¿Oportunidad perdida?
No puedo entender cómo en la coyuntura de falta de encaje catalán con el resto de España ni el Gobierno central ni buena parte de la comisión de expertos ven en la reforma de la financiación autonómica una oportunidad. Esta reforma es una condición necesaria, puede que ya no suficiente, para reencajar lo desencajado: un régimen foral con plena capacidad fiscal sin participar en la nivelación, y una pretensión catalana, ignorada, hacia una mayor capacidad fiscal, aun soportando una gran nivelación.
Ciertamente, no ayuda a resolver el problema una comisión de reforma de la financiación en la que todas las comunidades autónomas han aportado expertos con banderita, ni una ponencia marco del Estado en la que cuesta identificar las autonomías como algo más que regiones, donde se considera que es el Estado el que tiene que recaudar todos los impuestos y repartir a su aire una vez oídas las comunidades pordioseras de sus necesidades, desde la competencia entre ellas y el enfrentamiento. En la que se proponen asignaciones redistributivas no cuantificadas en valores absolutos sino relativos según la disponibilidad del Gobierno central, de recursos que se transfieren según la liquidez del que gestiona los fondos como si sólo fueran suyos. Donde no hay ideas para compartir efectivamente los ingresos, que ciertamente pagan los ciudadanos pero que se quieren también “federales”, de las instituciones que representan los ciudadanos en los territorios. Ninguna voluntad de profundizar en la asignación del IRPF, la capacidad fiscal propia y la responsabilidad tributaria.
Una propuesta donde se ofrecen copagos para los servicios autonómicos, afeando políticamente a quien los gestiona. Sin vías complementarias ligadas a la capacidad fiscal efectiva. Donde no se acepta que entre las necesidades de financiación está el coste relativo diferente entre territorios si es que se quieren igualar prestaciones reales efectivas. Donde se pone el énfasis en mecanismos de redistribución entre territorios autonómicos (hechos por los mismos que decían que el problema de cohesión era social y entre personas). Donde se ofrecen recursos que consolidan gasto para siempre, que se pueden gastar incluso en los factores que agravan y no reducen las desigualdades y no cuentan con exigencia alguna de evaluación y condicionamiento de uso.
Estos enfoques siguen dando por bueno un anclaje de suficiencia con el statu quo, de un santarit aloques e danos e quita sin parangón, quede jala opción demás recursos en el sistema como único acuerdo posible: acuerdo que parece resolver el corto plazo (nadie pierde). Pero no el medio ni el largo plazo: se detecta la ganancia relativa y se vuelve a empezar a reclamar. Claro que la política sólo existe en el corto plazo. Y así nos va, constatando que los políticos compran votos para aprobar el presupuesto y los técnicos damos pie a que alguien piense que todos juntos mareamos la perdiz.
En el contexto actual, la comisión de reforma de la financiación autonómica es una oportunidad perdida