El Ulster vuelve al primer plano
El pacto entre los ‘tories’ y el DUP amenaza la paz, advierte John Major
La primera ministra norirlandesa Arlene Foster entró ayer en Downing Street por la puerta grande. Nunca antes los unionistas protestantes del DUP, fanáticos religiosos, antiabortistas, contrarios al matrimonio homosexual, partidarios de la pena de muerte, negacionistas del cambio climático y enemigos feroces de la reunificación de la isla, habían tenido tanto poder. Los conservadores británicos los necesitan para gobernar, y que el circo del Brexit siga adelante.
Tras una hora de conversaciones con Theresa May, Arlene Foster se mostró satisfecha del progreso realizado para un pacto de apoyo al programa de gobierno, los presupuestos y las cuestiones de confianza, y señaló con una sonrisa de oreja a oreja que esperaba cerrarlo pronto, en medio de la impresión generalizada de que sólo quedaban pendientes algunos flecos, y el acuerdo entre los tories y el DUP estaba casi hecho.
Pero el ex primer ministro británico John Major, cuya administración dio los primeros pasos para dialogar con el IRA y estableció las bases de los acuerdos del Viernes Santo que Blair cerraría años más tarde, echó un jarro de agua fría al ambiente al advertir de los peligros de esa “alianza tóxica” para la paz en Irlanda del Norte, y recomendar a May que intente gobernar en solitaria antes que ponerse en manos de unos socios tan retrógrados.
“Estoy muy preocupado –dijo Major en las ondas de la BBC–. La situación en el Ulster es muy delicada, y aunque existe un amplio consenso para la paz, hemos de tener mucho cuidado en evitar que se amplíen las ya de por sí enormes diferencias entre católicos y protestantes. Londres ha de ser visto como un interlocutor neutral, y el pacto con el DUP hace que no lo sea, o que no lo parezca, que a efectos prácticos es lo mismo”.
Algunos elementos de la lista de la compra con la que Foster se presentó ante May son explosivos, como por ejemplo una amnistía para policías y soldados por asesinatos cometidos durante el conflicto (pero no así para los paramilitares republicanos), y la prohibición de que los partidos reciban donaciones del extranjero (el Sinn Féin obtiene la mayoría de sus fondos de simpatizantes en Irlanda y Estados Unidos). El objetivo del DUP es estrangular a su principal rival.
Aunque los protestantes han puesto énfasis en las demandas económicas (dinero para escuelas y hospitales, reducción del impuesto de sociedades en el Ulster, más vuelos a Belfast y más baratos...) y han abandonado cualquier pretensión de incorporar al programa de los conservadores su oposición al aborto y los derechos homosexuales, el DUP no renuncia a dejar su huella en la política británica, con demandas como un mayor gasto en defensa o el mantenimiento de los privilegios a los pensionistas.
El Sinn Féin, alarmado por el incremento de la influencia de sus enemigos a rabiar, ha pedido la protección de Bruselas, por considerar que la Unión Europea tiene la obligación de preservar los acuerdos del Viernes Santo, y que el pacto entre los tories y el DUP va en contra de las directrices negociadoras del Brexit establecidas por el Parlamento de Estrasburgo.
La posición de los unionistas sobre la frontera con la República está llena de contradicciones, ya que por un lado apoyan un Brexit duro, sin mercado único ni unión aduanera, y por otro piden que las personas puedan cruzarla sin ningún tipo de documentación (mucha gente vive en un lado y trabaja en el otro), y que no haya ningún tipo de controles que ralenticen el movimiento de mercancías. Una de las ideas que baraja Londres es el establecimiento de “puestos de facilitación del comercio”, situados a unos diez kilómetros de la aduana, y en la que tan sólo se detendría para inspeccionar la documentación a entre un seis y un ocho por ciento de los vehículos. El resto pasaría sin necesidad de detenerse.
La Asamblea de Stormont y las instituciones autonómicas norirlandesas, pilar de los acuerdos del Viernes Santo, llevan meses suspendidas y sin perspectiva de reanudarse a corto plazo. El Sinn Féin se retiró de ellas antes de la muerte de su número dos, Martin McGuinness, en protesta por el papel de Foster en un fiasco energético colindante entre la corrupción y la mala gestión, que costó a los contribuyentes del Ulster 600 millones de euros. Pero el trasfondo es la pérdida progresiva de confianza entre los dos partidos mayoritarios, uno protestante y el otro católico, que se han beneficiado de la polarización del electorado para casi monopolizar el voto de sus respectivas comunidades. Sus rivales, el UUP (unionistas moderados) y el SDLP (socialdemócrata), que fueron clave en la articulación del proceso de paz y el desarme del IRA, han quedado borrados del mapa.
No sólo Major. Son muchas las voces que avisan de los peligros de la alianza para mantener a May en el poder. Los conservadores llevan años intentando “descontaminar” su marca en temas sociales, y el matrimonio con el DUP puede echar todos esos esfuerzos por tierra.
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