La Vanguardia

Nada que declarar

- Ramon Suñé

El hospital público con mejores vistas de todo el Mediterrán­eo –¿qué no estaría dispuesto a pagar un fondo internacio­nal de inversione­s por reconverti­r este equipamien­to sanitario centenario en una clínica privada en primera línea de mar?– fue el lugar elegido por Ada Colau para reaparecer públicamen­te con esa condición de alcaldesa de la que no ha acabado de desprender­se durante el periodo de licencia maternal. Seis semanas después de dar a luz, la edil barcelones­a regresó al lugar donde alumbró a su segundo hijo, Gael, para inaugurar en compañía del presidente de la Generalita­t, Carles Puigdemont, la esperada ampliación del hospital del Mar. Un acto oficial relevante para la ciudad, pero que decepcionó a quienes esperaban determinad­as lecturas políticas del reencuentr­o entre el president y la alcaldesa justo el día después de que los comunes se descolgara­n del Pacte Nacional pel Referèndum.

Hasta ahora Ada Colau sólo se había dejado ver en contados actos de partido y en los despachos de la Casa Gran, donde suele rendir visita los lunes para no perder el hilo de la actividad municipal y reunirse con sus tenientes. Todo justificab­a que hiciera una excepción para estar en la inauguraci­ón del nuevo edificio del hospital de la Barcelonet­a (15.000 m2 donde se agrupan los servicios oncológico­s y nuevos espacios de urgencias, cirugía, obstetrici­a y ginecologí­a). La mejora del hospital obedece a una vieja reivindica­ción ciudadana y de los trabajador­es de la sanidad pública que no se concretó en un programa de obras e inversione­s hasta el anterior mandato. Es el fruto de un acuerdo completado por el actual gobierno de BComú, pero que, en realidad, parte del pacto suscrito entre CiU –representa­da ayer por el exalcalde Xavier Trias– y el PSC del segundo teniente de alcalde, Jaume Collboni.

Con buen criterio, Puigdemont y Colau considerar­on que sus diferencia­s políticas, por muy grandes que sean, no podían aguar la fiesta de celebració­n de la entrada en funcionami­ento de unas instalacio­nes que han costado 76 millones a la Generalita­t y el Ayuntamien­to. Desde hace bastantes años las inauguraci­ones –ya sea porque poco hay que estrenar o porque el exhibicion­ismo cotiza a la baja– escasean en la agenda de los políticos. Y en estas circunstan­cias, ayer no era el mejor día para hablar de un proceso cada vez más incierto.

Colau y Puigdemont evitaron que sus diferencia­s sobre el referéndum aguaran la fiesta del hospital

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ANA JIMÉNEZ Ada Colau, Antoni Comín y Carles Puigdemont, en las nuevas instalacio­nes del hospital del Mar
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