Cómo llegar al día D+1
Mientras los exconvergentes se ahogan en sus males, en ERC no han renunciado a sus banderas
“A ver quién queda en pie el día D+1”. El Govern y los altos cargos firmaron su compromiso con la convocatoria, organización y celebración del referéndum, pero la procesión va por dentro de las formaciones involucradas en la aventura soberanista. Las asignaturas pendientes se acumulan en el partido del president, en el que conjugar las tensiones por el enfrentamiento con el Gobierno central y los procesos judiciales abiertos está haciendo estragos.
La dirección del PDECat ha roto con el pasado convergente de una manera más que visible en los últimos días. Marta Pascal enseñó la puerta de salida al exconseller Germà Gordó al anunciarse que era investigado en el caso del 3% y defendió que el consorcio del Palau de la Música acusara a CDC en el juicio que finaliza en unos días en contra del criterio de Artur Mas. Pascal ha marcado los objetivos del partido a medio plazo y con la vista puesta más allá del proceso soberanista, pero el lastre para recuperar un perfil político central equivalente al de la antigua Convergència no es poco. Mas ejerce de embajador del independentismo, “consciente de que los casos judiciales merman su imagen” –está por llegar el juicio a Oriol Pujol por el fraude de las ITV, avisan–, y aumenta la tensión en el seno del PDECat y del propio Govern; y Puigdemont se siente liberado respecto al futuro del partido en sus decisiones a la hora de avanzar hacia el referéndum, por mucho que algunos de sus consellers vivan con temor las consecuencias personales de la vía unilateral.
Las turbulencias pendientes de afrontar son múltiples, pero no impiden que en paralelo se desarrolle una competición soterrada por una futura candidatura electoral sin que el terreno de juego político esté definido. La idea de la ejecutiva es esperar abrir ese melón mientras el proceso soberanista esté vivo, y se apuesta por el rearme ideológico y municipal del partido, pero aun así aspirantes como Santi Vila mantienen contactos de altura para decidir su futuro. Su permanencia en el Govern también va ligada a su estrecha relación con Puigdemont, que apoyaría su candidatura a la presidencia de la Generalitat. No habría batalla con Neus Munté, que prefiere un pacto con Vila que incluya el Ayuntamiento de Barcelona. Eso, si algún asesor externo no se sale con la suya.
En el partido también se asume que la determinación de Puigdemont choca con los objetivos a medio plazo de su partido. La moción de censura impulsada por Podemos es el ejemplo de esa disociación. En el encuentro que mantuvieron en Madrid hace dos semanas, Pablo Iglesias tuvo el convencimiento de que el president le ofrecía el apoyo de su partido a la censura. Pero en las reuniones de los grupos en el Congreso se pone de manifiesto que el partido tiene un proyecto al margen del proceso soberanista: el de reconstruir un espacio político propio tras la implosión de CDC.
Mientras los exconvergentes se ahogan en sus males, desde ERC no han renunciado en ni una de las votaciones del Parlament a su perfil de formación de izquierdas y abanderado de las manos limpias. Suman victorias de gestión como el acuerdo para la renta mínima universal y el cierre de la Modelo, pero sobre todo presionan a sus socios en el terreno de la corrupción, primero con el caso Palau y el viernes con la imputación del diputado Germà Gordó. El liderazgo indiscutido de Oriol Junqueras no impide algunas discretas disensiones en la segunda línea de mando, aunque con el viento electoral a favor no hay margen para su visualización pública. “El partido está fuerte”, sostienen, lo que les permite obviar debates más allá del debate soberanista. “Estamos preparados para el referéndum, con todo lo que comporta. Después, ya veremos”. Y vuelven a aparecer en el horizonte las hipotéticas inhabilitaciones por la intervención judicial en el proceso.
El “ya veremos” también altera al nuevo proyecto de Catalunya en Comú. La formación auspiciada por Ada Colau debe resolver a internamente su posición ante el referéndum. Su hoja de ruta fijaba la conclusión del debate, no sin tiranteces, en una reunión de la coordinadora nacional el 8 de julio, pero la aceleración del proceso en los últimos días puede alterar sus planes. Xavier Domènech aspira a forjar un proyecto “autónomo del procesismo” y se mantiene firme a la hora de reivindicar la defensa del 80% de apoyos al derecho a decidir con el Pacte Nacional per al Referèndum como plataforma, pero es consciente de que si la próxima semana la estrategia del Gobierno central toma tintes “represivos” no tendrán más remedio que sumarse a las movilizaciones. Ese es ahora su debate, aunque han dejado claro a los partidos independentistas que para ellos hay vida más allá de septiembre.
No obstante, con el “referéndum o referéndum” entre manos, nadie se atreve a situar unas elecciones en su calendario ni en su discurso, pero ya se reparten papeles en ese nuevo guión: ERC ejercerá de referente del independentismo; el PDECat esgrimirá el fantasma de un nuevo tripartito, y los comunes, la bandera de un gobierno de izquierdas. Con permiso del referéndum.