¿Cuidamos el futuro de Barcelona?
Resulta difícil imaginar que el turismo vaya a disminuir en Barcelona los próximos años, a menos que lo haga por circunstancias muy extraordinarias que escapan a nuestro control o porque las posiciones de rechazo al turismo sigan encontrando resonancia a los medios internacionales. Todo apunta en la dirección contraria, pero lo cierto es que eso –el “decrecimiento” del turismo– es, a pesar de su inverosimilitud, uno de los objetivos del Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos (Peuat) aprobado por el Ayuntamiento de Barcelona el 27 de enero del 2017.
Aunque sea sólo de paso, cabe decir que, como objetivo, no es sólo inverosímil sino también equivocado porque el diagnóstico en el que se basa no es correcto. Parte de una concepción del turismo como una actividad problemática que beneficia a unos pocos y perjudica a la mayoría, cuando resulta que 14 de cada 100 barceloneses trabajamos en un sector que cuenta con al menos con 1.000 empresas, que son las que forman parte de Turisme de Barcelona, prácticamente todas ellas pymes; y cuando el 91,4% de los barceloneses opina que el turismo es beneficioso para la ciudad.
El plan mencionado diagnostica un exceso de turismo cuando el Museo del Louvre recibe cada año a los mismos visitantes que los hoteles de Barcelona. Y establece una causalidad directa entre la actividad turística y algunos de los problemas de la ciudad, como la saturación del espacio público, el acceso a la vivienda o los conflictos vecinales de convivencia, todos ellos complejos y con una pluralidad de causas. La realidad es bien distinta. El turismo es positivo para Barcelona, es un gran éxito de todos y lo que hace falta es administrarlo y gestionarlo bien, potenciar su sostenibilidad, descentralizarlo y extender más sus efectos positivos en el territorio y en diferentes ámbitos de nuestra vida económica y cultural.
Dicho esto, ¿qué solución adopta el Peuat para intentar conseguir este objetivo inverosímil y equivocado? Suponiendo que hacer decrecer la oferta de alojamientos turísticos en el municipio de Barcelona tuviera como consecuencia automática el decrecimiento del turismo en la ciudad, que es mucho suponer cuando sólo la mitad de los visitantes pernoctan en ella, la solución evidente sería eliminar la oferta ilegal, que ha sido estimada en 25.000 camas. ¿Motivos? Porque afecta negativamente a la hacienda municipal, al funcionamiento del mercado, a la seguridad, a la convivencia y a la calidad de la acogida a los visitantes.
Pues no, no ha sido esta la solución que ha adoptado el Peuat sino la del “decrecimiento natural” prohibiendo que se hagan reformas importantes en los hoteles. Con el Peuat en la mano, esta prohibición comportará una situación de degradación progresiva en más de la mitad de los hoteles de Barcelona, que no podrán hacer las obras de mejora y adecuación necesarias en sus instalaciones para mejorar, o cuando menos mantener, su nivel de calidad. Si nada lo impide, se producirá un deterioro inexorable de la planta hotelera que repercutirá negativamente sobre la capacidad de Barcelona de atraer el turismo de calidad que queremos. Pero confiamos en que sí lo podremos impedir activando los recursos legales disponibles para defender la libertad de empresa y el sentido común. Para restaurar al menos en parte la estabilidad y la seguridad jurídica que, propiciadas por las administraciones, habían sido el fundamento del progreso, la base para inversiones en nuevas actividades económicas en Barcelona. En definitiva, estabilidad y seguridad jurídica constituyen la condición necesaria que ha de garantizar un contexto de prosperidad para sus ciudadanos.
La prohibición de reformas importantes supondrá la degradación progresiva de más de la mitad de los hoteles