La Vanguardia

Carreño se rompe; Nadal sigue

Thiem aparece otra vez en el horizonte del balear: desbordó a Djokovic en tres sets

- SERGIO HEREDIA Barcelona THIEM, ‘SUPERSTAR’

El martes llovió a raudales en París. Rafael Nadal y Pablo Carreño observaron la lluvia desde el otro lado de los cristales. No pudieron enfrentars­e entre sí.

Lo hicieron ayer: pudieron jugar. Eso sí, por poco rato.

Nadal pasó por encima de Carreño en el primer set (6-2). E iba camino de hacer lo mismo en el segundo (2-0). Hasta que Carreño (25) dijo basta. Dijo que le dolía el lado derecho de los abdominale­s. Y que no podía seguir.

De manera que se marchó, algo cariaconte­cido: perdía la oportunida­d de pelear por un puesto en las semifinale­s de un Grand Slam. Poca broma con eso.

–No quería forzar la lesión –se justificó Carreño.

Para entonces, tenía problemas para servir. Y corría despacio y a destiempo. Con tantos problemas, ¿cómo vas a enfrentart­e a Nadal, y en Roland Garros?

–A mí me pasó algo parecido en Montreal, hace unos años –dijo Nadal–. Pero yo me equivoqué. Entonces decidí seguir jugando, y luego lo pagué en el US Open. No puedes ir haciendo barbaridad­es, porque acabas teniendo que pararte más tiempo del previsto.

Es evidente que Carreño no hubiera podido aguantar todo el partido. Irse no era mala idea.

Llamó al médico. Le dijo que la cosa iba fatal. Y se disculpó ante su adversario y el público. Se fue dolido, pero menos.

–Me voy pensando que en el futuro puedo seguir creciendo (es el 21.º del mundo, pero el lunes habrá avanzado cuatro o cinco posiciones). En París he jugado partidos muy buenos. He afrontado momentos durísimos y los he solventado –dijo.

Antes había tumbado a Dimitrov y a Raonic. Y esas son palabras mayores. Y Nadal se lo agradeció. –El día estaba feo. Frío y con viento. No era un día para alardes, sino para asegurar el pase –dijo el balear.

Por eso mismo, prefirió recogerse. Pase lo que pase ya tiene algo seguro: el lunes habrá adelantado a Djokovic en el ránking.ATP.

Nadal se fue a la casa del equipo en París y descansó. No pensaba entrenarse por la tarde.

–Ya lo haré mañana (por hoy) –dijo. Lo va a necesitar. Fíjense en el castigo que Thiem le infligió ayer a Djokovic: 7-6 (5), 6-3 y 6-0. Thiem es el rival de Nadal mañana, en las semifinale­s.

–Es evidente que no estoy cerca de mi mejor nivel. Y lo sé. Todo esto es nuevo para mí. Y tengo que afrontarlo –dijo Djokovic.

Este sí que se fue sinceramen­te cabizbajo. Hace un año parecía invencible. Venía de ganar cuatro Grand Slam consecutiv­os. Algo que nadie había hecho en el último medio siglo. Y en París, el otro junio, había sido un tenista superior. Un líder implacable.

Luego vinieron sus problemas. Se desentendi­ó del tenis: había sido padre y estaba saturado. Enfureció a uno de sus técnicos, Boris Becker,

El austriaco, único hombre que ha batido a Nadal en tierra en este año, echó a Djokovic con un ‘rosco’

que decidió romper con él. Se pasó un tiempo tratando de reconstrui­rse. Echó al resto de sus entrenador­es, incluido Marian Vajda, su guía desde el 2006. Y contrató a Andre Agassi. Junto a este, preparó Roland Garros.

Y no iba mal, en estos días. Más bien al contrario. Se manejó muy bien ante Schwartzma­nn y Ramos. Tanto, que Becker se había atrevido a declarar:

–Empiezo a ver destellos del mejor Djokovic.

De un bufido, Thiem apagó ayer la vela. Lo despidió con un rosco.

–Ya han visto qué duro es esto de ganar un Grand Slam. Primero, Djokovic. El viernes me espera Nadal. Y si sigo adelante, me espera una superestre­lla en la final –dijo Thiem.

Se mire como se mire, Thiem es el outsider del año. El único que ha logrado derrotar a Nadal en un partido en tierra en este año. Lo hizo en los cuartos de final de Roma.

Un rosco a Djokovic. Guau.

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PETR DAVID JOSEK / AP Nadal consuela a Carreño, ayer en París
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