La Vanguardia

Airbnb apuesta por Barcelona

- Arnau Muñoz Director general Airbnb España y Portugal

En febrero del 2008, un evento llamado 3GSM pasó a conocerse como Mobile World Congress (MWC). Barcelona ya era un destino turístico de primer orden y los ciudadanos empezaban a notar los efectos de la crisis.

El año en que el 3GSM pasó a llamarse MWC, sus organizado­res se quejaron de los altos precios de los hoteles y los congresist­as lamentaron que el iPhone 3G, el smartphone que lo cambió todo, no apareciera por la feria. En esos nueve años, los móviles han cambiado nuestra vida, transforma­ndo también la manera en la que la viajamos y nos prestamos servicios entre nosotros. Pero en lugar de subirse al carro del MWC, hay quien tiene nostalgia de la Barcelona del 3GSM. Quienes poseen el monopolio del alojamient­o en la ciudad, y han conformado su modelo turístico durante décadas, parece que prefieren jugar a la contra que apostar por la innovación.

Pocos residentes podían en el 2008 beneficiar­se de forma directa de la creciente llegada de turistas o congresist­as. Hoy, la actividad económica generada en el 2016 por la comunidad de usuarios de Airbnb en Barcelona ha superado los 1.000 millones de euros. En el 2016 más de 360.000 barcelones­es y 2,75 millones de españoles confiaron en Airbnb para encontrar alojamient­o.

El Gremi d’Hotelers de Barcelona y la normativa turística parecen ignorar que la tecnología ha permitido crear un nuevo mercado entre particular­es en el que, de manera muy fácil, dos personas de cualquier parte del mundo pueden ponerse de acuerdo. Esta nueva dinámica supone una clara oportunida­d para todos, en la que la tecnología debería ser un aliado y no el enemigo a batir.

Los nostálgico­s del 3GSM tachan de “ilegal” a toda la oferta que no entre dentro del esquema tradiciona­l turístico. Pero compartir el propio hogar de manera esporádica es una cosa muy diferente a gestionar un hotel o decenas de apartament­os turísticos. El 67% de los anfitrione­s en Airbnb comparte su residencia habitual. La gente que comparte su casa no se marcha de esa vivienda, sigue disfrutand­o del barrio y comprando en las tiendas de su entorno.

Está en manos de las administra­ciones establecer una normativa que distinga profesiona­les y particular­es. Los anfitrione­s son los primeros que reclaman una normativa que les ampare, como sucede en París, Londres, Ámsterdam o Lisboa. También quieren hacer frente sus responsabi­lidades fiscales.

Quienes tachan a las plataforma­s de ser “economía sumergida a gran escala” sólo pueden hacerlo desde el desconocim­iento o la mala fe. Toda la actividad queda registrada en las cuentas bancarias y es trazable y transparen­te. Cualquiera que comprenda mínimament­e su funcionami­ento sabe ver el potencial como aliado de las administra­ciones públicas, también en materia fiscal. La burbuja inmobiliar­ia del 2007 se forjó sin que existiera Airbnb. Hoy, tras un repunte de la economía y el interés de los inversores inmobiliar­ios, los precios vuelven a crecer. La tentación de culpar a Airbnb es grande, pero la realidad dice que el número de alquileres por más de 120 días no llega al 1% del total de viviendas en la ciudad. También que hay más viviendas vacías en Ciutat Vella que anuncios de casa entera en Airbnb ¡en toda Barcelona!

Cuando a inicios de este año anunciamos que limitábamo­s a uno el número de anuncios por un anfitrión en Ciutat Vella, mostramos que Airbnb puede ser parte de la solución a los retos de la ciudad. Hemos ofrecido a las administra­ciones un diálogo abierto y queremos ser buenos aliados. Airbnb es una empresa joven y, aunque no somos perfectos, sí estamos convencido­s de que queremos lo mejor para Barcelona y sus ciudadanos.

De las administra­ciones depende fijar una norma que distinga particular­es y profesiona­les

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