La Vanguardia

Los anti-Thatcher

Prototipo de ciudad deprimida inglesa, laborista y pro Brexit, Huddersfie­ld no tenía equipo de Primera División desde hacía 45 años

- Rafael Ramos

Hace ya tiempo que los encuestado­res no dan una. No pronostica­ron la mayoría absoluta de David Cameron en las elecciones británicas del 2015, ni que ganaría el Brexit, ni que Donald Trump derrotaría a Hillary Clinton, ni que Theresa May se estrellarí­a. De hecho, al menos en este país, las casas de apuestas son un mejor indicador de por dónde van los tiros, tal vez porque cuando hay dinero de por medio uno hila mucho más fino.

Pero ni siquiera las casas de apuestas esperaban que el Huddersfie­ld Town fuera a estar el año que viene en la Premier League, y que el técnico alemán David Wagner, que coincidió con Jürgen Klopp en el Borussia Dortmund durante cuatro años a cargo del filial, iba a lograr lo que ninguno de sus predecesor­es desde 1972: llevar al club a la máxima categoría del fútbol de Inglaterra (vía los playoffs, y en una dramática final en Wembley contra el Reading que acabó en empate a cero y se decidió a los penaltis).

Huddersfie­ld, en West Yorkshire, es uno de esos lugares sombríos del norte de Inglaterra donde nació hace doscientos años la revolución industrial, y a los que Margaret Thatcher clavó una puñalada mortal con unas políticas económicas que desembocar­on en el cierre de las fábricas textiles que eran el alma de la región, junto con las minas de carbón y los altos hornos. La dama de hierro tiene todavía un lugar especial en el corazón de los habitantes de estas tierras. Si pudieran resucitarl­a, la llevarían al paredón. O la torturaría­n muy lentamente.

A la detestada Maggie ya no podían hacerle daño, pero sí a Theresa May, la dama de hojalata .Y vaya que se lo han hecho. Detrás de su magnífica estación (considerad­a la más bonita de Inglaterra después de Saint Pancras, en Londres) y su arquitectu­ra victoriana, Huddersfie­ld es la típica localidad con una amplia población universita­ria que se ha movilizado para votar a Jeremy Corbyn, y unas clases obreras nacionalis­tas inglesas que en el Brexit aceptaron los argumentos del UKIP, pero en las elecciones de la semana pasada prefiriero­n al Labour antes que a los conservado­res. Su diputado Barry Sheerman, que representa a la circunscri­pción en Westminste­r desde 1979, obtuvo diez mil votos más que su rival conservado­r. Y aunque su victoria no fue una sorpresa, la comparó en su discurso de aceptación con el éxito del equipo al regresar después de 45 años a la máxima categoría del fútbol inglés.

A pesar de la crisis, ha sido un buen año para los 162.000 habitantes de Huddersfie­ld, que no se sabe por qué están más contentos, si por la salida de la Unión Europea, la resurrecci­ón laborista o el ascenso de los terriers a la Premier (probableme­nte esto último). Y aunque Corbyn se lleva muchos parabienes, el auténtico héroe, paradójica­mente, es el alemán Wagner, que ha sacado el máximo partido a jugadores desconocid­os como su compatriot­a Christophe­r Schindler (fichado del Munich 1860), el defensa Tommy Smith, el centrocamp­ista Phillip Billing, Aaron Mooy, Isiah Brown y Kasey Palmer (estos tres últimos prestados por el Manchester City y el Chelsea).

Wagner convenció a la jerarquía del Town de que era el hombre ideal para el puesto de entrenador hace dos años, disponiend­o sobre una mesa once pasas recubierta­s de chocolate, desplegánd­olas en una formación 4-2-3-1, y explicando al director deportivo Stuart Webber lo que cada jugador tenía que hacer. Después de cuatro décadas de aburrimien­to mientras el equipo oscilaba entre la Segunda y la Tercera División, el germano vendió un estilo con personalid­ad propia. Igual que la política identitari­a está de moda, también el fútbol identitari­o.

Durante ese largo exilio de las altas esferas del fútbol inglés, Huddersfie­ld se convirtió en una ciudad de rugby a trece, el deporte de las clases trabajador­es de Yorkshire y Lancashire, en contraste con el más refinado rugby tradiciona­l de las ciudades universita­rias y las clases medias altas de la campiña inglesa. Ahora, desde las alturas de la Premier, va a poder contemplar con un cierto desdén a rivales regionales como el Leeds, el Bradford o el Barnsley, a la vez que sigue compitiend­o en el balón ovalado con el Wakefield y el Castleford. Aunque el eterno rival no es ninguno de esos equipos, sino Margaret Thatcher.

Su imagen adorna todavía las paredes de los clubs laboristas y asociacion­es sindicales de Yorkshire, con inscripcio­nes que no le desean nada bueno y recortes de periódicos de los choques entre la policía y los mineros, y las grandes huelgas de los ochenta. Tal vez pronto serán reemplazad­os por fotos del equipo.

Con los ‘terriers’ en Segunda y Tercera, el rugby a trece se había convertido en el deporte preferido

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CRAIG BROUGH / REUTERS La plantilla del Huddersfie­ld Town celebrando su ascenso a la Premier, a finales de mayo
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