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Las buenas cifras de empleo del mes de mayo, las mejores desde el 2008, y la necesidad de atajar la violencia de género.
LAS cifras del empleo en España el mes de mayo son excelentes: 223.192 afiliados más a la Seguridad Social, lo que eleva el total a 18,34 millones, un nivel no alcanzado desde diciembre del 2008. Los datos del Ministerio de Empleo revelados ayer son muy matizables y han recibido incluso descalificaciones, sobre todo desde sindicatos y partidos de la oposición, que hasta transmiten malhumor con unos datos cuyo mérito no es de nadie en particular y es de todos en general, lo que debería traducirse en un mensaje menos interesado y más optimista para seguir en la senda del crecimiento.
Naturalmente, un país que tiene 3,46 millones de parados inscritos no puede lanzar las campanas al vuelo ni ignorar un desempleo del 18,75%, según la Encuesta de Población Activa. Pero, en contexto, esos 3,46 millones son la cifra más baja desde el 2009, otro indicio de que la crisis ha quedado atrás, crece el empleo y aumenta la percepción de progreso. No obstante, y como es ya habitual, muchos agentes sociales aguaban ayer la noticia. Desde quienes recuerdan que se trata de empleos precarios hasta quienes los consideran subempleos, hasta el punto de que el mismísimo secretario general de la UGT, Josep Maria Álvarez, comentaba que “muchas personas trabajan para seguir siendo pobres”. Este es un error habitual en medios sindicalistas. Reacciones semejantes dan por bueno que todas las personas que aceptan voluntariamente empleos no deberían estar satisfechas ni hacerse ilusiones porque sus trabajos son malos. ¿Son torpes, las engañan o tienen vocación por la pobreza? Despreciar sus nuevos empleos o descalificarlos porque se inscriben en el sector de los servicios tiene algo de desdeño hacia los contratados, que seguramente prefieren trabajos precarios antes que el descorazonador cruzarse de brazos del día a día de muchos desempleados. El número de contratos indefinidos en mayo es el que es: un 8,25%. ¿Bajo? Sin duda. Y cuatro de cada diez nuevos empleos son a tiempo parcial. Aun así, pese a la estacionalidad, la mayoría de las personas que abandonan el desempleo suelen estar satisfechas y más orgullosas de lo que ciertas reacciones sugieren.
Que cifras como la de este mayo puedan ser despachadas como una desgracia o un repicar de campanas es otra muestra del divorcio entre los representantes políticos y sindicales y el pulso de la calle, donde es perceptible un mayor optimismo y la satisfacción de que la crisis está quedando atrás. El trabajo de muchas pequeñas empresas, establecimientos de servicios o reservas de viajes denota un buen estado de ánimo de la economía española. El divorcio entre el mundo oficial y la realidad de los ciudadanos empieza a guardar similitudes con lo vivido en Italia, un país cuyas grandes etapas de crecimiento económico coincidían con gobiernos inestables, poco valorados y tormentas políticas sin final. Bajadas históricas del paro como la registrada en Andalucía o el récord de afiliadas a la Seguridad Social alcanzado en mayo –8,5 millones de mujeres, el 46,35% del total de ocupados– son, entre otros, argumentos de peso para mejorar la confianza colectiva y perseverar en un camino que proporciona empleo.
No hay mejor antesala al empleo de buena calidad que el empleo a secas. De ahí que para la mayoría de los ciudadanos, por mucho que se diga lo contrario, estas son unas cifras que animan e invitan a mirar el futuro con mayor confianza.