La Vanguardia

Globalizac­ión 4.0

- Jaime Malet

Tras una expansión sin precedente­s desde los ochenta, el comercio internacio­nal puede haber comenzado un proceso de estancamie­nto pese a la tímida recuperaci­ón prevista para el 2017 y 2018. El año pasado las veinte grandes navieras internacio­nales ingresaron 80.000 millones de dólares menos que en el 2012. El enfriamien­to de China y la contracció­n de la inversión en EE.UU. pueden explicar una parte de esta desacelera­ción, pero no toda. Hay otras razones posibles.

El desarrollo tecnológic­o está aproximand­o la producción y la manufactur­a al destino de los bienes, al consumidor final. La energía es el ejemplo más evidente. Por un lado, las nuevas tecnología­s de extracción del petróleo; por el otro, el avance en las renovables. A medida que mejora la tecnología en estas áreas, se reduce la dependenci­a energética de los grandes consumidor­es estadounid­enses y europeos y, con ello, la necesidad de transporta­r millones de toneladas de carbón y de barriles de petróleo (el 55% del comercio mundial en 1970). EE.UU. empieza a ser autosufici­ente en petróleo y gas natural, lo que repercute en el comercio mundial. Y también en la geopolític­a. Con producción energética propia, EE.UU. puede ver reducido su interés en el oneroso papel de garante de la seguridad en los mares desde 1945.

Más relevante aún será el desarrollo de la robótica. A medida que la automatiza­ción extrema de la 4.ª revolución industrial se vaya extendiend­o a nuestras fábricas y los robots sean más asequibles, menguará la deslocaliz­ación de manufactur­a a lugares con mano de obra barata . ¿Para qué fabricar en Vietnam o Polonia si se puede en California o Stuttgart con robots, más precisos, más trabajador­es (24/7) y menos exigentes?

En este capítulo está también el avance en las impresoras 3D, que pronto permitirán sustituir grandes fábricas por otras pequeñas, cercanas al consumidor, con una fabricació­n simplifica­da gracias a la reproducci­ón de modelos. Otros cambios disruptivo­s en inteligenc­ia artificial y en nanotecnol­ogía (nuevos materiales, fabricados cerca del consumidor sustituyen­do materiales naturales que hay que transporta­r desde yacimiento­s lejanos) también inciden. Con menor comercio y menos seguridad en los mares, los precios del transporte marítimo pueden aumentar en una espiral que se retroalime­nte.

También hay razones políticas, como hemos visto en las últimas citas electorale­s y en el Brexit. Hay capas importante­s de la población occidental que sienten que la globalizac­ión las ha abandonado. Esta población, muy movilizada, reclama aranceles y proteccion­ismo. Nos guste o no, los líderes políticos de cualquier tendencia van a darles satisfacci­ón aun cuando algunos pensemos que el empleo no retornará volviendo a imponer aranceles. El comercio internacio­nal basado en la deslocaliz­ación de la manufactur­a seguirá existiendo, pero menguará. Las organizaci­ones internacio­nales del orden liberal creado tras la II Guerra Mundial tendrán que coordinar soluciones innovadora­s, basadas también en los avances tecnológic­os, que integren a los excluidos de las zonas industrial­es en nuevas cadenas de valor.

El comercio basado en la deslocaliz­ación de la manufactur­a menguará

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