Las palabras y la política
El hijo de George Orwell desfiló por La Contra de este diario el pasado martes y aportó aspectos interesantes sobre su padre. Richard Blair había sido adoptado por el célebre escritor y su esposa Eileen en 1944. George Orwell, pseudónimo de Eric Arthur Blair, vivió a ras de tierra, pegado a la realidad, testigo de la guerra civil española y de la Segunda Guerra Mundial. Su Homenaje a Cataluña es una pieza imprescindible para estudiar la vida ordinaria en el frente de Aragón y, sobre todo, para disponer de una visión directa sobre los enfrentamientos entre estalinistas y trotskistas en mayo de 1937 que se saldaron con más de mil muertos en Barcelona.
Orwell fue un excelente periodista mal pagado que recorría los escenarios bélicos y de confrontación ideológica en los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Hasta que publicó Rebelión en
la granja y posteriormente 1984 no empezó a disponer de un sueldo respetable y un cómodo nivel de vida.
Pero como señala Mark Thompson en Sin palabras, su aportación más profética fue su ensayo La política y el idioma inglés, publicado en 1946. Orwell dice que “debe reconocerse que el caos político actual está relacionado con la decadencia del lenguaje”. Atacaba a la izquierda comunista por usar una pantalla de humo de eufemismos para ocultar lo que estaba ocurriendo en la Unión Soviética estalinista.
Quien domina la palabra construye el relato y crea una atmósfera única, a veces asfixiante, que puede llegar a contaminar a quien se empeña en pensar de forma distinta. Cuidado con el uso traidor del vocabulario patriótico, nos advierte Timothy Synder. Agáchate, hijo, que viene la patria, le dice una madre a su hijo en la novela El Gatopardo de Lampedusa. Qué pesada es la patria cuando nos secuestra sin pedir permiso. Y qué inocuas son las palabras y las metáforas sin sentido.
El proceso independentista en Catalunya ha sido rico en palabras que han ido cambiando su significado o se han creado otras nuevas para designar la excepcionalidad del momento. Los pactos, las cumbres, los días históricos, los derechos a decidir, el referéndum sí o sí, el referéndum unilateral, el Pacte Nacional pel Referèndum, que pasa a ser plataforma de debate, pregunta y fecha que se anunciarán mañana. El president Puigdemont no ha leído bien la carta de la Comisión de Venecia o no la ha entendido como la mayoría de los mortales. El blanco es negro, proclaman desde el ministerio de la Verdad en 1984.
Xavier Domènech, desde su calculada y astuta ambigüedad, dice que la cuestión está en que el referéndum tenga garantías jurídicas y un reconocimiento internacional. Pienso que no es bueno promover momentos excepcionales para transformarlos en una emergencia permanente. Se consigue, eso sí, crear un desconcierto que nace de las opiniones fragmentadas en las propias fuerzas partidarias de la consulta. Y, de paso, se intenta eliminar la diferencia que es la base de toda democracia.
Una atmósfera única, a veces asfixiante, puede contaminar a los que se empeñan en pensar distinto