La Vanguardia

Carme Portaceli

DIRECTORA DE TEATRO

- Justo Barranco

Carme Portaceli fue la gran ganadora de los premios Max de teatro, celebrados el lunes en su tierra, València. La creadora se alzó con los premios al mejor espectácul­o teatral y a la mejor dirección por la reivindica­tiva Només són dones.

En teatro, en la Dinamarca del príncipe Hamlet, algo olía a podrido. O eso decía Shakespear­e. En teatro, en la España del 2017, algo huele a cerrado, a olvidado. A enterrado. O eso recordaron unos cuantos de los premiados en la ceremonia de los premios Max de este lunes, celebrada en ese cíclope blanco escapado de un cuadro del Bosco que es el Palau de les Arts de València. Lo recordaron los premiados y las premiadas. Porque la noche de los Max, los grandes premios del teatro español, quería reivindica­r la autoría femenina y lo acabó haciendo por todo lo alto entregando los dos trofeos principale­s, el mejor espectácul­o de teatro del año y la mejor dirección, a Carme Portaceli y su Només són dones. Una obra sobre las mujeres que lucharon por la República y la libertad, mujeres que fueron represalia­das, encarcelad­as, fusiladas, exiliadas y, para que nada falte, convenient­emente olvidadas.

Naturalmen­te Portaceli, una valenciana que ha hecho su carrera en Barcelona y que ahora dirige el Teatro Español de Madrid, y que siempre ha hecho un teatro militante, comprometi­do, disparó al recibir el premio. Lo dedicó “a tantas y tantas mujeres que lucharon por la libertad y la democracia en nuestro país, y que como es habitual han sido olvidadas y sometidas a la más cruel invisibili­dad. Y no antes en los tiempos oscuros, sino hoy también en los libros de texto, las exposicion­es y lugares públicos. Y en algunos lugares privados se las asesina diariament­e”. Portaceli no fue la única que disparó. Ángel Ruiz, mejor actor del año por Miguel de Molina al desnudo –un monólogo musical sobre el gran cantante de copla, torturado y exiliado durante el franquismo–, dedicó el galardón “a todos los que sufrieron la opresión, la persecució­n y el olvido. Ojalá la ley de Memoria Histórica se lleve a cabo”.

Y Jon Maya, de la compañía vasca Kukai Dantza, que recogió por Oskara tres de los siete Max a los que optaba, entre ellos el de mejor espectácul­o de danza, señaló que “se cumplen los 80 años del bombardeo de Gernika donde se masacró un país entero” y quiso recordar “los Gernikas que hoy suceden todos los días y honrar a los ciudadanos que supieron levantarse y nos han transmitid­o nuestra lengua y cultura hasta el día de hoy”. Dijo mucho más, pero lo dijo en euskera.

Por si faltaba algo de memoria, se llevó dos premios la adaptación de El laberinto mágico del Centro Dramático Nacional. Esto es, la visión de la Guerra Civil que escribió Max Aub desde su exilio. Una guerra que sigue pesando como una losa porque, quizá, hay una losa.

Por supuesto, tratándose de unos premios de teatro, reivindica­ciones no faltaron, y algunas mostraron que la Fundación SGAE, que organiza los premios, ha de poner orden en sus categorías. Este año han añadido la de teatro de calle, que fue para Mulier, de Maduixa Teatre, danza sobre zancos. Pero cuando llegó el turno del Max al mejor espectácul­o revelación fue para inTarsi , de la compañía de circo eia... que lamentó que no exista aún categoría de circo en los premios.

Y, sin duda, la situación de las creadoras fue una reivindica­ción constante desde que la presentado­ra, Ana Morgade, expuso nada más comenzar que la gala era “una excusa perfecta para poner las autoras por delante por una vez, a ver qué pasa”. La directora de la Fundación SGAE, Inés París, la primera que ocupa el puesto, fue dura en su discurso. Sólo un 17,5% de los socios de la SGAE son mujeres, dijo, y denunció que “se equivocan los que creen que el paso del tiempo mejorará esta situación injusta. Hay que llevar a cabo sin timidez más acciones que resuelvan esta discrimina­ción y para acabar con la lacra de la violencia de género hay que cambiar los contenidos del teatro, porque falta el punto de vista de la mitad de la población”.

Por suerte, es un viaje que no excluye a nadie. El dramaturgo Alfredo Sanzol recordó al recibir el Max al mejor autor que “nacer hombre o mujer no es tan importante, sino ser una persona lo más plena y empática posible con el resto de los seres humanos”. De ahí, dijo, ha surgido la premiada La respiració­n .Deahíy de su separación tras 15 años de relación. La protagonis­ta se llama Nagore, “el nombre que me iban a poner de haber sido chica”, confesó.

Los premios Max mostraron que la Guerra Civil sigue pesando como una losa porque, quizá, hay una losa

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 ?? MANUEL BRUQUE / EFE ?? La foto de familia de los ganadores de los vigésimos premios Max, entregados el lunes en el Palau de les Arts en València
MANUEL BRUQUE / EFE La foto de familia de los ganadores de los vigésimos premios Max, entregados el lunes en el Palau de les Arts en València
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