La peor hora de Bill Cosby
La fiscal describe al legendario actor como un depredador sexual al abrirse el juicio
Antes de la irrupción de los Obama, los estadounidenses ya tuvieron una primera familia afroamericana ejemplar en público, la del doctor Cliff Huxtable. Este personaje convirtió a su intérprete, Bill Cosby, en “padre de América”.
Aquellos gloriosos años ochenta de la ficción se han transformado en un terrible relato en la realidad.
“No caigan en la trampa”, advirtió ayer Kristen Feden, la ayudante del fiscal, a los doce miembros del jurado en el tribunal de Norristown (Pensilvania). La acusadora les avisó de que no han de confundir al veterano actor, de 79 años, con el adorable cabeza de familia de la televisión. En verdad, insistió, detrás de esa legendaria fuerza moral cohabitaba un depredador sexual.
Bill Cosby empezó este lunes a enfrentarse al juicio que jamás pensó que se daría, acusado de tres cargos por drogar y asaltar a una mujer la pasada década.
La acusadora dice al jurado que no confunda al veterano intérprete con el adorable padre de familia de televisión
Su esposa, Camille, que siempre le ha dado su apoyo pese a una cascada de más de 50 supuestas víctimas, no se dejó ver en la apertura de la vista oral. Su marido llegó acompañado por Keshia Knight Pulliam, actriz que hacía el papel de su hija Rudy en el aclamado show La hora de Bill Cosby. Sonrió
al atravesar el cúmulo de cámaras, pero calló cuando le preguntaron por su ánimo.
Una vez dentro, tomó asiento, junto a sus abogados, con los que conversó en determinados pasajes, sin girarse en ningún momento hacia el público en la sala.
Según el alegato inicial de la fiscal, el célebre intérprete utilizó su poder y su fama para abusar de Andrea Constand, hoy de 44 años, a principios del 2004. En un testimonio anterior, en un pleito civil, la estrella catódica reconoció que previamente le había facilitado un medicamento relajante. “Ella no podía decir no –subrayó Feden–, no podía moverse, ni articular palabra. Paralizada por completo. Helada. Sin vida”.
El abogado Brian McMonagle replicó de inmediato que la historia de Constand resulta “inconsistente”. Esta mujer, entrenadora de baloncesto en la Universidad Temple, en la que estudió el actor, acudió a su “ídolo” a pedirle asesoramiento. El letrado recalcó que no estaba incapacitada y remarcó que ella y Cosby mantuvieron un idilio. Le facilitó el fármaco puesto que ella se quejó de insomnio. El defensor jugó fuerte en las aparentes lagunas de la acusación. La presunta víctima regresó a la casa del supuesto agresor. Hay rastro de 72 llamadas posteriores, muchas iniciadas desde el teléfono de Constand, prosiguió el letrado.
No hubo denuncia hasta el 2005. Sin embargo, y aunque la fiscalía no halló suficientes pruebas, por lo civil se selló un pacto y él pagó una suma no desvelada.
Todo cambio hace dos años y medio, al trascender parte de su declaración en ese pleito, en concreto lo referente al suministro de drogas. Esto abrió el grifo de posibles víctimas. En el juicio sólo figura Constand, cuya declaración se prevé esta semana. En principio, los otros asuntos habrían prescrito. El fiscal jefe, Kevin Steele, solicitó que otras trece fueran testigos. El juez sólo admitió a una de ellas.
El defensor mantuvo que sólo persiguen sacar tajada económica. Cosby, que se enfrenta a una pena de diez años de cárcel, aseguró en una entrevista que el racismo también ha sido una fuerza motora. El jurado está compuesto por siete hombres y cinco mujeres, de los que dos son negros.
Cosby no piensa subir al estrado. Guardará silencio, salvo que, según cómo vayan las cosas, considere que una buena actuación le salvará. Pero, culpable o no, su legado ya ha sido condenado.
Según el defensor de Cosby, que se enfrenta a diez años y no piensa declarar, todo es fruto de un montaje