La Vanguardia

Salvad los derechos humanos

- Fernando Ónega

El poso que el terrorismo yihadista está dejando en las sociedades europeas es alarmante. Y no sólo por el número de víctimas y el dolor provocado. Es un poso de pensamient­o que crea desconfian­za en la capacidad de los Estados para defender a sus ciudadanos; que pone en duda algunos de los grandes avances de la humanidad en la conquista de derechos humanos, y que, si hoy gana Corbyn en el Reino Unido, hará decir a bastantes medios informativ­os que el terror propicia o acelera los cambios de gobierno. Es una tesis que se utilizó en España después de nuestro trágico 11-M y que ya se ha vuelto a plantear. Dar por cierta esa teoría significar­ía incitar a los terrorista­s de todo el mundo a que cometan grandes atentados en las campañas electorale­s. Terrible.

Y es más inquietant­e todavía la tendencia defendida por los actuales gobernante­s de Francia y el Reino Unido según la cual es preciso olvidar derechos humanos básicos para hacer frente a la barbarie. En concreto, que se pueda encarcelar a personas sin pruebas, sólo por el hecho de ser sospechosa­s. Y eso no lo propugnan partidos radicales, ni xenófobos, ni populistas. Lo plantean partidos tan sensatos como el conservado­r británico y el nuevo partido del presidente francés. Y recuerda de forma inevitable, aunque quizá injusta, la llamada ley mordaza aprobada por la mayoría absoluta del Partido Popular y rechazada por toda la oposición.

Si el Reino Unido y Francia se lanzan por esa vía de recortar derechos, que no quepa ninguna duda: serán seguidos por otros países europeos. Se pondrá en peligro no sólo el derecho a la presunción de inocencia, sino la libre circulació­n de personas, la libertad de residencia y posiblemen­te las libertades de expresión, de asociación, de religión y de manifestac­ión. Eso sí que sería legislar por miedo. Eso sí que sería una pésima elección en el binomio seguridad-libertad. Y eso sí que sería otorgar un triunfo a los terrorista­s, que nos harían retroceder siglos en las conquistas sociales.

España sabe algo de lucha contra terrorista­s: los ha sufrido todos y de todos los signos y, si pudo derrotar a los interiores, ha sido por no desmontar ni un ápice del Estado de derecho, aunque lo reclamaran influyente­s sectores de la sociedad. Esa sujeción al derecho ha sido lo que dio legitimida­d a la persecució­n policial y judicial. Los errores son inevitable­s, pero no hay un solo encarcelad­o sin pruebas. Y estoy por asegurar que ahora mismo no se mete en la cárcel a un solo combatient­e islamista sin acreditar su disposició­n a cometer un atentado. El problema de seguridad no está en los derechos, sino en lo que se ha visto en el Reino Unido: clamorosos fallos de seguimient­o, investigac­ión y prevención. Propuesta: menos retrocesos políticos y más eficacia policial. Si no quieren volvernos a la caverna, repito, ni piensen en limitar derechos humanos. Esa sí que sería la victoria del terror.

La tendencia a poner límite a las libertades, como se defiende en París y Londres, sería la victoria del terror

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