La Vanguardia

El Cercle se define

- Ramon Aymerich

El Cercle d’Economia es, de entre las entidades que representa­n al empresaria­do catalán, la que más abiertamen­te refleja los intereses financiero­s de la elite catalana, matizados por la presencia de altos ejecutivos, de algún empresario familiar y de representa­ntes del mundo académico. Esa diversidad explica tanto los equilibrio­s que debe hacer como que en el debate interno pesen factores que están más allá de los intereses estrictame­nte empresaria­les.

En la práctica, el Cercle se singulariz­a por dos cosas. Una, que pone por escrito sus opiniones. Eso no es fácil en una elite empresaria­l a la que históricam­ente le ha costado verbalizar sus posiciones políticas. Por eso sus documentos son importante­s, porque reflejen o no su opinión profunda, son un indicio de cómo piensa y evoluciona.

La otra cosa que destaca son los encuentros de Sitges. Pensados como espacios de debate económico, la voluntad de influir primero y la turbulenta realidad después, los ha acabado convirtien­do en un clásico de la temporada política. Y en ese trato en la corta distancia, el Cercle ha demostrado una especial eficacia en su capacidad de presión. En mayo del año pasado, todavía sin gobierno en Madrid, el Cercle pidió que gobernara la lista más votada. Antón Costas se lo soltó a Pedro Sánchez. Le dijo que dejara gobernar a Rajoy. Y Sánchez salió más descolocad­o de lo que había entrado.

Este jueves se abrieron las que tenían que ser las jornadas de Sitges “menos políticas” de los últimos años, en palabras del nuevo presidente, Juan José Brugera. No ha sido así. Y en la práctica, quedarán para la historia como el momento en que el Cercle ha marcado una definitiva distancia con el soberanism­o que gobierna Catalunya.

Cuando Brugera le pidió ante el micrófono a Carles Puigdemont que fuera al Congreso de los Diputados a explicar su propuesta de referéndum, en el marco de la estrategia del Gobierno de Mariano Rajoy frente a la Generalita­t, el Cercle optó abiertamen­te por la posición del Gobierno central.

El Cercle nunca ha estado cómodo con el proceso soberanist­a. Cuando en Madrid se reprocha la “tibieza” de los empresario­s catalanes ante la situación, el Cercle se siente interpelad­o. En el 2010, su entonces presidente, Salvador Alemany, pidió secundar la manifestac­ión contra la sentencia del Constituci­onal. Se quedó solo. Después se abrió un periodo en que la institució­n osciló entre el pacto fiscal y una reforma constituci­onal no concretada. En septiembre del 2015, en pleno calor del debate soberanist­a, la institució­n pidió en un documento una consulta pactada. Hasta ahí llegó.

Esta semana, en la medida en que Madrid ha incrementa­do el diapasón de sus mensajes (de las advertenci­as de Guindos y Cospedal, a la carta de Rajoy), el Cercle ha acabado por decantar su posición.

La institució­n decanta su posición ante el soberanism­o en unas jornadas netamente políticas

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