La Vanguardia

El límite de Verdasco

Nishikori tumba al español, que suma seis derrotas en los octavos de final en París

- SERGIO HEREDIA

El tenista madrileño cayó una vez más en octavos de final de Roland Garros, su eliminator­ia maldita en París, y lo hizo después de meterle un 6-0 al japonés Kei Nishikori, que a pesar de ello reaccionó e incluso le devolvió el golpe en el cuarto y definitivo set.

El miércoles, Toni Nadal publicaba un interesant­e artículo en El País. “Palidecimi­ento de una época dorada”, lo titulaba.

Mencionaba a un buen abanico de tenistas españoles. A cuál mejor. Nombraba a Conchita, Anabel Medina, Arantxa, Ruano, Muguruza, Ferrer, Ferrero, Costa, Bruguera, Moyá, Verdasco, Robredo, Corretja y Nadal.

Toni Nadal contaba que el tenis español lleva años sacando jugadores magníficos: “Apasionado­s, correosos y luchadores”. Pero también contaba que ese esplendor se acaba. Hoy, el tenis se basa en la velocidad de la bola. “E impera la necesidad de que los tenistas españoles se adapten”, concluía.

En todo este proceso, el caso de Verdasco (33) es particular­mente significat­ivo. Todo talento, una fuerza dotada de una magnífica técnica, Verdasco se ha pasado toda su carrera golpeándol­e al palo.

Lo dice la estadístic­a. Verdasco lleva trece años en el top 50 de la ATP. Llegó a ser el séptimo, en el 2009. Incluso ha ganado siete títulos individual­es.

Pero en los Grand Slam casi nunca ha brillado. Ha jugado 55 de ellos. Tiene una semifinal en Australia (2009) y tres cuartos de final: dos en el US Open y otro en Wimbledon. Y en Roland Garros, siempre se ha atascado. Hasta ayer, acumulaba cinco derrotas en octavos. Todas las que había jugado en su carrera.

Cinco disparos al palo. Seis, con el de ayer.

Hace un tiempo que Verdasco languidece. Ahora es el 37.º del mundo. Este año ha hecho un par de cosas buenas. Una final en Dubai y una semifinal en Qatar. Eso sí, dos derrotas ante gigantes, ante los dos líderes mundiales, Murray y Djokovic. Se encuentra a una distancia notable de ambos.

A grandes rasgos, en París no se esperaba grandes cosas de Verdasco. Ya parece eclipsado por los monstruos que le han sobrevolad­o siempre (Nadal, en especial), y por los jóvenes que pisan fuerte. Por

ejemplo, Carreño, que hoy mismo se mide a Nadal. Verdasco, un tenista resignado.

Sin embargo, en la primera ronda en París, se rebeló. Le dictó una clase magistral a Sasha Zverev, tenista del futuro. También arrolló a Pablo Cuevas.

Hecho grande, Verdasco aparecía ayer con ganas. Dispuesto a darle otro revolcón a su sino. Le esperaba Nishikori. Y, quién sabe, tal vez una cita en cuartos. Una cita otoñal. Muy deseada.

Desde luego, arrancó con ganas. Un rosco, le dio a Nishikori. Un 0-6. Pero luego... Nishikori encontró su camino. Se sacudió el tedio y entró en la pista. Dictó los ritmos. Ganó puntos que otros daban por perdidos. Incluido el propio Verdasco, que se quedó parado ante un paralelo ganador del japonés. O ante un passing shot de revés. Golpe a golpe, Verdasco se desconfigu­ró. Y al final, Nishikori acabó devolviénd­ole el rosco inicial.

–Estoy triste –concluyó Verdasco, a modo de despedida de París.

ARRIBA Y ABAJO De entrada, el tenista le dio un rosco al japonés; Nishikori se lo devolvió en la última manga

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CHRISTOPHE ENA / AP Verdasco golpeando de revés, en un lance del encuentro ante Nishikori, ayer en París

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