Los niños de la CIA
El periodista Rafael Moreno desvela cómo el espionaje de EE.UU. y el MI6 sonsacaron información de la URSS a los ‘hijos de la guerra’
La CIA y en menor medida el MI6 británico aprovecharon el retorno masivo a España de niños de la guerra enviados durante la Guerra Civil a la URSS para extraer información de alto valor sobre las capacidades militares y las grandes infraestructuras civiles de la Unión Soviética en los años cincuenta, es decir, en los años más peligrosos de la guerra fría. Las claves disponibles de lo que la CIA denominó operación Niños se desgranan en Los niños de Rusia (Crítica),del periodista Rafael Moreno Izquierdo, corresponsal de Efe en Estados Unidos durante 20 años, a la venta desde ayer.
Los interrogatorios se prolongaron de 1956 a 1960. Fueron unas 1.800 entrevistas que generaron dos mil informes finales, según explicaba ayer el autor en entrevista con La Vanguardia. Aunque el grueso de los detalles sobre el fruto de las conversaciones sigue secreto, se sabe ya que “nunca la CIA tuvo tanta información de primera mano sobre la URSS que con los niños de la guerra”. En versión de los propios estadounidenses, plasmada en un artículo del marine Lawrence E. Rogers para la revista del servicio de Información de EE.UU. –un texto escrito en 1963 pero no abierto al público hasta muchos años después– “la información de inteligencia obtenida con el proyecto Niños fue útil durante muchos años y constituyó una base de información que probablemente no hubiera sido posible obtener de ninguna otra forma”. La calidad de los informes era tal que no se habría obtenido “ni aunque se hubiera invertido muchas veces su coste en dinero”.
Sólo las revelaciones que sobre misiles guiados de la URSS ofrecieron algunos de los ya hombres maduros retornados a España tras su paso por trabajos de muy diversa cualificación en instalaciones militares soviéticas “pagaron por el coste completo del proyecto” de la CIA, escribió Rogers.
Los espías estadounidenses, en colaboración con la inteligencia de Franco y bajo impulso del dictador en plena salida del aislacionismo tras los acuerdos de instalación de las bases americanas, hicieron un importantedespliegueparasonsacar a los repatriados. El agente británico Arthur S. Dyer, diplomático inglés nacido en el barrio bilbaíno de Las Arenas y convertido en espía del MI6 en Bilbao, lo explica así en otro testimonio : “Les contesté a mis jefes que debía de haber cosas muy interesantes (alrededor de los niños) porque los americanos tenían montado un tinglado de mil demonios. Aquí funcionaba una oficina con cuarenta personas, entre americanos y personal local. La policía española trincaba a los repatriados y los llevaba a aquella oficina...”. Dyer relata cómo a menudo las entrevistas contaban con apoyo de expertos en las distintas áreas. En particular especialistas en misiles. “Algunas veces, seguían el interrogatorio con botellitas. ‘Huela esto, huela aquello’. Les daban a oler combustibles para saber cuáles echaban los soviéticos a los cohetes”, explica Dyer.
A cambio de distintos estímulos en especie y económicos, los informantes más colaboradores contaron lo que nadie había contado sobre la URSS. Un filón de oro para la CIA.
Los interrogatorios –unas 1.800 entrevistas– se prolongaron cuatro años, de 1956 a 1960