May pone su futuro en manos del partido en plena incertidumbre sobre el Brexit
La continuidad de la primera ministra y el comienzo de las negociaciones con Bruselas están en el aire después de las elecciones
Theresa May se enfrentó ayer a su grupo parlamentario por la debacle electoral del jueves. Pidió perdón y dijo: “Permaneceré en el puesto mientras lo consideréis oportuno, ni más ni menos”. La mayoría de los analistas cree que no durará más de seis meses, lo justo para iniciar las negociaciones del Brexit y abrir la batalla del liderazgo conservador.
Theresa May amenazó a los votantes con una “coalición del caos” si ganaba Corbyn, pero eso es precisamente en lo que se ha convertido su gobierno, dependiente del apoyo de los ultraconservadores y retrógrados protestante del Ulster, contrarios al aborto y el matrimonio gay, partidarios de la pena de muerte y negacionistas del cambio climático. A la espera de concretar un pacto con ellos, es posible que se aplace el comienzo de la legislatura, que estaba previsto para el próximo lunes.
Caos, confusión, desastre. “Parece mentira que una de las democracias más antiguas del mundo, supuesto modelo de estabilidad, esté dando una imagen tan deplorable”, se lamentaba ayer una destacada figura tory. Pero es lo que hay, mientras May lucha por su supervivencia y ni ella ni su partido saben qué hacer con el Brexit.
No sólo el comienzo de la legislatura en la fecha prevista se encuentra en entredicho, también el inicio de las anticipadas negociaciones con Bruselas. “Seguro que será la semana que viene, pero no está claro si el lunes o más adelante”, comentaron fuentes oficiales de Downing Street, mientras sigue sin haber una estrategia, y Londres parece una torre de Babel en la que cada partido –y cada figura política dentro de cada partido– expresa su opinión sobre los términos en que el Reino Unido ha de marcharse de la UE. Dentro o fuera del mercado único, dentro o fuera de la unión aduanera, dando prioridad a la inmigración o a la prosperidad económica, como miembro o no del Espacio Económico Europeo... Un auténtico guirigay.
May se enfrentó ayer a su grupo parlamentario, reducido en trece escaños tras la debacle del jueves pasado, y se puso de rodillas ante ellos. Pidió perdón por la pésima campaña realizada, por perder la mayoría absoluta y por el error de cálculo de convocar unas elecciones que eran innecesarias. Según diputados que asistieron al espinoso encuentro, se mostró contrita (algo que había sido incapaz de hacer hasta ahora, su inteligencia emocional es escasa) y dijo: “Yo he metido al partido en este lío, y yo lo sacaré. Permaneceré en el puesto mientras lo consideréis oportuno, ni más ni menos”. La mayoría de los comentaristas le dan como mucho seis meses de vida, lo justo para poner en marcha las negociaciones del Brexit, presidir el congreso conservador del otoño y preparar el terreno
A cambio de mantener el gobierno, el DUP exige subsidios a los agricultores y millones para infraestructuras
para una batalla por el liderazgo (a la que no se presentaría) o incluso unas elecciones.
Caos, confusión, desastre. Las conversaciones con el DUP del Ulster están resultando más complejas de lo que se preveía, y eso que no se trata de una coalición formal, sino de un pacto de apoyos puntuales en los presupuestos del Estado y cuestiones de confianza, en vista de las demandas de los unionistas, entre las que figuran la garantía de que no habrá un referéndum para la reunificación de la isla como pide el Sinn Fein, y el Brexit no se traducirá en una frontera dura entre los condados del Norte y la República, con controles al tráfico de personas y mercancías que ralenticen el comercio.
Dado que oficialmente el Gobierno de Londres ha de comportarse como un intermediario neutral entre la comunidad católico-republicana y la protestante-unionista, cada vez son más serios los temores de que, en el intento de salvar el gobierno conservador, los tories se carguen los acuerdos del Viernes Santo. Así lo han advertido el pri-
mer ministro irlandés saliente, Enda Kenny, y el líder del Sinn Fein, Gerry Adams. La Asamblea de Stormont lleva meses suspendida, y la perspectiva de que vuelvan a funcionar a corto plazo las instituciones autonómicas se presenta cada vez más dudosa.
Arlene Foster, la líder del DUP, se entrevista hoy en Londres con May para presentarle oficialmente su lista de la compra: dinero para hospitales y escuelas en Irlanda del Norte, subsidios a los agricultores que compensen los que hasta ahora les proporcionaba la Unión Europea, eliminación o reducción a la mitad de los impuestos en los vuelos entre Belfast e Inglaterra y Escocia, inversiones en infraestructuras... Y la atribulada primera ministra no le puede decir que no, porque entonces su gobierno se viene abajo. Es rehén de los acontecimientos, y ella solita se lo ha buscado.
Dejar las cosas claras en el pacto con el DUP antes del “discurso de la reina” (presentación del programa legislativo) es imprescindible para May, porque un voto negativo a sus iniciativas sería el equivalente de una moción de censura, y el líder laborista, Jeremy Corbyn, podría presentar a la Cámara un plan alternativo de gobierno. Así que todo ha de quedar atado y bien atado, de ahí las especulaciones sobre un retraso de varios días en el calendario.
Theresa May entró con la cabeza baja a la reunión con su grupo parlamentario –cuentan los asistentes– y salió más aliviada, como si se hubiera quitado un peso de encima. Pero su poder se ha evaporado. No ha tenido más remedio que incorporar al Gabinete a Michael Gove, aspirante al liderazgo y a quien cesó nada más llegar a Downing Street, bajo instrucciones del ala euroescéptica del partido, temerosa de que el Brexit se diluya. Y tienen razón para temerlo, porque carece de la mayoría parlamentaria imprescindible para pasar las leyes a través de las cuales se ha de concretar. Ayer mismo, la líder conservadora escocesa Ruth Davidson, heroína del momento, demandó que “el crecimiento económico y el comercio se pongan por delante de todo” (o sea, de los controles a la inmigración). Y la nacionalista Nicola Sturgeon comentó que “las negociaciones con Bruselas no pueden estar pendientes de si los tories son capaces o no de formar un gobierno viable”.
El programa legislativo, que lee Isabel II y por eso se llama “el discurso de la reina”, se escribe en un pergamino de piel de cabrito con una tinta que tarda varios días en secarse. De ahí que no se pueda improvisar, y a estas alturas ya debería estar listo. Pero aún no hay pacto de gobierno, ni certeza de que el lunes empiecen las negociaciones del Brexit. Caos. Confusión. Desastre.