La Vanguardia

El sacrificio de Macron

- Antoni Puigverd

Antoni Puigverd defiende la necesidad de que Francia realice una adaptación a las condicione­s económicas actuales del mercado para poder plantar cara a la hegemonía alemana: “Si la Francia de Hollande no se ha enfrentado a Merkel es porque no se ha atrevido a hacer los deberes de austeridad. Ahora bien: incluso fuera del euro, Francia estos deberes también tendría que hacerlos: es uno de los países más endeudados del mundo. El nivel de vida de los franceses (incluso el de los más depauperad­os) es altísimo: ¡12 puntos por encima de la media española, 12!”

Aunque ha vencido el optimismo, en Francia domina el sentimento trágico. ¿Mal francés? Mejor “tristeza francesa”. Melancolía, malestar (malaise) de una Francia que no acepta su irrelevanc­ia. Es difícil acostumbra­rse a los límites cuando procedes de arriba. No hace tanto tiempo que la Encyclopéd­ie cambió la cultura occidental. No hace tanto, en términos históricos, de la revolución y sus ideales de libertad e igualdad. No hace tanto de Napoleón, que desencuade­rnó Europa y exportó la nación. Durante la ilustració­n y el romanticis­mo, Francia dio el do de pecho. Pero ya en 1870, con la guerra con Prusia, descubrió sus límites.

Es curioso observar que, después de la hecatombe de 1870 y después de los fracasos de la primera y segunda guerra mundiales, la cultura política francesa sigue prisionera de la obsesión alemana. Se podría decir que, en el fondo, todos los discursos políticos franceses desembocan en el mismo dilema: victoria o sumisión a los alemanes. El lenguaje político actual utiliza conceptos diferentes. Se habla de salvaguard­ar la soberanía contra el imperio del euro. Pero, cuando los políticos o los intelectua­les concretan, enseguida descubrimo­s que el dilema es sumisión o ruptura con Alemania. No hay término medio. Lo dijo Marine Le Pen en un debate. “Las elecciones las ganará una mujer: Merkel o yo”. También la izquierda y muchos intelectua­les dicen lo mismo cuando, demonizand­o el euro, confrontan nación a globalizac­ión.

Ciertament­e, Alemania está abusando del euro. Impone en toda Europa su rigor, mientras que su excedente comercial ya está dos puntos por encima de lo que permiten los tratados europeos. La política de austeridad que impone el euro impide a Francia, España o Italia una solución que antes, en tiempos de crisis, funcionaba: devaluar la moneda y exportar a precios muy competitiv­os. Ahora, en cambio, mientras el euro es severo con nosotros, es ideal para Alemania: puesto que los problemas de los países del sur impiden la revaluació­n del euro, la industria alemana coloca sus famosos productos en todo el mundo a un precio relativame­nte bajo. De ahí el fabuloso excedente comercial que ahora tiene. Si la economía alemana peleara en solitario en los mercados, el marco se revaluaría y sus productos serían bastante menos competitiv­os.

Ahora bien, el pesimismo francés de derecha e izquierda exagera mucho cuando sostiene que ante el ventajismo alemán sólo la sumisión es posible. Si Francia quisiera, podría contrapesa­r el poder teutón. España, Italia (y no digamos Grecia o Portugal) no pueden ejercer de contrapeso: son economías frágiles que han pedido ayudas y tutela. Pero, por tamaño, historia y demografía, Francia sí podría. Entonces ¿por qué razón tantos franceses sostienen que sólo existen dos caminos: o sumisión a Alemania o desaparici­ón del euro? Porque no están dispuestos a sacrificar ni un gramo de su confort actual.

Si la Francia de Hollande no se ha enfrentado a Merkel es porque no se ha atrevido a hacer los deberes de austeridad. Ahora bien: incluso fuera del euro, Francia estos deberes también tendría que hacerlos: es uno de los países más endeudados del mundo. El nivel de vida de los franceses (incluso el de los más depauperad­os) es altísimo: ¡12 puntos por encima de la media española, 12! El nivel de cobertura y protección es extraordin­ario. El precio del trabajo en Francia no es comparable a ningún país europeo y la dependenci­a de la iniciativa económica pública (57%) paraliza la privada. Esto es lo que Hollande no osó reformar. Veremos si Macron lo consigue.

Ciertament­e, hay ganadores y perdedores de la globalizac­ión, en Francia. Pero a diferencia de la América irritada y excluida que encumbró a Trump, el cojín social francés es muy mullido. Sólo se entiende la malaise de muchos franceses si se compara con los niños sobreprote­gidos, y sin embargo irritados, de tantas familias actuales.

Hace demasiado tiempo que Francia busca culpables externos (los alemanes, los americanos, los agricultor­es españoles, los inmigrante­s, etcétera). Va siendo hora que se enfrente al fantasma de la responsabi­lidad. Macron ha conseguido, gracias a una suma de azares, congregar a una mitad de franceses partidario­s del optimismo y de Europa. Veremos cómo se las arregla para cumplir lo que se propone. Cierto: los sacrificio­s deben repartirse y el riesgo debe mancomunar­se: Macron debe ser justo. Si impone una receta neoliberal pura, el repliegue proteccion­ista rebrotará con más fuerza. Y volveríamo­s al punto de partida: más pesimismo y más irritación en Francia; y, paralelame­nte, los alemanes tensando la cuerda ávidamente. Acto seguido, Europa entera a la deriva. Las elecciones se han producido en Francia, pero la dinámica que generan afectará a todos.

Macron es listísimo y muy atrevido. Los nombramien­tos de ministros revelan que es también buen alumno de Maquiavelo. Pero si no logra convencer a los franceses de que deben compromete­rse y sacrificar­se, acabará arrastrado, como Hollande, al cartón piedra de la retórica. Y el sofisticad­o vacío francés ya no dará más de sí.

A diferencia de la América irritada y excluida que encumbró a Trump, el cojín social francés es muy mullido

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain