La Vanguardia

El ‘boss’ pide morir en Corleone

- EUSEBIO VAL Roma. Correspons­al

Salvatore Totò Riina querría morir en su pueblo, Corleone, rodeado de los suyos. Quién sabe si aprovechar­ía sus últimos momentos de lucidez para ordenar todavía algún ajuste de cuentas pendiente, confesar secretos o rehacer su testamento. El abogado de quien fue jefe supremo de la Cosa Nostra, il capo dei capi de la mafia siciliana, ha conseguido que el Tribunal Supremo haya resuelto que su cliente “tiene derecho a una muerte digna”. El tribunal de vigilancia penitencia­ria deberá, pues, revisar el caso y decidir si Riina, de 86 años y en muy delicado estado de salud, puede volver a casa, bajo arresto domiciliar­io o en régimen de libertad, por motivos humanitari­os.

La hipotética excarcelac­ión del boss, que cumple 17 condenas de cadena perpetua por múltiples asesinatos, ha levantado una polvareda. Diversos fiscales, entre ellos el procurador nacional antimafia, Franco Roberti, se han pronunciad­o rotundamen­te en contra. Lo mismo han hecho varios familiares de las víctimas. En cambio, algunas organizaci­ones que defienden a ultranza los derechos humanos, en especial los de quienes están en prisión, han respaldado la postura del Tribunal Supremo.

Según Roberti y otros magistrado­s, hay indicios para pensar que Riina, pese a su avanzada edad y sus enfermedad­es, continúa siendo el jefe de la Cosa Nostra, o al menos un referente de primer orden. Recuerdan, por ejemplo, que el fiscal antimafia Nino Di Matteo vive bajo escolta policial desde que, en el 2013, salió a la luz una grabación en la cárcel en la que el capo mafioso amenazaba al magistrado. Sostienen, además, que a Riina lo pueden tratar perfectame­nte de sus dolencias en la cárcel de Parma, donde se halla.

Quienes combaten a la Cosa Nostra piensan que no puede bajarse la guardia, que sería una claudicaci­ón del Estado. En Italia se aplica a los mafiosos el famoso artículo 41 bis, un régimen carcelario muy duro, de aislamient­o casi total, para evitar al máximo que, desde la prisión, puedan seguir dirigiendo sus negocios e impartiend­o órdenes. Aunque la mayoría de los delincuent­es comunes que cumplen cadena perpetua, incluso los terrorista­s, acaban saliendo en libertad condiciona­l al cabo de 20 o 30 años, la ley permite excepcione­s con los mafiosos especialme­nte peligrosos, como Riina. Otro capo de la Cosa Nostra de alto nivel, Bernardo Provenzano, murió en la cárcel hace casi un año a pesar de que llevaba largo tiempo muy enfermo, casi en vida vegetativa. No hubo misericord­ia con él.

Riina, nacido el 16 de noviembre de 1930, apodado û

curtu (por bajito) y la belva (fiera), por su ferocidad, posee una densa carrera criminal. A los 19 años ya fue condenado por un homicidio. Estuvo prófugo de la justicia durante 24 años, desde 1969 hasta su detención, el 15 de enero de 1993, delante de su casa, en Palermo. Fue condenado en rebeldía por múltiples asesinatos instigados por él, entre ellos los de Piersanti Mattarella, en 1980, a la sazón presidente de Sicilia. Su hermano, Sergio Mattarella, es hoy el presidente de la República. Entre sus víctimas figuraron el general Alberto Dalla Chiesa, prefecto de Palermo, y los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, de cuya muerte se cumplen 25 años. Se sabe que fue Riina el cerebro de la estrategia de chantaje al Estado, que produjo diversos atentados con técnicas militares. Es posible que el anciano

boss guarde informacio­nes incómodas sobre aquellos turbios años de principios de los noventa del siglo pasado, sobre los lazos entre la mafia, políticos de alto rango y servicios secretos. No se sabe si le interesará llevarse los secretos a la tumba o no.

Rita Dalla Chiesa, hija del general asesinado, dijo que su padre y su madre no tuvieron una muerte digna, que sus verdugos los dejaron allí, en el coche, sin cubrirlos ni con una sábana. Tina Montinaro, la viuda de Antonio Montinaro, uno de los policías de la escolta del juez Falcone, que murió en el mismo atentado con explosivos, en la carretera al aeropuerto de Palermo, coincidió en que “no se puede tener ninguna piedad, absolutame­nte no”. La mujer recordó que su marido tenía 29 años. Ella se quedó sola para criar a dos niños pequeños que nunca conocieron a su padre.

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TONY GENTILE / REUTERS / ARCHIVO ‘Il capo dei capi’. Riina en el tribunal de Palermo en 1993. Abajo, Tina Montinaro, viuda de una de sus víctimas, con el ministro del Interior, Minitti
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