La Vanguardia

Un amanuense inexperto

- Màrius Carol

LOS grandes discursos pertenecen a la memoria colectiva. Hannah Arendt escribió que los discursos muestran quiénes somos, y revelan la única y personal identidad de quienes los pronuncian. Los discursos no se pueden dejar en manos de amanuenses inexpertos o excesivame­nte impetuosos y, en el caso de que sea imprescind­ible, es importante revisarlos, adaptarlos y corregirlo­s. Tan mal discurso es el que no llega a la gente como el que no se cree su lector.

Pep Guardiola es tan buen entrenador como orador en público. Su alocución ante la prensa ante el Madrid de Mourinho el 25 de abril del 2011 constituye uno de los parlamento­s más brillantes que se hayan vertido nunca, cuando respondió a las bravuconad­as del portugués en la sala de prensa. Estuvo sutil en las palabras, irónico en los mensajes y rotundo en la defensa de los valores. Fue un parlamento de un tirón, bien pensado y mejor estructura­do, en el que dijo que le regalaba su Champions particular fuera del campo. Y donde explicó que intentaba aprender de él cuando su equipo jugaba sobre el césped, pero que no deseaba saber nada de sus manejos cuando el partido había concluido. Una manera de apreciar al profesiona­l pero desconside­rar a la persona.

Por eso, sabiendo que hay pocos personajes públicos como Guardiola para verbalizar conceptos y estructura­r argumentos, cuesta creer que le gustara el redactado del manifiesto del acto convocado por la ANC, Òmnium Cultural y la AMI que le tocó leer en Montjuïc. Es evidente que el texto estaba poco elaborado en el fondo y demasiado atropellad­o en las formas. Calificar a España de Estado autoritari­o, considerar que el Estado español persigue el debate político o afirmar que el Gobierno amenaza a los demócratas resulta, como poco, estentóreo. Un tipo de la categoría moral de Guardiola, que conoce perfectame­nte el valor de la palabra, merecía una pluma más brillante y contenida.

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