Catalanidad española
Marfany demuestra que se ha generado históricamente un “nacionalismo español de los catalanes”
Decir que “el nacionalismo español es una invención catalana” es tan simplista como decir que España, en tanto que nación moderna, es tan sólo una entelequia nacida con la reacción antinapoleónica. Pero lo que es innegable es que se ha generado históricamente un “nacionalismo español de los catalanes”, tal como demuestra Joan-Lluís Marfany en Nacionalisme espanyol i catalanitat.
¿Cuál sería la especificidad de este “nacionalismo español de los catalanes” del ochocientos? Forjado por la memoria del pacto entre el monarca y el pueblo, este españolismo “otro”, transaccional, se formula como foralismo o como constitucionalismo. Y etiquetado como provincialismo, regionalismo, federalismo, catalanismo o nacionalismo (catalán), intervencionista o ya no.
El proceso de Nation-building en la España tan guerracivilista del siglo XIX es también un fracaso catalán. Y más en concreto: de la burguesía catalana. ¿No es a eso a lo que se refería Solé-Tura en su polémico Catalanismo y revolución burguesa? Se cuestionaba el catalanismo proyectado como reformismo (burgués) de “la España grande”. O sea la decidida continuidad de aquel “nacionalismo español de los catalanes” en que ahora pone énfasis Marfany.
¿Hay un nacionalismo español surgido y fomentado desde el interior de la catalanidad? Sin duda. Social y políticamente, ese “nacionalismo español de los catalanes”, alternativo al uniformizador de tipo jacobino, se expresará, a lo largo del ochocientos, tanto en clave federal tradicionalista como en clave federal republicana (al fin ambos marginales en el conjunto) antes de subsumirse en el sistema caciquil del bipartidismo en alternancia.
Más que “la relación entre las identidades catalana y española” (que Marfany analiza básicamente desde la opinión emitida en el polo catalán), Nacionalisme espanyol i catalanitat certifica la historia de un amor finalmente no correspondido. Y aunque el factor decisivo en el “desarrollo de la ideología regionalista” no fuera la lengua sino “un modelo de desarrollo económico y de organización social”, la lengua, dice, fue “el principal factor del generalizado sentimiento de hostilidad de los otros españoles con los catalanes”.
Para desmentir la supuesta muerte y renacimiento de la catalanidad digamos etnocultural, Marfany parte de la idea de que “desde el momento que empezaron a decírselo, los catalanes nunca han dejado de pensar que son catalanes”. ¿De pensarse o de sentirse catalanes? Tendemos a olvidar que lo que se siente –o que se cree– suele ser más fuerte que lo que se piensa. ¿No es este choque uno de los detonantes del romanticismo?
Este libro de Marfany es una contribución importante a la historia de la autopercepción catalana. Se documentan en él, con abundancia de citas, los fundamentos de una propuesta digamos girondina que desde el XIX ha ido dibujando idealmente aquella “nación de naciones” que Maragall y Zapatero –en la línea de Anselmo Carretero– denominaban “la España plural”.