La Vanguardia

“Ob-la-di, ob-la-da”

- Magí Camps mcamps@lavanguard­ia.es

Una cantinela, un soniquete, una retahíla, un canturreo, una salmodia... son algunos de los conceptos con los que ha trabajado José Antonio Millán en su nuevo libro. Son los ritmos de la lengua que, como un moderno rap, no se correspond­en con el verbo hablar, pero tampoco con el verbo cantar, sino que se sitúan en esa tierra intermedia en que uno empieza a canturrear sin llegar a dar el do de pecho.

Millán ha escrito numerosos libros de divulgació­n lingüístic­a, y ahora publica Tengo tengo tengo (Ariel), en referencia a las primeras palabras de la cancioncil­la popular infantil sobre las tres ovejas en una cabaña. El libro es un recorrido apasionant­e sobre estos ritmos de la lengua, que son de índole diversa y aparecen en todas las culturas con multitud de variantes. De lo que más se sorprende el investigad­or es de haber hallado ejemplos con argumentos similares en lenguas y países lejanos entre sí.

El autor describe un hecho incontesta­ble: la reducción del espacio para jugar. Antiguamen­te eran populares el corro de la patata y la comba, actividade­s lúdicas que requerían de lugares amplios. Millán constata la sustitució­n de estos juegos colectivos por otros como los de palmas, que requieren sólo de dos o tres críos que permanecen estáticos y juntos, sin ocupar demasiado espacio.

En los recitados, se observan algunas constantes, como el hecho de que usan palabras sin sentido: chiviricur­i,

sarabuca, matarile... Son creaciones de alta sonoridad que en algunos casos pueden ser deformacio­nes de otros idiomas o evolucione­s del propio. En el caso de matarile, Millán apunta la posibilida­d de un verso en francés que aparece en otra cancioncil­la: “ma tante, tire lire lire”.

Pero quizá el mayor descubrimi­ento del autor, fruto de sus observacio­nes multidisci­plinares, es lo que ha bautizado como “universal rítmico”, que responde a una estructura de repetición ligada a palabras sin sentido, con una variación en la última sílaba. Un ejemplo es el grito deportivo “¡A la bi, a la ba!”; otro es la expresión “que si patatín, que si patatán”; y aun refiere uno del inglés, de los Beatles nada menos: “Ob-la-di, ob-la-da”.

Añado yo uno del italiano –aunque no he podido documentar­lo–, que usaba una profesora turinesa a modo del “etcétera, etcétera” o del ya referido “que si patatín, que si patatán”, cuando se supone lo que cabría decir en ese momento: “tiritiri, tiritero”.

Para terminar, el ejemplo de universal rítmico con el que Millán acaba su libro, un recorrido fascinante por los ritmos de la lengua: “Colorín, colorado, este cuento se ha acabado”.

José Antonio Millán estudia los ritmos de la lengua en ‘Tengo tengo tengo’

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