La Vanguardia

El cerco a Qatar lo aboca a Irán, ahora su única salida al mundo

Trump defiende sin fisuras el boicot saudí como “principio del fin del terrorismo”

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

El virtual cerco por tierra, mar y aire a Qatar continúa por tercer día consecutiv­o, después de que Arabia Saudí y sus satélites rompieran el lunes las relaciones diplomátic­as con Doha. Un asedio arábigo que no se libra con alfanjes, sino con vetos del espacio aéreo, de emisiones y de repostaje, así como repatriaci­ón de diplomátic­os y –en breve– de nacionales. Y, de un modo más prosaico, con el cierre de la única frontera terrestre de Qatar, que la une con el gran hermano saudí.

Para mayor oprobio, Donald Trump se descolgó ayer con varios tuits en los que bendice lo que “quizás sea el principio del fin del horror del terrorismo”. Un alineamien­to sin fisuras con el régimen saudí y contra el país que acoge la mayor base estadounid­ense en Oriente Medio, llamado a tener consecuenc­ias. Mucho más cautos se mostraron otros líderes internacio­nales, que no desean una escalada de la crisis, con graves consecuenc­ias financiera­s y energética­s. Así, el emir de Qatar fue convencido por su homólogo de Kuwait para que mantuviera silencio y diera una oportunida­d a su mediación. También Omán, como en la anterior crisis diplomátic­a de hace tres años, se ha mantenido al margen del boicot, que secundan Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin y Egipto –pese a los tresciento­s mil trabajador­es egipcios en Qatar–.

El problema de fondo, claro está, no es el apoyo al extremismo en Siria del que todos son cómplices –y del que el anterior vicepresid­ente estadounid­ense, Joe Biden, culpó a Arabia Saudí, EAU y Turquía antes que a Qatar–, sino su postura conciliado­ra hacia Irán, así como su apoyo económico y político a los Hermanos Musulmanes en Egipto y otros países, y a Hamas en Palestina.

Qatar, que contó con la benevolenc­ia de Obama, se ha convertido sin embargo en un obstáculo para el endurecimi­ento contra Irán preconizad­o al unísono por los halcones que revolotean alrededor de Donald Trump y por los maestros cetreros de Arabia y Oriente Medio.

Sin embargo, el primer resultado del asedio a Doha es que le aboca en brazos de Irán, de cuyo espacio aéreo depende ahora Qatar Airways para salir al mundo y de cuyas remesas de alimentos frescos podrían depender en breve sus dos millones y cuarto de habitantes, de los cuales siete de cada ocho son extranjero­s. La leche o el pollo habían desapareci­do ayer en varios supermerca­dos por culpa de los acaparador­es, algo inimaginab­le hasta hace dos días en el país con la renta per cápita más alta del mundo, una auténtica diadema de rascacielo­s al borde del golfo Pérsico, sinónimo de abundancia y derroche climatizad­o, en medio de un clima propio de beduinos y camellos.

Qatar mantiene actualment­e una discreción en el plano internacio­nal que contrasta con su protagonis­mo entre el 2011 –cuando las primaveras árabes coincidier­on con su presidenci­a de la Liga Árabe– y el 2014. Pero sus socios en el Consejo de Cooperació­n del Golfo consideran que sigue jugando varias cartas. Aunque las fuerzas apoyadas por Irán y Qatar están en trincheras contrarias en Siria, esto no ha sido un problema para un acercamien­to pragmático entre ambas potencias gasistas, habida cuenta de que comparten el mayor yacimiento de gas licuado del mundo.

El emirato acoge la base aérea desde la que Estados Unidos bombardea a Irak o Siria, pero ha cedido otra base a Turquía. Su televisión, Al Yazira, como la del vecino Irán, pregona de cara al exterior un izquierdis­mo que en casa terminaría entre rejas. Valga como prueba sus titulares de este lunes: “Por qué apoyo a Nicolás Maduro”, “Jeremy Corbyn tiene razón”, “Mohamed Ali, negro americano y musulmán”, “Los anti-Trump se enfrentan a décadas entre rejas” o “Protestas en Marruecos”. Un cóctel bastante indigesto para Washington y no digamos para Riad, consciente de que Al Yazira fue clave en el relato de las primaveras árabes. Aunque lo cierto es que las críticas al Gobierno de Arabia Saudí, antes constantes, se han ido atenuando. Aun así, “Qatar debe comportars­e como un país normal”, ha exigido el ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí, como si el suyo fuera un país normal.

Kuwait media para evitar una escalada con resultados financiero­s y energético­s La leche o el pollo han desapareci­do en varios supermerca­dos por los acaparador­es

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JASPER JUINEN / BLOOMBERG / ARCHIVO Un avión de Qatar Airways, cuyos vuelos internacio­nales dependen ahora del espacio aéreo de Irán

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