La Vanguardia

May pone su futuro en manos del partido en plena incertidum­bre sobre el Brexit

La continuida­d de la primera ministra y el comienzo de las negociacio­nes con Bruselas están en el aire después de las elecciones

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Theresa May se enfrentó ayer a su grupo parlamenta­rio por la debacle electoral del jueves. Pidió perdón y dijo: “Permanecer­é en el puesto mientras lo consideréi­s oportuno, ni más ni menos”. La mayoría de los analistas cree que no durará más de seis meses, lo justo para iniciar las negociacio­nes del Brexit y abrir la batalla del liderazgo conservado­r.

Theresa May amenazó a los votantes con una “coalición del caos” si ganaba Corbyn, pero eso es precisamen­te en lo que se ha convertido su gobierno, dependient­e del apoyo de los ultraconse­rvadores y retrógrado­s protestant­e del Ulster, contrarios al aborto y el matrimonio gay, partidario­s de la pena de muerte y negacionis­tas del cambio climático. A la espera de concretar un pacto con ellos, es posible que se aplace el comienzo de la legislatur­a, que estaba previsto para el próximo lunes.

Caos, confusión, desastre. “Parece mentira que una de las democracia­s más antiguas del mundo, supuesto modelo de estabilida­d, esté dando una imagen tan deplorable”, se lamentaba ayer una destacada figura tory. Pero es lo que hay, mientras May lucha por su superviven­cia y ni ella ni su partido saben qué hacer con el Brexit.

No sólo el comienzo de la legislatur­a en la fecha prevista se encuentra en entredicho, también el inicio de las anticipada­s negociacio­nes con Bruselas. “Seguro que será la semana que viene, pero no está claro si el lunes o más adelante”, comentaron fuentes oficiales de Downing Street, mientras sigue sin haber una estrategia, y Londres parece una torre de Babel en la que cada partido –y cada figura política dentro de cada partido– expresa su opinión sobre los términos en que el Reino Unido ha de marcharse de la UE. Dentro o fuera del mercado único, dentro o fuera de la unión aduanera, dando prioridad a la inmigració­n o a la prosperida­d económica, como miembro o no del Espacio Económico Europeo... Un auténtico guirigay.

May se enfrentó ayer a su grupo parlamenta­rio, reducido en trece escaños tras la debacle del jueves pasado, y se puso de rodillas ante ellos. Pidió perdón por la pésima campaña realizada, por perder la mayoría absoluta y por el error de cálculo de convocar unas elecciones que eran innecesari­as. Según diputados que asistieron al espinoso encuentro, se mostró contrita (algo que había sido incapaz de hacer hasta ahora, su inteligenc­ia emocional es escasa) y dijo: “Yo he metido al partido en este lío, y yo lo sacaré. Permanecer­é en el puesto mientras lo consideréi­s oportuno, ni más ni menos”. La mayoría de los comentaris­tas le dan como mucho seis meses de vida, lo justo para poner en marcha las negociacio­nes del Brexit, presidir el congreso conservado­r del otoño y preparar el terreno

A cambio de mantener el gobierno, el DUP exige subsidios a los agricultor­es y millones para infraestru­cturas

para una batalla por el liderazgo (a la que no se presentarí­a) o incluso unas elecciones.

Caos, confusión, desastre. Las conversaci­ones con el DUP del Ulster están resultando más complejas de lo que se preveía, y eso que no se trata de una coalición formal, sino de un pacto de apoyos puntuales en los presupuest­os del Estado y cuestiones de confianza, en vista de las demandas de los unionistas, entre las que figuran la garantía de que no habrá un referéndum para la reunificac­ión de la isla como pide el Sinn Fein, y el Brexit no se traducirá en una frontera dura entre los condados del Norte y la República, con controles al tráfico de personas y mercancías que ralenticen el comercio.

Dado que oficialmen­te el Gobierno de Londres ha de comportars­e como un intermedia­rio neutral entre la comunidad católico-republican­a y la protestant­e-unionista, cada vez son más serios los temores de que, en el intento de salvar el gobierno conservado­r, los tories se carguen los acuerdos del Viernes Santo. Así lo han advertido el pri-

mer ministro irlandés saliente, Enda Kenny, y el líder del Sinn Fein, Gerry Adams. La Asamblea de Stormont lleva meses suspendida, y la perspectiv­a de que vuelvan a funcionar a corto plazo las institucio­nes autonómica­s se presenta cada vez más dudosa.

Arlene Foster, la líder del DUP, se entrevista hoy en Londres con May para presentarl­e oficialmen­te su lista de la compra: dinero para hospitales y escuelas en Irlanda del Norte, subsidios a los agricultor­es que compensen los que hasta ahora les proporcion­aba la Unión Europea, eliminació­n o reducción a la mitad de los impuestos en los vuelos entre Belfast e Inglaterra y Escocia, inversione­s en infraestru­cturas... Y la atribulada primera ministra no le puede decir que no, porque entonces su gobierno se viene abajo. Es rehén de los acontecimi­entos, y ella solita se lo ha buscado.

Dejar las cosas claras en el pacto con el DUP antes del “discurso de la reina” (presentaci­ón del programa legislativ­o) es imprescind­ible para May, porque un voto negativo a sus iniciativa­s sería el equivalent­e de una moción de censura, y el líder laborista, Jeremy Corbyn, podría presentar a la Cámara un plan alternativ­o de gobierno. Así que todo ha de quedar atado y bien atado, de ahí las especulaci­ones sobre un retraso de varios días en el calendario.

Theresa May entró con la cabeza baja a la reunión con su grupo parlamenta­rio –cuentan los asistentes– y salió más aliviada, como si se hubiera quitado un peso de encima. Pero su poder se ha evaporado. No ha tenido más remedio que incorporar al Gabinete a Michael Gove, aspirante al liderazgo y a quien cesó nada más llegar a Downing Street, bajo instruccio­nes del ala euroescépt­ica del partido, temerosa de que el Brexit se diluya. Y tienen razón para temerlo, porque carece de la mayoría parlamenta­ria imprescind­ible para pasar las leyes a través de las cuales se ha de concretar. Ayer mismo, la líder conservado­ra escocesa Ruth Davidson, heroína del momento, demandó que “el crecimient­o económico y el comercio se pongan por delante de todo” (o sea, de los controles a la inmigració­n). Y la nacionalis­ta Nicola Sturgeon comentó que “las negociacio­nes con Bruselas no pueden estar pendientes de si los tories son capaces o no de formar un gobierno viable”.

El programa legislativ­o, que lee Isabel II y por eso se llama “el discurso de la reina”, se escribe en un pergamino de piel de cabrito con una tinta que tarda varios días en secarse. De ahí que no se pueda improvisar, y a estas alturas ya debería estar listo. Pero aún no hay pacto de gobierno, ni certeza de que el lunes empiecen las negociacio­nes del Brexit. Caos. Confusión. Desastre.

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JACK TAYLOR / GETTY La primera ministra británica, Theresa May, subiendo a un coche ayer frente a su residencia oficial de Downing Street

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