El Cercle se define
El Cercle d’Economia es, de entre las entidades que representan al empresariado catalán, la que más abiertamente refleja los intereses financieros de la elite catalana, matizados por la presencia de altos ejecutivos, de algún empresario familiar y de representantes del mundo académico. Esa diversidad explica tanto los equilibrios que debe hacer como que en el debate interno pesen factores que están más allá de los intereses estrictamente empresariales.
En la práctica, el Cercle se singulariza por dos cosas. Una, que pone por escrito sus opiniones. Eso no es fácil en una elite empresarial a la que históricamente le ha costado verbalizar sus posiciones políticas. Por eso sus documentos son importantes, porque reflejen o no su opinión profunda, son un indicio de cómo piensa y evoluciona.
La otra cosa que destaca son los encuentros de Sitges. Pensados como espacios de debate económico, la voluntad de influir primero y la turbulenta realidad después, los ha acabado convirtiendo en un clásico de la temporada política. Y en ese trato en la corta distancia, el Cercle ha demostrado una especial eficacia en su capacidad de presión. En mayo del año pasado, todavía sin gobierno en Madrid, el Cercle pidió que gobernara la lista más votada. Antón Costas se lo soltó a Pedro Sánchez. Le dijo que dejara gobernar a Rajoy. Y Sánchez salió más descolocado de lo que había entrado.
Este jueves se abrieron las que tenían que ser las jornadas de Sitges “menos políticas” de los últimos años, en palabras del nuevo presidente, Juan José Brugera. No ha sido así. Y en la práctica, quedarán para la historia como el momento en que el Cercle ha marcado una definitiva distancia con el soberanismo que gobierna Catalunya.
Cuando Brugera le pidió ante el micrófono a Carles Puigdemont que fuera al Congreso de los Diputados a explicar su propuesta de referéndum, en el marco de la estrategia del Gobierno de Mariano Rajoy frente a la Generalitat, el Cercle optó abiertamente por la posición del Gobierno central.
El Cercle nunca ha estado cómodo con el proceso soberanista. Cuando en Madrid se reprocha la “tibieza” de los empresarios catalanes ante la situación, el Cercle se siente interpelado. En el 2010, su entonces presidente, Salvador Alemany, pidió secundar la manifestación contra la sentencia del Constitucional. Se quedó solo. Después se abrió un periodo en que la institución osciló entre el pacto fiscal y una reforma constitucional no concretada. En septiembre del 2015, en pleno calor del debate soberanista, la institución pidió en un documento una consulta pactada. Hasta ahí llegó.
Esta semana, en la medida en que Madrid ha incrementado el diapasón de sus mensajes (de las advertencias de Guindos y Cospedal, a la carta de Rajoy), el Cercle ha acabado por decantar su posición.
La institución decanta su posición ante el soberanismo en unas jornadas netamente políticas