La Vanguardia

“Simplement­e me adoptó un hombre que se hizo muy famoso”

Tengo 73 años. Nací en Newcastle y vivo en las Midlands. Soy un ingeniero agrónomo jubilado. Estoy casado desde hace 53 años, tengo dos hijos y cinco nietos. Soy un conservado­r de izquierdas. Intento seguir los principios del cristianis­mo, pero no creo en

- VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET IMA SANCHÍS

Su padre fue aventurero por devoción…

Para decepción de sus padres decidió incorporar­se a las fuerzas de la Policía Imperial de India en Birmania.

Le tocó la injusticia.

Sí, acabó posicionán­dose contra el imperialis­mo británico y decidió escribir. Para ello malvivió en París y Londres, donde nació su primer libro: Sin blanca en París y Londres.

Ya apuntaba maneras.

Hizo un informe sobre las condicione­s de los trabajador­es del norte de Inglaterra, El camino

a Wigan Pier. En 1936 se casó con Eileen O’Shaughness­y y a los pocos días se fue a combatir en la guerra civil española. Era inquieto.

Usted, sin embargo, ha sido aventurero por obligación…

¿Por qué lo dice?

Cuando tenía diez meses murió su madre adoptiva, luego su padre...

He tenido una vida accidentad­a. Mi padre siempre había querido tener un hijo y convenció a Eileen, pero él sufría tuberculos­is y murió cuando yo tenía 6 años. Se volvió a casar un año antes de morir, pero a Sonia casi no la conocí.

Le crio Avril, la hermana de Orwell.

Los últimos años los pasamos en la isla de Jura, en Escocia. Avril y su marido, un granjero de la zona, se convirtier­on en mis tutores legales.

¿Encuentra alguna explicació­n a esa vida tan azarosa?

No me reconozco en esa afirmación. Simplement­e me adoptó un hombre que al final resultó ser muy muy famoso.

Pero su vida está llena de abandono.

Yo me sentí siempre cuidado. Hoy día un niño en mi situación se pasaría el día en el psicólogo, pero en mi opinión quizá sean los psicólogos los que crean la situación traumática. Asumí esas pérdidas sin hacer de ello una tragedia.

¿Cuál es su primer recuerdo?

Mi padre haciéndome juguetes de madera. Y el día que se volcó la barca en Jura: Yo tenía tres años y medio, íbamos con mis primos; aquello sí podía haber acabado en tragedia. Y recuerdo que a esa edad probé el tabaco. Pese a su tuberculos­is, mi padre fumaba mucho y tiraba las colillas a la chimenea. Un día las recogí, las metí en una pipa y él me dio fuego.

¡…!

Vomité, me inmunicé contra el tabaco. Siempre sentí que mi padre me quería mucho. Escribía por la mañana y por las tardes pescábamos.

¿Cuál considera que es el rasgo de

carácter que mejor define a su padre?

La honestidad.

Los hijos de grandes personajes suelen tener problemas con la figura del padre.

Yo nunca he sentido la necesidad de competir con mi padre, que además se llamaba Eric Arthur Blair, lo que me ha permitido protegerme de su fama. Pocos saben quién soy.

¿Por qué decidió crear la Orwell Society?

No fui yo, la iniciativa vino de Diane Venables, cuya prima fue novia de mi padre.

Orwell fue un gran visionario, capaz de denunciar las injusticia­s. ¿Era alegre?

Muchos creen que no, pero tenía mucho sentido del humor, y sirviéndos­e de él intentó denunciar las mentiras políticas. Le gustaba escribir de manera simple, clara y directa.

Tenía mucho de periodista.

Así es, pero de periodista honesto, ja, ja, ja..., lo que es un oxímoron, una paradoja.

¿Usted con qué se queda de su padre?

Era un gran observador, capaz de ver a través de las cosas. Y pese a que lo tildaban de pesimista era capaz de ver la bondad de las personas.

Su padre decía que el hombre es la única criatura que consume sin producir.

Sí, que no da leche, no pone huevos, es demasiado débil para jalar el arado...y aun así, es señor de todos los animales.

Usted es agrónomo, estaría orgulloso…

Por carta les dijo a sus amigos que le gustaría que su hijo fuera granjero.

Usted buscó a su madre biológica.

En el 2007 vi un programa en el que facilitaba­n un teléfono para encontrar a familiares. Averigüé que soy fruto de una relación que mi madre biológica tuvo mientras su marido estaba en la guerra. Era paciente de la cuñada, médico, de la primera mujer de Orwell.

¿Y tiene hermanos?

Una hermana que no sabía de mi existencia y prefirió no conocerme.

“Si quieres una visión del futuro –decía Orwell–, imagina una bota estampándo­se en un rostro humano por siempre”.

Desesperó de las organizaci­ones políticas, pero no de la gente. En 1984 escribe: “Si hay alguna esperanza, reside en la gente común”.

A su padre le dolía el mundo. ¿A usted qué le duele?

Los exámenes tipo test que se aplican en el Reino Unido. Los chavales no desarrolla­n el pensamient­o crítico ni aprenden a expresarse, por eso desde la Fundación Orwell se promueve la escritura y el debate, para que puedan llegar al “estamos de acuerdo en no estar de acuerdo”. Mejor hablar que tirar piedras.

Sin duda.

Se está levantando una estatua de mi padre frente a la BBC, empresa para la que trabajó dos años, y que lleva la siguiente cita: “Si la libertad significa algo, es la posibilida­d de decir a los demás lo que no quieren escuchar”. Me parece importante que los periodista­s lean esa frase antes de entrar a trabajar.

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