La Vanguardia

“Electorado vomitivo”

Un exconsejer­o de Sarkozy derrotado en la primera vuelta deja la política y llama “pijos egoístas” a sus electores

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

Hay cosas que un político no puede permitirse: insultar a sus electores. El pueblo, por definición, siempre tiene razón. Pero he aquí una virtud de la derrota del político cesante: libera su palabra. Lo demostró el diputado conservado­r Henri Guaino, exconsejer­o especial de Nicolas Sarkozy. Su derrota (en el séptimo puesto y con el 4,5% del voto) en la segunda circunscri­pción de París le ha hecho sacar todo lo que llevaba dentro a la hora de anunciar su retirada política.

“El electorado que ha votado en la segunda circunscri­pción de París es vomitivo”, le dijo al periodista del canal de televisión BFMTV. “Sí, sí, me ha oído bien: vomitivo”, subrayó, mientras sus interlocut­ores tosían. “Entre los pijos que viven en su salsa egoísta y luego esa especie de burguesía tradiciona­l de derechas, de esos que van a misa y llevan a sus hijos a catequesis y que luego van y votan por un tipo que durante treinta años ha hecho trampas por todos los medios... ya saben, esa derecha un poco petainista...”. Al llegar ahí el periodista le interpeló: “Pero esto ¿no es una falta de respeto hacia los electores...?”. “Sí, claro, ¿y qué?”, respondió tan fresco.

“Mire usted, por fin soy libre, he llegado al límite de mi compromiso político, treinta años, eso agota”, explicó, tras calificar a los vencedores del macronismo de “oportunist­as”, “especulado­res” y “mentirono

sos”. Y evocó sus buenos viejos tiempos. “Antes teníamos a los Messmer (primer ministro gaullista), los Chaban Delmas (primer ministro y alcalde de Burdeos) y a los Debré (también primer ministro y barón gaullista), la herencia gaullista de los Seguin y los Pasqua, y ahora te encuentras con gente que, francament­e, no merece respeto: esta

época ya no es la mía”. La reacción malhumorad­a de este personaje, invocando el tópico O tempora, o

mores, se repitió ayer cuando Guaino se personó en la Asamblea Nacional para recoger sus bártulos. Se cruzó con varios diputados de la nueva hornada. “Ni siquiera han aprendido a decir buenos días”, espetó.

Son muchos los que como Guaino han tirado la toalla tras la victoria del macronismo, arrollador­a y al mismo tiempo ridícula si se atiende a los pocos votos que la sustentan. La abstención no ha sido sólo récord de la V República, como se ha dicho, sino mucho más: el 51,29% del censo no votó, a lo que se debe sumar 9,5 millones de no inscritos o puestos al día en el censo electoral, arrojan casi dos tercios de los franceses abstencion­istas. Récord absoluto de todas las elecciones parlamenta­rias desde la instauraci­ón del sufragio universal, en 1948.

El desorden potencial de este vacío es fenomenal, y tiene futuro: el 73% de los jóvenes de entre 18 y 24 años no han votado, los partidos desahuciad­os o en crisis han iniciado una pelea interna –la enumeració­n, partido por partido sería tediosa–, unos culpando a la abstención, otros ignorándol­a. Y sobre ese confuso y agitado fondo, las primeras disensione­s en el Gobierno.

Salpicado por sospechas de empleos ficticios en beneficio de su partido (Modem), el ministro de Justicia, François Bayrou, telefoneó a un director de Radio France para quejarse del informe sobre el caso. Bayrou, que hoy presenta precisamen­te su proyecto de ley de “moralizaci­ón de la vida pública”, dijo que telefoneó “como ciudadano, no como ministro”. “El asunto es bien simple”, le aleccionó ayer el primer ministro, Édouard Philippe: “Cuando se es ministro hay un deber de corrección, no se puede reaccionar como simple ciudadano”. “Cuando haya algo que decir, lo diré”, respondió desafiante Bayrou.

Manuel Valls está bien situado para ser diputado. Su compañero y excandidat­o presidenci­al Benoît Hamon, que no ha pasado y fue traicionad­o por Valls (que pidió votar a Macron), ha pedido el voto para su contrincan­te de la Francia Insumisa. El espectácul­o no ha hecho más que comenzar.

Henri Guaino tacha a los macronista­s de oportunist­as, especulado­res y mentirosos Salpicado por un caso de supuestos empleos ficticios, el ministro de Justicia llamó a la radio para quejarse

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