Temer y el robo perfecto
El presidente brasileño acusa al empresario que le grabó de orquestar una trama para lucrarse
Batista ganó millones vendiendo acciones de su empresa cárnica antes de que se hiciera público el escándalo
La realidad política de Brasil se está poniendo al nivel de las mejores series de intriga. Pocos guionistas habrían imaginado un plan como el que propone ahora el presidente del país, Michel Temer, para poner en entredicho a Joesley Batista, el empresario que le grabó avalando un soborno. Temer le culpa de haber urdido toda la trama para lucrarse.
El presidente sigue de esta manera una doble estrategia para intentar salvarse. Por un lado pone en duda la veracidad de las grabaciones, que asegura que han sido editadas. Por otro, intenta quitar credibilidad al empresario.
Según Temer, Batista pudo ganar millones de dólares con su delación. Lo hizo al vender acciones de su empresa y comprar dólares la víspera de que se hiciera pública la grabación y estallara el escándalo, consciente de la fuerte depreciación que sufriría el real (la moneda brasileña) y la caída en bolsa de su empresa, la multinacional cárnica JBS. En una entrevista que publica el diario O
Estado de Sao Paulo, Temer asegura que es la víctima de un plan urdido por Joesley Batista y su hermano Wesley, “bandidos que saquearon el país” y “que quieren salir impunes”.
Para Temer, los dueños de JBS cometieron el “crimen perfecto”. Mientras el escándalo de corrupción de Petrobras azotaba la clase política y empresarial brasileña, los dos hermanos jugaron sus cartas: se anticiparon a un posible pedido de prisión y buscaron su llave a la libertad. Durante meses, los hermanos Batista habrían planificado su confesión ante la Justicia, recabaron pruebas y grabaron conversaciones comprometidas con políticos, entre ellos Michel Temer, a quien acusan de recibir sobornos desde 2010.
Luego buscaron a las autoridades y les entregaron una amplísima lista de políticos supuestamente corruptos a cambio de la reducción de condenas. Sus confesiones han salpicado a cientos de políticos de todo el arco partidario, incluidos los tres últimos presidentes: Temer, Dilma Rousseff y Luiz Inácio Lula da Silva.
Cuando se filtraron a la prensa las grabaciones y las denuncias de Joesley Batista y estalló el escándalo, el empresario ya había hecho el cambio de divisas y se había instalado en la casa que la familia tiene en Estados Unidos, con el beneplácito de la Fiscalía. “Batista engañó a los brasileños y está libre y suelto, paseando por Nueva York –se lamentaba Temer–. Mientras, Brasil, que ya había salido de la crisis económica más grave de su historia, vive ahora días de incertidumbre”.
Batista, según agregó el presidente, “no ha pasado un solo día por la cárcel” y no ha sido juzgado después de “obtener préstamos millonarios” del banco de fomento “para hacer avanzar sus negocios”. Cabe recordar también que JBS era una de las empresas salpicadas por el problema de la exportación de carne adulterada que se produjo hace unas semanas.
Temer también negó, como había hecho el sábado en televisión, lo que claramente se escucha en la grabación: que dio su visto bueno para que el empresario Batista comprara de silencio del expresidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, preso por corrupción.
El presidente reconoció que recibió a Batista en su residencia oficial el pasado marzo después de la insistencia del empresario y señaló que consideró extraños los temas abordados. Pero que la conversación no siguió los cauces tal y como aparece y que había sido editada.
Unos peritos contratados por los diarios que se hicieron eco del escándalo dijeron que efectivamente la grabación sufrió varias ediciones antes de ser entregada a la Fiscalía. No obstante, la parte más polémica del diálogo, en la que Temer da luz verde a Batista para comprar el silencio de Cunha, no sufrió modificaciones.
Pese a sus alegaciones, Temer baila en la cuerda floja.