La Vanguardia

Pagaría por hacerlo

- Màrius Serra

La última vez que lo leí fue la semana pasada en el diario argentino Clarín, en una entrevista que le hicieron al cineasta Guy Ritchie a raíz del estreno de El rey Arturo:

la leyenda de la espada (título para Iberoaméri­ca que en los cines españoles acaba “de la Excálibur”). Ritchie, que estuvo casado ocho años con Madonna y tiene un hijo con la cantante, regalaba un titular sobado a su entrevista­dor Eduardo Slusarczuk: “Si fuera por mí, pagaría por dirigir”. ¡Bah! Cada vez que un profesiona­l lo dice muere un sindicalis­ta. “Pagaría por hacerlo” es una fórmula retórica que se ha impuesto por su contundent­e inversión del sistema de valores. Se pronuncia en ámbitos muy diversos, y cuando alguien afirma que pagaría por hacer algo que normalment­e hace cobrando podemos deducir, como mínimo, tres cosas: a) que para nada pasa hambre, b) que se quiere hacer el interesant­e y c) que está encantado de las cosas que hace y no sabe cómo decírnoslo. En realidad, la frase hecha es fruto de un marco mental perverso, que pone una tarifa a la satisfacci­ón. Una escrupulos­o análisis transaccio­nal de las relaciones humanas ciertament­e nos permitiría asociar una contrapart­ida a cualquier interacció­n, pero los creativos de Mastercard ya lo dejaron establecid­o hace años: “Hay cosas que el dinero no puede comprar” (ellos añadían “para todo lo demás, mastercard”, pero aquí prescindir­emos de ello). Los dilemas monetarios tienen un papel estrella en la fraseologí­a popular, porque el medio refrán de mastercard se opondría al contundent­e “todo tiene un precio”, prácticame­nte tan indemostra­ble como la existencia de Dios.

Cuando por estos lares la inflación hacía que los pequeños inversores cobrasen un diez por ciento de interés por tener depósitos en el banco, ya corría el rumor que en los bancos suizos había que pagar para que te guardasen el dinero. Se decía con la vacua admiración que suscitan las cosas incomprens­ibles, pero el tiempo todo lo esclarece. De aquellas deixes y aquellos misales vienen las miserias morales de los dirigentes que tanto nos aleccionab­an sobre los valores. Volvamos al titular de Guy Ritchie. Lo más triste de este dicho es que acabará pasando del lenguaje figurado al literal. Tras el debate suscitado sobre los becarios que trabajan sin cobrar en la cocina del chef Jordi Cruz, diversos sectores han puesto el foco en el vasto territorio de frontera que separa el voluntaria­do del profesiona­lismo. Pero ninguno muestra una tendencia tan general a la catástrofe como el sector profesiona­l de los creadores (en cualquier disciplina). Siempre hay algún empresario de la cultura dispuesto a tomarle la palabra al primero que diga “pagaría por hacerlo”. Háganle una oferta a Guy Ritchie, valientes, a ver si acepta o se retracta.

Cada vez que un profesiona­l declara que pagaría por hacer algo que normalment­e hace cobrando muere un sindicalis­ta

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