Policías contra los mojitos indigestos
Los 90 guardias urbanos del grupo de playas de Barcelona arrancan la temporada con la prioridad de combatir la venta ilegal
Arrancaron el jueves y, con sólo tres jornadas patrullando, los guardias urbanos del grupo de playas ya se ha hecho una idea de lo que les espera este verano en los 4,2 kilómetros de litoral barcelonés. Los vendedores ambulantes de cócteles imbebibles sin ningún tipo de control, los manteros, los lateros, los comerciantes de pareos redondos y las masajistas asiáticas ya están de nuevo en las playas. Tampoco se han perdido el arranque de la temporada los ladronzuelos.
El grupo de playas de la Guardia Urbana se creó en el verano del 2012 para patrullar específicamente en el litoral y dedicarse a la conflictividad particular de esta concurrida área de la ciudad por la que en verano pasan varios millones de personas. Los policías trabajan de paisano a pie, en bicicleta, quad, coche o a bordo de una de las dos embarcaciones.
Los mojiteros se han convertido en parte del paisaje playero y en un grave problema de salud que hasta ahora se combate con las incautaciones y las sanciones que impone la Guardia Urbana; y con consejos a los turistas que, visto lo visto, caen en saco roto. Cualquier parecido de sus mojitos con uno de verdad es pura coincidencia. El mercado de venta lo copan ciudadanos de origen pakistaní e indio que, escondidos entre un par de coches, en las rocas de un espigón fabrican el brebaje con bebidas de dudoso origen y luego lo venden a incautos bañistas a pie de arena. El precio varía según la hora y el estado del hielo. Si está recién hecho, pueden pedir hasta cuatro euros por cada mejunje.
El buen día llenó ayer las playas y, aunque sin colgar todavía el cartel de “no hay lugar para una sola toalla más”, la arena estaba concurrida, y el agua, bastante limpia. Los vendedores de bebidas fabricadas a hurtadillas no tardaron en dejarse ver. Vociferaban que estaban de oferta por ser arranque de temporada.
El año pasado, el grupo de playas de la Guardia Urbana intervino 202.730 bebidas e interpuso 20.697 denuncias. Las dos cifras doblaban las del año anterior. Y serían más si hubieran más guardias urbanos destinados al grupo de playas. Porque en cuanto un policía se detiene para levantar un acta a un vendedor ambulante, otros tres aparecen por otro lado con la bandeja llena de vasos de plásticos con sus pócimas. “La única solución a esta plaga es que los bañistas dejen de comprar, que sean conscientes de la procedencia absolutamente insalubre de esos brebajes”, indica un responsable de la policía.
En cualquier caso, es un fenómeno complicado de erradicar, como los lateros, que aún en menos medida también por la presión y la vigilancia del personal de los chiringuitos, siguen presentes. Las masajistas orientales son otro de los fenómenos con los que se topan a diario estos guardia urbanos. Es un negocio muy rentable para ellas y difícil de perseguir, reconoce el mismo interlocutor. Sólo llevan encima una pequeña botella de aceite y pactan el precio allí mismo. Cuando son interceptadas, explican que son amigas del bañista y que no han cobrado nada por el masaje. No es sencillo denunciarlas.
Las masajistas no son fáciles de denunciar; al ser interceptadas, aseguran que sólo son amigas del bañista