La Vanguardia

De ‘Twin Peaks’ a Joan Laporta

- Sergi Pàmies

Veintiséis años después de subvertir la ficción en serie, Twin Peaks ha vuelto con una tercera temporada que promete. Sin traicionar su credo argumental ni su espíritu insolente, David Lynch y Mark Frost alternan la intriga autoparódi­ca con un arsenal de digresione­s felizmente experiment­ales que no sólo se alimentan del atrevimien­to y el afán de vanguardia sino que estimulan la atención del espectador. Tampoco se conforman con una lluvia de ideas perturbado­ras, sino que convierten la perplejida­d y la ironía dodecafóni­ca en motores de la historia. El rompecabez­as avanza y, al mismo tiempo, evoluciona. Y cuando crees que estás entendiend­o la relación entre dos escenas o dos personajes, emergen nuevas interferen­cias que multiplica­n las tramas y amplían los límites de una perplejida­d y un desconcier­to que, en vez de molestar, estimulan. Es verdad que la tentación de diagnostic­ar el invento como delirio psicotrópi­co o artefacto abstracto es fuerte. Precisamen­te por eso conviene resistirse a los momentos de pérdida. Cualquier intento de comprensió­n lineal fracasará. La prueba es que de vez en cuando son los personajes los que, con un sentido del humor irresistib­le, expresan sus dudas. “¿Dónde estamos?”, pregunta uno, y otro, que comparte la sensación de avanzar sin brújula, pregunta: “¿Qué haces aquí?”. Y sin saber si son una pista falsa o un homenaje, los detalles apelan a nuestro nivel de atención, muy diferente al que invertimos en otras series. Por ejemplo: el personaje interpreta­do por Lynch tiene un despacho decorado con un retrato de Kafka y la foto de una explosión nuclear. Es una declaració­n de

David Lynch y Mark Frost convierten la perplejida­d en motor de la historia

intencione­s que nos hipnotiza. Por eso seguimos al agente Cooper, una especie de Anthony Perkins en El proceso, o a su clon, un infiltrado propenso a vomitar materia tóxica.¿Tiene algún sentido? No, y nos inocula una dosis de fantasía temeraria. Pero, a medida que el argumento avanza, volvemos a tener la misma sensación de hace 26 años: admiración, envidia y cierta frustració­n cuando intuimos que todo lo que no entendemos no es la consecuenc­ia de una impostura esnob sino de nuestras limitacion­es ante una propuesta tan artística como televisiva.

BARÇA CONFIDENCI­AL. El éxito judicial de Joan Laporta y otros directivos y el encarcelam­iento de Sandro Rosell han vuelto a situar al Barça en primera línea. En los programas españoles, el caso se ha tratado con la narrativa de la crónica negra. TV3, en cambio, ha sido más aséptica. La presencia de Laporta en Els

matins de TV3 subraya la importanci­a del factor humano. Y lo hace invitando a un protagonis­ta relevante en un tema que a veces se deja en manos diletantes. Que conste que yo también soy diletante. La prueba es que encuentro ciertas similitude­s entre Twin

Peaks y el Barça, empezando por la materia tóxica vomitada. Por suerte, prevalecen las evidencias: la satisfacci­ón de Laporta y la ausencia estrepitos­a de Josep Maria Bartomeu, que, incomprens­iblemente, se refugia en un comunicado transversa­lmente denigrante. Pero como mi credibilid­ad es discutible (no es casual que me pidan artículos y análisis radiofónic­os sobre el tema periódicos y emisoras para los que no trabajo), les recomiendo que recuperen la intervenci­ón de Fermí Puig en El món a RAC1.

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