Salvad los derechos humanos
El poso que el terrorismo yihadista está dejando en las sociedades europeas es alarmante. Y no sólo por el número de víctimas y el dolor provocado. Es un poso de pensamiento que crea desconfianza en la capacidad de los Estados para defender a sus ciudadanos; que pone en duda algunos de los grandes avances de la humanidad en la conquista de derechos humanos, y que, si hoy gana Corbyn en el Reino Unido, hará decir a bastantes medios informativos que el terror propicia o acelera los cambios de gobierno. Es una tesis que se utilizó en España después de nuestro trágico 11-M y que ya se ha vuelto a plantear. Dar por cierta esa teoría significaría incitar a los terroristas de todo el mundo a que cometan grandes atentados en las campañas electorales. Terrible.
Y es más inquietante todavía la tendencia defendida por los actuales gobernantes de Francia y el Reino Unido según la cual es preciso olvidar derechos humanos básicos para hacer frente a la barbarie. En concreto, que se pueda encarcelar a personas sin pruebas, sólo por el hecho de ser sospechosas. Y eso no lo propugnan partidos radicales, ni xenófobos, ni populistas. Lo plantean partidos tan sensatos como el conservador británico y el nuevo partido del presidente francés. Y recuerda de forma inevitable, aunque quizá injusta, la llamada ley mordaza aprobada por la mayoría absoluta del Partido Popular y rechazada por toda la oposición.
Si el Reino Unido y Francia se lanzan por esa vía de recortar derechos, que no quepa ninguna duda: serán seguidos por otros países europeos. Se pondrá en peligro no sólo el derecho a la presunción de inocencia, sino la libre circulación de personas, la libertad de residencia y posiblemente las libertades de expresión, de asociación, de religión y de manifestación. Eso sí que sería legislar por miedo. Eso sí que sería una pésima elección en el binomio seguridad-libertad. Y eso sí que sería otorgar un triunfo a los terroristas, que nos harían retroceder siglos en las conquistas sociales.
España sabe algo de lucha contra terroristas: los ha sufrido todos y de todos los signos y, si pudo derrotar a los interiores, ha sido por no desmontar ni un ápice del Estado de derecho, aunque lo reclamaran influyentes sectores de la sociedad. Esa sujeción al derecho ha sido lo que dio legitimidad a la persecución policial y judicial. Los errores son inevitables, pero no hay un solo encarcelado sin pruebas. Y estoy por asegurar que ahora mismo no se mete en la cárcel a un solo combatiente islamista sin acreditar su disposición a cometer un atentado. El problema de seguridad no está en los derechos, sino en lo que se ha visto en el Reino Unido: clamorosos fallos de seguimiento, investigación y prevención. Propuesta: menos retrocesos políticos y más eficacia policial. Si no quieren volvernos a la caverna, repito, ni piensen en limitar derechos humanos. Esa sí que sería la victoria del terror.
La tendencia a poner límite a las libertades, como se defiende en París y Londres, sería la victoria del terror