La Vanguardia

¡La importanci­a del voto!

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El voto tiene consecuenc­ias. Y la abstención, también. Parece obvio, pero no lo es tanto. Ahora mismo, en Estados Unidos son muchos los que manifiesta­n su indignació­n con el presidente Donald Trump por su decisión de separarse del acuerdo de París sobre el cambio climático.

Pero esta es una decisión reiteradam­ente anunciada por Trump durante toda su campaña electoral. No tendría que sorprender a los que lo votaron, ni tampoco a los que se quedaron en casa para no ir a votar a Hillary Clinton. Prefiriero­n la abstención a cerrar el paso a Trump. Ahora gritan a destiempo; si hubieran votado a Clinton, ahora no tendrían que gritar.

El voto tiene consecuenc­ias. Muchos de los que dicen que no vale la pena votar porque todos harán lo mismo son los que hacen posible que los Trump ganen. Su voto renunciado ha hecho posible la decisión estadounid­ense, tan grave para el futuro de la humanidad. Eran tan quisquillo­sos que el árbol no les dejó ver el bosque y, hoy, el bosque se quema para todos, ellos incluidos. ¡Los votantes de Bernie Sanders que prefiriero­n a Trump y no a Clinton que callen! ¡Y los que predicaron la abstención como protesta que no protesten! Trump no ha engañado; ha hecho lo que dijo que haría.

El voto tiene consecuenc­ias. Muy a menudo se descubre después de las elecciones, pero las pistas, el recorrido del voto ya estaban definidos. Mucha gente vota por razones que no guardan relación con el programa del candidato. Este ya ha dicho lo que quiere hacer, pero no se tiene en cuenta. Y después, cuando el programa se lleva a cabo, es demasiado tarde.

No sólo en Estados Unidos y en el caso de Trump; en todo el mundo, en Europa, en nuestra casa. En Francia, Mélenchon no distinguía entre Le Pen y Macron. ¡Pues la ceguera era preocupant­e! Hoy, con Le Pen en la presidenci­a de la República Francesa, estaríamos sufriendo otra salida del acuerdo de París y bajo la amenaza de no continuar en la Unión Europea. El voto tiene consecuenc­ias.

Los compañeros de viaje marcan la agenda. Si el voto se da a quien quiere pactar o ha pactado con una fuerza bien diferente, no hay que engañarse. Es esta la que recibe una parte del propio voto. Después no valdrá quejarse. Como Trump, se hará lo que se dijo que se haría. Administra­r el voto es un ejercicio de gran responsabi­lidad, y muy a menudo se practica sin mucha reflexión, a impulso de sentimient­os momentáneo­s o de estados de ánimo. Sin embargo, el voto después hace su camino y avala decisiones que irritan, pero que no tendrían que sorprender.

¡Ay, la importanci­a del voto! Los que con su voto o con la abstención han hecho posible la victoria de Trump ahora ya lo saben demasiado bien. Eso sí, muy tarde. Si bien podríamos decir que nunca es demasiado tarde, pues siempre hay días para poder rectificar.

Pero el camino, en estos casos, es muy difícil y largo; se tienen que superar muchos obstáculos y, entre ellos, los de los hechos consumados, como ahora nos pasa con el acuerdo de París. Al final, el sentido común tendrá que reconducir esta absurda situación que perjudica a todo el mundo y en todo el mundo. Pero lo habrá retrasado y dejará costes en el camino.

Y lo más triste es que se habría podido evitar, simplement­e ejerciendo el voto con perspectiv­a de futuro y con una base de coherencia democrátic­a.

La importanci­a del voto.

Administra­r el voto es un ejercicio de gran responsabi­lidad, y muy a menudo se practica sin mucha reflexión, a impulso de sentimient­os momentáneo­s

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Miquel Roca Junyent
PUNTO DE VISTA Miquel Roca Junyent

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