La Vanguardia

Un africano marcha a Europa

Barroux y Bessora dibujan los 18 meses de dura ruta por África de un emigrante ilegal marfileño

- JUSTO BARRANCO

Sólo ocho horas y media en avión separan Abiyán, la vieja y populosa capital de Costa de Marfil, de la capital francesa, París. Ocho horas y media. Y un visado. Sin él, ese breve viaje se puede transforma­r en dieciocho meses. Los que tardan tantos emigrantes en atravesar las diferentes fronteras con Mali, Argelia, Marruecos y el Sáhara hasta llegar a Melilla o las Canarias. Un viaje lleno de soledad, vejaciones, explotació­n, miedo y muerte, especialme­nte para las mujeres... pero también de mucha esperanza. Un viaje que el dibujante francés Barroux y la guionista y novelista belga Bessora han plasmado con una emoción seca e intensa en la novela gráfica Alpha (Norma Editorial), la epopeya de un ebanista marfileño que vende su pequeño negocio para emigrar a París, donde cree que su mujer y su hijo ya habrán llegado, aunque no tiene noticias de ellos.

Un hombre, Alpha Coulibaly, al que no le ha servido que su abuelo luchara en la Guerra Mundial con el ejército francés y que ganara medallas por sobrevivir a las heridas para obtener un visado, y a través de cuyos ojos y el lector asiste a un durísimo viaje por la clandestin­idad africana. Eso sí, Alpha nunca se ve como un emigrante ilegal, sino como un aventurero, y el sueño de Europa y de su familia le hacen atravesar la desolación del territorio y de la humanidad que encuentra a su paso cuando otros, a su lado, caen.

El dibujante Barroux cuenta que todo comenzó porque él trabaja en un gran taller lleno de artistas y hay una cocina donde se encuentran. Allí habló un día con un hombre llamado Togola, que vivía en Francia hace ocho años ilegalment­e. Trabajaba, tenía una familia en Francia, pero constantem­ente tenía que esconderse y encontrar métodos de escapar a la policía y los controles para no ser expulsado. Y encontró a Bessora en un salón del cómic y acabaron llevando al papel la idea a cuatro manos. Bessora cuenta que ella no conocía a Togola, que partió de cero en el tema y quiso que fuera una ficción, “no tomar el testimonio de nadie concreto porque tendría la impresión de robarle su vida, sino inventar un personaje realista para el que me documenté muchísimo en numerosas fuentes, desde estudios universita­rios a oenegés”.

“Que sea ebanista, tenga un hijo y una mujer o se llame Alpha son decisiones mías, pero su recorrido, el lugar de las mujeres en esta tragedia migratoria, los pasadores, todo lo factual viene de documentos reales”, explica Bessora, y apunta que muchos de los emigrantes que nos encontramo­s en la calle cada día han pasado por un recorrido así. “Cada vez que veo alguien en la calle que vende bisutería o minitorres Eiffel a los turistas pienso en eso”, dice Bessora. Un recorrido en el que se endeudan, les estafan, les explotan en otros países africanos, viven en condicione­s miserables, están a punto de perderse en medio del desierto o ser tragados por el mar tras pagar a mafias y las mujeres con frecuencia deben prostituir­se y aceptarlo todo para seguir adelante. Un recorrido en compañía de grupos diversos, cambiantes, con estancias de meses en algunas localidade­s para ganar un dinero para el siguiente salto. Un periplo en el que por suerte algunos intentan cuidar de otros. “No puedes sobrevivir si no eres solidario. En estas aventuras, hay muchas etapas, aventuras y es la ley del más fuerte, no hay otro valor que el dinero, el salvajismo, estás a la merced de los más horribles cabrones. Si sois un grupo y os respetáis, no olvidáis que sois seres humanos. Eso ayuda a sobrevivir y avanzar. No se puede hacer solo; si Alpha estuviera solo, no llegaría”. A eso se le añade “la esperanza que tiene, muy naïf, de que incluso si el mundo se derrumba a su lado piensa que todo es posible porque está vivo y eso ya es un milagro”.

Lo que es menos milagroso, dice, es la acogida de Europa: “Se les acoge como bestias, deshumaniz­ados, de forma denigrante, y Europa ha conocido el exilio hace no tanto. La historia de la humanidad es siempre la de gente desplazada por guerras, hambre, pobreza. Imagine que en el XVII se hubiera prohibido ir a América. Es parte de nosotros”.

El dibujo, tan impresiona­nte como la obra, expresioni­sta, naïf, parte, explica Barroux, del texto de Bessora, que le consternó. Y le hizo querer “que todo fuera muy denso, llenarlo todo, no hay aire en las páginas. Técnicamen­te apuesto más por la emoción que por la exactitud del trazo, trabajando con cuatro o cinco rotuladore­s comprados en unos grandes almacenes en un espíritu arte povera, como si fuera Alpha que en el camino hace su diario”. Y sonríe explicando que la base de los dibujos son los esbozos que presentó a la editorial: “Cuando los enseñé en Gallimard me dijeron ‘los publicamos así’. Me dejaron tiempo para retocar la luz, pero se ha publicado así, en bruto, potente”. Tan potente que Bessora espera que Alpha sirva para recordar que los emigrantes no son una categoría, sino personas. Humanos. “Se llama Alpha, no es un emigrante. Es una persona con identidad, con una historia, con un proyecto”, concluye.

Barroux cuenta que al mostrar sus esbozos en Gallimard le dijeron: “Los publicamos así, en bruto, potentes” “Se llama Alpha, no es un emigrante; es una persona con identidad, con una historia, con un proyecto”, dice Bessora

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en las que el protagonis­ta de la epopeya se presenta y en las que
atraviesa en grupo uno de los interminab­les desiertos africanos
Abiyán-París Norte. Dos de las páginas de la novela gráfica Alpha, en las que el protagonis­ta de la epopeya se presenta y en las que atraviesa en grupo uno de los interminab­les desiertos africanos
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