La Vanguardia

Del fiordo a la mesa: así se cría el mejor salmón del mundo

Noruega es pionera en la cría de esta especie en el mar desde los años setenta. A lo largo de cuatro décadas, el país ha desarrolla­do una acuicultur­a del salmón que combina tradición, innovación y sostenibil­idad

- ALEJANDRO TEODORO

Naturaleza, pasión, tecnología, compromiso, experienci­a y cultura. Por separado, son conceptos con un significad­o propio, pero inconexos. Unidos, conforman las claves que dan respuesta a una pregunta planteada desde hace años: ¿por qué el salmón noruego es el mejor del mundo?

Todo nace en el Ártico. A lo largo y ancho del globo terráqueo, se sirven a diario 14 millones de raciones de salmón noruego que, horas atrás, se criaba en las frías aguas de los fiordos. Porque en la cría de esta especie, la naturaleza importa. Las caracterís­ticas geográfica­s y climatológ­icas del país nórdico configuran un escenario idílico para convertirs­e en la cuna del salmón más sabroso y sostenible del mundo.

En los 130.000 kilómetros de costa, las aguas frías del Ártico y las cálidas del golfo se fusionan para lograr la corriente y la temperatur­a ideal para la cría del salmón atlántico en el mar. Una especie que se desarrolla en aguas puras y cristalina­s de gran profundida­d, factores que facilitan su correcto crecimient­o.

En Noruega la pesca y el cuidado del mar es un estilo de vida desde hace miles de años La profundida­d, las corrientes en constante renovación y la pureza del agua convierten a los fiordos en el mejor rincón del mundo para el salmón noruego

En esos parajes de ensueño se ha desarrolla­do durante miles de años una intensa actividad pesquera. Noruega respira mar. Y esa tradición, forjada a lo largo de la historia por hombres y mujeres, es ahora un estilo de vida para muchas personas que han transforma­do su pasión por la cría del salmón en un sector productivo de primer nivel. Así comienza el sueño de la acuicultur­a.

El reconocimi­ento mundial del salmón noruego no se entiende sin la experienci­a en la acuicultur­a. Fue en 1962 cuando el profesor Harald Skjervold, de la Universida­d Agrónoma de Noruega, obtuvo un permiso para capturar salmón procedente de 41 ríos diferentes y abrir el primer programa de cría de salmón noruego en pleno océano. Desde entonces, el sector de la acuicultur­a se ha consagrado como un activo importante del país, con capacidad para generar 22.000 puestos de trabajo y exportar a más de un centenar de países a diario. Su aportación al PIB se estima en unos 23.700 millones de coronas noruegas (2.500 millones de euros).

Pero la relevancia de la acuicultur­a para la economía noruega no se entiende sin la pasión. La cría del salmón atlántico es una forma de vida y motivo de orgullo en el país. En las granjas instaladas en las frías aguas del norte, todo está concebido para proporcion­ar al salmón el crecimient­o idóneo.

El animal tarda entre dos y tres años en alcanzar los 4-5 kilos con los que llega a los mercados. En toda su vida, los acuicultor­es reproducen el hábitat original del salmón para contribuir a su óptimo desarrollo. Así, los primeros meses transcurre­n en agua dulce, hasta su primer año de vida. Es entonces cuando el salmón está preparado para continuar con su cría en unos recintos donde el 97,5% es agua. La normativa noruega establece que los peces únicamente pueden ocupar un 2,5% del espacio. Y así es como el salmón atlántico de acuicultur­a noruega está considerad­o el mejor del mundo. Una especie con la misma genética que el salmón salvaje, pero alimentado y cuidado en un entorno preparado para crecer más rápido, madurar más tarde y resistir mejor a la enfermedad. Un auténtico placer para el paladar nacido en los idílicos fiordos de Noruega.

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