El enemigo tolerado
Al parecer, el Estado Islámico pactó con Al Qaeda que no atentaría en Irán
En mayo del 2014, el entonces portavoz del Estado Islámico, Mohamed al Adnani (muerto en Siria el año pasado), emitió un comunicado insólito en el que decía que el EI se había abstenido de atacar en Irán a petición de Al Qaeda. Al Adnani decía que el EI se atenía “a los consejos y las directrices de los jeques y líderes de la yihad” y que “ha contenido su ira todos estos años y ha soportado acusaciones de colaboración con su peor enemigo, Irán, al evitar atacarlo (…), actuando a las órdenes de Al Qaeda para salvaguardar sus intereses y líneas de suministro en Irán”.
En aquel momento, el líder de Al Qaeda, Ayman al Zauahiri, intentaba una reconciliación con el EI, organización disidente a la que consideraba demasiado extremista y que estaba ganando cada día más adeptos. Sin embargo, en dos años las cosas han cambiado mucho: no ha habido reconciliación entre el EI y Al Qaeda, y el Estado Islámico además está siendo derrotado en Irak en una guerra de marcado carácter confesional, con la intervención decisiva de milicias chiíes pertrechadas por Irán y la presencia en algunas de las batallas previas a la ofensiva sobre Mosul del prestigioso general Soleimani, de la Guardia Revolucionaria iraní.
Pero ¿a qué se refería Al Adnani con lo de “líneas de suministro” de Al Qaeda en Irán?
Según el Departamento de Estado norteamericano, el Gobierno iraní había tolerado desde hace años la presencia de efectivos de Al Qaeda en el país, para ocuparse del tránsito tanto de combatientes como de fondos y recursos hacia Pakistán y Afganistán, e incluso hacia Siria (paradójicamente, dado el apoyo iraní al régimen de Bashar el Asad). Encarcelando a algunos de sus miembros, Teherán mantenía a la organización bajo control.
El Gobierno de EE.UU. dio a conocer el año pasado los nombres de tres cabecillas de Al Qaeda en Irán: Faisal Yasim Mohamed al Amri al Jalidi, Yisra Mohamed Ibrahim Bayumi y Abu Bakr Mohamed Mohamed Gumayn. Al parecer, los tres formaban parte de una “nueva generación” dentro de Al Qaeda que tomó el relevo de Muhsin al Fadli, un kuwaití veterano de Afganistán muerto en Siria, y el sirio Yasin al Suri, detenido en Irán en el 2011 después de que Washington pusiera precio a su cabeza y sin embargo posteriormente liberado.
Pero, además, miembros de la familia de Osama bin Laden, incluido su hijo Hamza, estuvieron refugiados en Irán, custodiados en una base militar de la fuerza de élite Al Quds, perteneciente a la Guardia Revolucionaria. Al menos así lo afirman Catherine Scott-Clark y Adrian Levy en su reciente libro The exile, sobre los años en los que Bin Laden permaneció ilocalizable.
Parte de los documentos hallados en el último refugio de Bin Laden en Pakistán permanecen clasificados, es decir, secretos, pero los autores afirman que hubo una propuesta de entregar a la familia de Bin Laden a Estados Unidos u otro país occidental a cambio de levantar las sanciones económicas contra Irán. Al fracasar, Teherán negoció con Al Qaeda para beneficio mutuo y en perjuicio de los países rivales o enemigos de Irán.
Este pacto explicaría la supuesta petición de AQ al Estado Islámico. La incógnita es si el EI tenía realmente efectivos en Irán o si los terroristas que perpetraron los ataques de ayer son antiguos miembros de Al Qaeda que han cambiado de organización.
El EI prometió en el 2014 “salvaguardar los intereses” de AQ en Irán, pero ahora sufre el azote iraní en Irak