“No escriba, llame”
La popularización del teléfono empezó a apartar la epístola mucho antes que internet
Vete tranquila y escribe de cuando en cuando”. Con esta frase empezaba un curioso anuncio, publicado en 1929 por la Compañía Telefónica Nacional de España, para popularizar el uso del teléfono y destacar sus virtudes en comparación con la carta. “Antes teníamos que contentarnos con la carta. Por una cantidad pequeña de dinero se puede tener una conversación en la que se crucen cientos de palabras”, seguía el anuncio, que pregonaba también la rapidez y facilidad de la comunicación. Toda una premonición.
La lentitud y la falta de inmediatez, además del esfuerzo de escribir, a poder ser sin faltas y de una forma atractiva, han relegado la carta en la era digital. Pero para muchos de sus defensores estas son, paradójicamente, sus principales virtudes. “Es un medio que se ha quedado marginado, pero es imposible sustituir la carta por un correo electrónico. Hay cartas de perdón, de despedida, de amor… cuando se quiere dar un mensaje de solemnidad, se utiliza la carta; es el medio de comunicación más personal que tenemos”, razona Yolanda Parra, filóloga.
El poder sentimental de la carta, muy nostálgica, es uno de los factores que explica que persista cuando las palabras pueden volar a través de internet. “Tengo en casa de mis padres una caja enorme con cartas de mis primeros amores de verano, y ahora envío postales a mis hijos explicando en su lenguaje los lugares que visito, para que las puedan leer pronto. Estoy enamoradísimo de las cartas y de las postales”, explica Alberto Gómez, periodista. “La carta es un viaje al pasado, nos conecta con algo que no queremos perder”, dice la escritora Ángeles Doñate.
Montse Castellà, cantautora ebrense, sigue enviando cartas a sus amigas. “Una carta siempre llega en un buen momento, es paciente y respetuosa. Una llamada o un mensaje de WhatsApp parece que no pueda esperar, pero en cambio una carta llega y espera a ser leída; cuando la leemos siempre es un buen momento porque lo hemos escogido nosotros”, razona.
Muchos otros guardan y releen sus cartas de amor, como los padres de Merche Crespo, José María y Mercedes. Él, vasco, de Lanestosa, y ella, del barrio de Gràcia; conservan toda la comunicación epistolar de sus dos años de noviazgo, en la distancia. “Mi madre me explicó que escribía una carta diaria, ¡cada tarde!”, recuerda Crespo.
Que la carta es un medio de comunicación amenazado lo demuestra que muchos jóvenes no saben ni cómo empezar cuando tienen que escribir una carta. “Vienen muchos al estanco y les tienes que ayudar, explicando dónde va el sello o el remite; también escuelas con niños que no saben ni que existe el correo”, asegura Jaume Ordeig, del Gremi d’Estanquers de Catalunya, con su estanco en l’Hospitalet de Llobregat.
“La carta nació del corazón,
La inmediatez de la llamada relegó a la carta, pero la pausa es ahora una virtud para sus defensores
pero filológicamente las nuevas generaciones no tienen ni idea de escribir una carta, de cómo hacer el cuerpo argumentativo”, asegura Parra. “Tiene que ver también con la paciencia, tú escribes y el otro espera. Y con el cuidado del lenguaje. Creo que salvaremos la carta, está en nuestras manos, pero nunca más volverá a ser lo que era, no tendrá aquel papel político, histórico ni económico... Pero tendrá un papel sentimental”, sostiene Doñate.
Antonio Aguilar es hijo de cartero y autor de una tesis dedicada al correo en Catalunya. Su ruta por la historia del correo de Barcelona es un viaje entre sorprendentes anécdotas: la desinfección de cartas que llegaban de zonas con epidemias; los carteros que buscaban las casas de sus destinatarios sin números en las calles ni direcciones postales en los sobres; las cartas abiertas; o de cuando las noticias llegaban a los periodistas en las cartas.