Condena conyugal
Dansa de mort Autor: August Strindberg Versión y dirección: Jordi Casanovas Lugar y fecha: Sala Muntaner. Hasta el 9/VII/2017
Por primera vez la Sala Muntaner presenta un espectáculo en un espacio central. Es así como el director Jordi Casanovas ha querido visualizar una de las obras más tenebrosas y amargas de Strindberg (Estocolmo, 1849-1912): Dansa de
mort. El espacio central es una plataforma elíptica a la que se le pide que sugiera, según la acotación del autor, un lugar inhóspito y oscuro, frío: “Una isla; una especie de torre; una fortaleza militar, aislada”. En este lugar, que sólo se comunica con tierra firme mediante el telégrafo, malvive un matrimonio fracasado. El hombre es un capitán degradado del escalafón del ejército. La mujer, Alícia, una actriz de teatro que abandonó la profesión a instancias del capitán, con quien se casó hace 25 años. Ninguno de los dos cree que haya que celebrar el aniversario.
Strindberg se extiende en mostrar la hostilidad que entre los dos cónyuges; los pretextos para manifestarla son constantes. La pareja espera la visita de Carles, el primo de la mujer. “Nos hará bien que nos visite”, dice Alícia. “¿Por qué?”, responde el marido. “¿Le harás saber cómo eres de desgraciada? ¿O le harás saber cómo me haces a mí de desgraciado?”. Los pocos momentos de tregua el dramaturgo los destinó a mostrar la locura del capitán, momentos tensos e intensos que el director ha convertido en explosiones tragicómicas severas que ponen a prueba la fuerza interpretativa de Lluís Soler.
Lo que más le complace al personaje es escuchar música militar y, en un estado de excitación especialmente vivo, el hombre se entrega a unos pasos de danza solitarios, vigorosos, colosales. Nunca Soler se había lanzado a una actuación tan imponente y desenvuelta. Los desvaríos del capitán fuerzan a Alícia y el primo Carles a la actuación contenida de Mercè Arànega i Carles Martínez, dos profesionales de mucha categoría que deben moverse con cautela, conscientes de que la procesión va por dentro. La última tontería del capitán es, de hecho, un error mayúsculo del director: Casanovas hace que el militar sea un protagonista del 23-F, idea francamente desgraciada que no pega ni con pintura con el personaje ni el clima nórdico de la obra.
Carles vive un arranque de pasión por la prima, y esta intenta excitarse humillándolo. Cuando el capitán retorna de la última insensatez, Alícia sabe que su condena será bailar con el marido, mecánicamente, hasta la muerte.