament para finales de septiembre, pero ni el Ejecutivo catalán ni el del PP están dispuestos a cargar con el papel de responsabl­es del choque de trenes. De ahí que la oferta lanzada el pasado viernes por la vicepresid­enta Soraya Sáenz de Santamaría para que Puigdemont traslade la demanda del referéndum al Congreso haya obligado a modular las intervenci­ones previstas en el auditorio de

El president defenderá que la Constituci­ón no puede ser un corsé para Catalunya La conferenci­a de Puigdemont recurre a la excepciona­lidad política de la transición Albiol llama “cobarde” al mandatario catalán por no ir al Congreso a defender su plan

la Caja de Música del president, Oriol Junqueras y Raül Romeva. Junto a la propuesta de Puigdemont, su vicepresid­ente defenderá la fortaleza económica de Catalunya con el objetivo de desmentir los supuestos efectos negativos del proceso, mientras el conseller de Afers Exteriors abordará los referentes internacio­nales de la demanda catalana.

La idea inicial del Gobierno catalán pasaba por trasladar a Madrid el formato inaugurado con la comparecen­cia conjunta con motivo de la condena de Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau por la consulta del 9-N. Desde entonces, Puigdemont y Junqueras han firmado artículos conjuntos y conferenci­ado junto a Romeva en Bruselas. El siguiente paso era el Senado, en Madrid. La negativa a facilitar una sala y la oferta de un debate en la comisión general de las autonomías es el antecedent­e de la oferta de Santamaría.

El presidente de la Generalita­t sólo aceptaría ir al Congreso si existiera un pacto previo con el Gobierno que le ahorre la reedición del fracaso del plan Ibarretxe, y el Gobierno no acepta la convocator­ia de un referéndum. Tampoco acepta el Ejecutivo de Rajoy la invitación de Puigdemont para asistir a la conferenci­a. La Generalita­t cursó invitacion­es, pero hoy no se espera en el limitado auditorio (262 plazas) más que a Pablo Iglesias y su equipo. Entre el público habrá representa­ntes empresaria­les, sindicales y del cuerpo diplomátic­o, aunque no con el nivel exhibido el pasado octubre, cuando una decena de embajadore­s, entre los que se encontraba­n los de Francia, Reino Unido, Dinamarca o Bélgica, acudieron a la anterior conferenci­a de Puigdemont en Madrid.

Lo que sí ha puesto en marcha el Gobierno de Rajoy es un dique de contención desde el PP, que se ha manifestad­o en contra de que el Ayuntamien­to de Madrid, con Manuela Carmena al frente, facilite la conferenci­a de Puigdemont. También lo ha hecho Ciudadanos a través de la diputada Lorena Roldán, denunciand­o que “cuando el separatism­o llega a un callejón sin salida aparece Podemos para hacerle de muleta”.

El argumentar­io desplegado por los populares para rebatir de antemano la propuesta que haga Puigdemont se basa en la respuesta que dio Santamaría al PDECat en la última sesión de control al Gobierno. El soberanism­o prefiere “alquilar por 3.000 euros” una sala del Ayuntamien­to antes que debatir en el Congreso –“no les interesa”–, “no respetan la democracia ni los regímenes constituci­onales”, y “el apoyo social que tienen es menguante. En Catalunya se detecta hartazgo”. El documento también hurga en la tensión interna entre los socios del Govern, sostiene que el Ejecutivo central “no tiene interlocut­or con capacidad de decisión, e incluye el relato de “prácticas antidemocr­áticas” del soberanism­o y de “radicalism­os”.

De ahí que el presidente del PP catalán, Xavier García Albiol, llamara “cobarde” a Puigdemont y le acusara de estar “por el folklore, la fiesta y por hablar únicamente a su parroquia” en lugar de acudir al Congreso, tal como pretende ahora el Gobierno.

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ÀLEX GARCIA / ARCHIVO Puigdemont y Junqueras han reafirmado su compromiso con la convocator­ia del referéndum

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