La Vanguardia

INSPIRACIÓ­N. PODER

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La dacha es una Arcadia particular para cada ciudadano ruso. Es su paraíso. Un lugar ideal para encontrar la inspiració­n. Tolstói la halló en la finca de Yásnaya Poliana (hoy, provincia de Tula), donde nació en 1828. En 1847 recibió la propiedad tras repartir la herencia paterna con sus hermanos. Y allí escribió sus obras más famosas: Guerra y paz y Anna Karénina. Otro nombre inmortal de la literatura rusa, Borís Pasternak, encontró su Arcadia en Peredélkin­o, 25 kilómetros al suroeste de Moscú, donde escribió su Doctor Zhivago. A petición de Máximo Gorki, Stalin permitió en 1934 que la Unión de Escritores Soviéticos dedicara parte de la ciudad a casas de descanso para sus miembros. Durante varios años construyer­on 50 dachas de madera de dos pisos estilo alemán. Iliá Ilf, Alexánder Serafimóvi­ch, Arseni Tarkovski, Bulat Okudzhava, Kornéi Chukovski, Bela Ajmadúlina o Yevgueni Yevtushenk­o, entre muchos otros, también vivieron allí. El poder también ha usado las dachas como lugar de retiro. El poder económico, como el de los nuevos ricos que en la actualidad ha terminado conquistan­do zonas como Peredélkin­o. O el poder político. Stalin, por ejemplo, tenía a su disposició­n 18 dachas. Pero su favorita era la Dacha Blízhnyaya (o “dacha cercana”), situada cuando se construyó en 1933 en el pueblo de Kúntsevo (hoy, parte de Moscú). El dictador soviético encontró allí sosiego tras el suicidio de su mujer, Nadezhda Allilúyeva. Allí pasó la Segunda Guerra Mundial y allí le visitaron Winston Churchill o Mao Zedong. Fue también el lugar de su muerte, en 1953.

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