Matanza de cristianos en Egipto reivindicada por el EI
Los terroristas asesinan a 28 coptos, tiroteados cuando iban a un monasterio
Un comando terrorista del Estado Islámico acribilló ayer a tiros un convoy de cristianos que se dirigían al monasterio de San Samuel, a 200 kilómetros al sur de El Cairo. Entre los 28 muertos hay varios niños de corta edad.
A los cristianos de Egipto se les niega el sosiego hasta en medio de las dunas. Al menos veintiocho coptos fueron asesinados ayer por un comando terrorista que interceptó los autocares con que se dirigían al monasterio de San Samuel, 200 km al sur del Cairo. Tras bloquear el convoy con tres todoterrenos, en una carretera del desierto paralela al Nilo, al menos seis enmascarados abrieron fuego con armas automáticas, antes de darse a la fuga.
Uno de los autocares estaba ocupado por personal de mantenimiento del centro religioso, mientras que en el otro viajaban sus esposas e hijos, para los que no hubo clemencia. Entre las víctimas hay muchos menores –hasta de dos años– y según una fuente copta sólo tres niños salieron ilesos. En total, veinticinco pasajeros resultaron heridos de bala y tuvieron que ser trasladados a hospitales de Al Adu, Magaga, Bani Mazar e incluso El Cairo. Un obispo copto afirmaba que la cifra de muertos podría ascender a treinta y cinco.
Las víctimas se encontraban en un punto aislado a apenas quince kilómetros de su destino, un monasterio fundado durante los primeros siglos del cristianismo en el Nilo medio, en una provincia, Minia, donde uno de cada tres habitantes es cristiano, más que en cualquier otra región egipcia.
El atentado se produce la víspera del inicio del Ramadán. Y apenas cuatro semanas después de la visita del Papa a Egipto –la primera de un pontífice en veinte años–. Francisco decidió no alterar sus planes a pesar de los atentados el domingo de Ramos contra sendas catedrales coptas, en Alejandría y Tanta, que dejaron casi medio centenar de muertos. Y en El Cairo concelebró una misa con el patriarca copto en la iglesia donde unas treinta personas habían sido asesinadas en diciembre. Una iglesia más conocida por el apellido de su constructor, el abuelo de Butros Butros Ghali, y en cuya cripta fue enterrado el propio ex secretario general de las Naciones Unidas a principios del año pasado.
Aunque el atentado de ayer aún no ha sido reivindicado, todo apunta al Estado Islámico, responsable de las últimas matanzas de coptos y cuyas amenazas se redoblaron el mes pasado.
El Vaticano asumió riesgos en más de un sentido para expresar su solidaridad con los coptos, cuya iglesia es independiente. Aunque antes se allanó el camino con la recepción en la Santa Sede de la primera autoridad del islam suní, el gran imán de la mezquita cairota de Al Azhar.
El caso es que la comunidad cristiana egipcia, por varios motivos, apoya masivamente al mariscal Al Sisi, como protector de las minorías frente a la mayoría suní. De un modo parecido a como las minorías sirias se alinean graníticamente con la dictadura de Bashar el Asad en Siria.
Al Sisi, hombre fuerte de Egipto desde su golpe de Estado del 2013, se hizo designar posteriormente presidente con más del 96% de los votos. Sin embargo, el resquemor entre los seguidores del primer presidente egipcio elegido democráticamente, Mohamed Morsi, depuesto y todavía encarcelado, no se ha apagado. El apretón de manos de Francisco a Al Sisi –precedido por el que le dio Donald Trump– no es apreciado por todos los egipcios y singularmente por las víctimas de su represión. Y desde luego, es acogido con frialdad en Turquía, cuyo Gobierno fue, junto al de Qatar, el principal apoyo de los Hermanos Musulmanes de Morsi.
Los coptos –uno de cada diez egipcios– no son los únicos que re-
Dos autobuses fueron atacados por seis terroristas, huidos en tres todoterrenos
celan de los Hermanos Musulmanes y el temor se acrecienta a medida que se sube en la escala social, siendo las clases acomodadas coptas, obviamente, los partidarios más encendidos del régimen militar. Una apuesta que tiene explicaciones evidentes pero que enfurece tanto a los islamistas de todo pelo como a los que creyeron en la primavera árabe y en las manifestaciones de la plaza Tahrir que derrocaron al anterior dictador, el general Mubarak.
El atentado de ayer no ayuda ciertamente a que Al Sisi levante el estado de excepción de “tres meses” que decretó tras el doble atentado del domingo de Ramos. Asimismo, la violencia en el país de las pirámides supone un golpe a la industria turística, pulmón de la economía. Sin embargo, ayer un comunicado del Movimiento Brazos de Egipto (Determinación) subrayaba que los extranjeros no son un objetivo para ellos: “Somos la resistencia, no asesinos”. Un mensaje anterior de dicha organización había sembrado la alarma entre las embajadas extranjeras y hasta el Instituto Cervantes suspendió sus clases.
El monasterio de adobe al que ya nunca llegarán veintiocho peregrinos, el de San Samuel Confesor, está enclavado en una región en la que la arquitectura y el paisaje parecen sacados directamente de un pesebre. Y es que el cristianismo llegó antes a Egipto que a Roma, aunque los coptos se separaron del resto de la Iglesia al no aceptar los dogmas del concilio de Calcedonia (hoy Kadiköy, un barrio de Estambul).
Hace un par de meses, cientos de coptos experimentaron su particular huida del Sinaí, hostigados por fuerzas islamistas. Reproduciendo a pequeña escala el auténtico éxodo vivido por los cristianos de Oriente desde la invasión de Irak. Abandonando ciudades de la Biblia que para muchos cristianos sólo existen como topónimos de historia sagrada. Un destino que los coptos, que no son el eslabón más débil pero sí la presa más fácil, pretenden evitar.