Un debate sobrecalentado
El debate sobre los límites del turismo abierto en Barcelona en los últimos años como consecuencia de la saturación de algunos barrios está adentrándose en territorios de riesgo. Las lógicas protestas de los vecinos, que viven a diario las molestias que provocan las aglomeraciones de visitantes en determinadas zonas de la ciudad y que sienten el temor a verse expulsados de sus casas por la voracidad de un mercado que busca la máxima y más rápida rentabilidad, no debería hacer perder de vista que la capital catalana debe mucho a una actividad que ha contribuido decisivamente a mantenerla a flote en los peores años de la crisis. En este sentido, todas las reivindicaciones, como la que se anuncia para el próximo sábado, tienen cabida en esta ciudad tan plural si discurren por los cauces del civismo, algo que, desgraciadamente, no siempre ha sido posible en las últimas manifestaciones de este signo que se han desarrollado en Barcelona. Alimentar la turismofobia sería un grave error.